EL PLEBISCITO EN
COLOMBIA; UN REVES PARA LA BUSQUEDA DE LA PAZ EN AMERICA LATINA
Víctor Rey
Anoche cuando me
informé de los resultados del plebiscito en Colombia por la paz, me llene de
inquietud e incredulidad. Me recordó el
plebiscito de Chile del año 1988 donde en NO ganó por poco margen al SI del
dictador Pinochet, y pasamos una de las noches más larga de la historia de
Chile. Parecía increíble que el dictador
tuviese tanto apoyo a pesar de todas las violaciones a los derechos humanos que
provocó. Ahora sentí lo mismo. ¿Cómo el NO había ganado por estrecho margen?,
¿Cómo tanta gente, la mitad del país no está apoyando los acuerdos de paz?,
¿Cómo la mayoría de las iglesias evangélicas y parte de la Iglesia Católica, han
apoyado el NO?. Lo mismo pasó en
Chile. La gran mayoría de evangélicos
apoyaron a Pinochet, solo una pequeña parte de
los evangélicos apoyaron la opción democrática. Acabo de llegar de un Encuentro en Buenos
Aires, Argentina donde en uno de los talleres conversamos acerca de la
Tradición Evangélica y la Postmodernidad.
En este encuentro pude palpar la tremenda crisis que atraviesan las
iglesias evangélicas en su identidad y misión.
Hay una falta de esperanza y de credibilidad. Lo que ha pasado en Colombia, me confirma lo
conversado en Argentina. Como dijo
Eduardo Galeano en unos de sus relatos: “están rascando donde no pica”. Es triste saber lo que ha pasado en Colombia,
pero es también triste y vergonzoso lo que pasa con las iglesias.
En Colombia ganó la
primera opción. El 50,2% decidió votar en contra del Acuerdo de Paz entre el
Gobierno y las FARC, por el 49.7% que se decantó por
el SI. La abstención, de más del 60%, y la pésima imagen de la guerrilla han
sido determinantes en el resultado de la votación, que ninguna encuesta supo
predecir. Evitar que continúe el conflicto armado, que ha atravesado el país
durante más de 50 años y ha dejado ocho millones de víctimas, es el primer
desafío. El presidente, Juan Manuel Santos, ha asegurado que el cese bilateral
del fuego seguirá vigente. Colombia se adentra, no obstante, en un limbo
plagado de incertidumbre. Nadie sabe con exactitud qué va a ocurrir a partir de
ahora.
La votación pone de
manifiesto la enorme polarización que existe en Colombia. El expresidente
Álvaro Uribe, máximo abanderado del no, el mismo que consiguió unir a casi todo
el país en torno a la política de Seguridad Democrática que debilitó las FARC,
volvió a recurrir al juego de palabras con el que ha conseguido profundizar la
división de la sociedad: “La paz es ilusionante, los textos de La Habana son
decepcionantes”, aseguró tras votar. Durante el mes de campaña del plebiscito,
el exmandatario trató de hacer calar la idea de que si se rechazaban los
acuerdos, estos se podrían renegociar, algo contra lo que han sido tajantes el
Gobierno y las FARC. La posibilidad de participar en política de los líderes
guerrilleros y el hecho de que ninguno pagará cárcel siempre y cuando reconozca
sus crímenes ha sido la piedra angular de su campaña, a sabiendas de que la
mayoría de los colombianos, incluso entre los votantes del SI, no lo ven con
buenos ojos. Uribe es el triunfador político de esta jornada, si es que después
de que se rechace un acuerdo de paz se puede hablar de ganadores.
La votación puso de
manifiesto la falta de solidaridad en un país atravesado por la guerra. Los
lugares más golpeados, sobre todo los de la costa, optaron por el SI, pero son
municipios que aportaban un número de votos infinitamente menor al de las zonas
urbanas o los núcleos rurales más poblados, donde la violencia del conflicto
hace tiempo que dejó de golpear. El interior del país optó por rechazar los
acuerdos.
El plebiscito
también ha puesto en evidencia la falta de liderazgo en la política colombiana,
que ya urgía de una renovación ante el crónico clientelismo. Solo un partido,
el Centro Democrático, es decir, Álvaro Uribe, ha conseguido movilizar más
gente que el resto de las formaciones políticas. El gran damnificado es el
presidente, Juan Manuel Santos. El hombre que consiguió firmar un proceso de
paz con las FARC después de 52 años de guerra, que convocó el plebiscito sin
necesidad de hacerlo, ha sufrido un varapalo monumental. "No me rendiré,
seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi mandato", aseguró.
El acuerdo entre el
Gobierno y las FARC no solucionaba los males de Colombia. Apenas abría una
senda para transitar hacia un periodo de modernización, para afrontar y resolver
los problemas que datan incluso de antes de 1964, cuando las FARC se alzaron en
armas. La negociación había sido el triunfo de un bien escaso en todo el mundo:
la voluntad política. Los representantes de quienes durante más de cinco
décadas se dieron plomo lograron en cuatro años, muy intensos pero solo cuatro
al fin y al cabo, redactar un documento de casi 300 páginas que pone fin al
conflicto. Lo hicieron dialogando, cediendo, tratando de buscar una salida
digna para un país que, al final, prefirió el salto al vacío.
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