lunes, 17 de marzo de 2014

Reconstruir la Educación Teológica desde afuera y desde abajo. Nuevos campos y otros sujetos

“Jesús… padeció fuera de las puertas. Salgamos también nosotros fuera del campamento para ir hacia él.” Hebreos 13: 12-13
La Educación Teológica (ET) en América Latina y el Caribe (ALC) es un campamento muy particular: sus tiendas y carpas son exclusivas, sus cercas y muros altos y en algunos casos protegidos por verdaderos alambres de púa.
Según los Evangelios y el autor de la carta a los Hebreos, Jesús fue asesinado fuera de las puertas de Jerusalén, es decir, fuera del centro del poder religioso, económico, político, cultural y educativo de su tiempo. Para encontrarlo hoy se nos invita a salir del campamento, aun cuando esté habitado por honorables testigos de la fe, grandes especialistas de la religión, conocimientos depurados, bibliotecas interactivas y actualizadas.
El campamento de la ET cubre hoy una topografía particular y restringida: la de institutos, seminarios y facultades en los que penetran, no sin dificultades, futuros pastores, mayormente varones, con requisitos escolares de secundaria, sujetos además a varios otros tamices seleccionadores.
¿Qué podría significar entonces para la ET salir del campamento o explorar tipos de espacios alternativos al modelo de la ciudad santa? Por ejemplo dejar la posibilidad de reformularse desde fuera de los poderes religiosos y por debajo de las concentraciones académicas. Dejar que la gente de a pie entre en sus recintos para remodelarlos a partir de sus propias necesidades y anhelos.
Para encontrar a Jesús hay que salir del campamento, abandonar seguridades y convicciones aparentemente incuestionables. No se nos invita a multiplicar y dirigir nuevos recintos destinados a más personas, culturas o contextos; tampoco de reproducir las fórmulas, doctrinas y moralismos de siempre para otros públicos.
Con apertura y buena voluntad algunos seminarios, facultades, asociaciones e iglesias en ALC se plantearon en los últimos años preguntas para que su propuesta formativa sea más relevante y de acuerdo con los desafíos actuales:
- ¿Cómo cualificar los servicios de la ET a las iglesias en los diferentes ámbitos y alcances de su compromiso y misión con el mundo?
- ¿Cómo integrar en los planes de estudios de los seminarios o centros de estudios temáticas urgentes y desafiantes tales como la crisis alimentaria, el calentamiento global, la violencia doméstica, el VIH-Sida, los Derechos Humanos?
- ¿Cómo reorientar a la ET para que sea inspiradora y movilizadora para otras culturas y espiritualidades, tales como las aborígenes, afrodescendientes, juveniles y otras?
- ¿Cómo articularse con el protagonismo de la niñez y de la juventud que algunas Organizaciones basadas en la fe reivindican para su propia faena?
El lector habrá notado que las preguntas apenas sugeridas siguen una secuencia de menor a mayor grado de complejidad y dificultad. Son interrogantes importantes y hasta imprescindibles. Sin embargo, a pesar de su valor decisivo, permanecen de alguna manera autocentradas. Vienen del propio campamento para saber cómo acoger mejor las preocupaciones y desafíos del entorno externo. Suponen todavía que existe un nudo de ET estable y permanente que debería acomodarse y abrirse a la novedad y a la diferencia. En esta perspectiva, la ET se diversifica, desmultiplica, contextualiza, inculturiza, lo que no es poca cosa; sin embargo, en el fondo, su identidad queda intacta: sigue dentro de casa.
La invitación evangélica es que la ET salga del campamento para encontrar nuevas verdades e inspiraciones, como a ese Jesús que padeció fuera de las puertas, aunque su juicio y condena se hayan maquinado adentro, en el mero centro religioso, educativo y político. Ir en busca del otro para aprender de él, no para colonizarlo. Escuchar el susurro en medio del viento y de los truenos, percibir nuevas músicas, reinventar melodías, sentir sutiles perfumes y dejarse seducir por el Espíritu.
He aquí unas primeras intuiciones/dudas/interrogaciones para reconstruir a la ET desde afuera.
- ¿Cómo y dónde se formaron teológicamente las madres y los padres del desierto, las y los grandes teólogos de los primeros siglos, otros dirigentes eclesiales esclarecidos cuando no existían ni profesores, ni seminarios ni facultades de teología.
- ¿Cómo funciona la ET afectiva, amorosa, primaria de una madre o de un padre de familia que inicia a sus hijos en la fe?
- ¿Qué clase de ET construyen las niñas o niños cuando interactúan, se interrogan, se burlan, se enojan o se fascinan con la fe que sus padres, maestros, pastores les pretenden transmitir?
- ¿Qué métodos, epistemologías, dispositivos educativos usan los pueblos originarios cuando se reúnen para dar sentido a su historia, a sus mitos, a sus utopías dentro o fuera de un cristianismo todavía colonial y colonizador?
- ¿Cómo acceden a la Palabra –y también a la doctrina, a la ética, a la soteriología- quienes, literal y físicamente están privados del ver, del oír o del hablar?
- ¿Habrá ET en medio de un movimiento social, una asociación de vecinos, una corriente cultural que inaugura nuevas luchas, otros lenguajes, sensibilidades alternativas?
- La socialización de interrogantes, cosmovisiones, espiritualidades, modelos científicos, apuestas a veces delirantes y hasta alucinaciones, ¿no será un terreno fértil para captar otras señales y búsquedas de ET?
- ¿Cómo y dónde se formarán teológicamente las y los creyentes, las y los ministros de todo tipo, las y los teólogos latinoamericanos cuando los seminarios y facultades de teología hayan sucumbido definitivamente a su crisis y agonía?
Profundizando, el desafío consiste no solamente en repensar a la ET desde afuera sino, simultáneamente, desde abajo. Ardua tarea. Hace décadas que la teología latinoamericana pregona la articulación entre lo académico y lo popular; pretende prestar la misma atención a los testimonios, a los símbolos a las prácticas religiosas populares que a los manuales y ensayos teológicos formales. Se habla de incorporar la corporalidad (redundancia significativa) a la narración y al discurso teológico. De integrar las manos, el corazón y el sexo al quehacer teológico. Releer nuestras tradiciones religiosas (cristianas o no) desde su carácter inédito, fragmentario, desapercibido y no solamente desde una sistematicidad y racionalidad eurocentrista. En fin, pasar de la seguridad a la vulnerabilidad con todos los riesgos y desestabilizaciones que pueda provocar un aprender a aprender en la fe y no en la doctrina.

Educadores teológicos, no siempre tan competentes y curiosos como Nicodemo, somos invitados a volver a nacer a nuestra vocación ya que el viento sopla de dónde y hacia donde quiere (Juan 3:8). El soplo del Espíritu no deja las cosas como son. Cuanto más está la ET asentada dentro de las puertas y del campamento, más irrumpe el viento de afuera. Cuanto mejor reconocida y utilizada por las jerarquías, más sube el Espíritu desde abajo. Desde afuera, desde abajo y aun desde adentro y desde arriba: siempre mueve.

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