jueves, 13 de febrero de 2014

Comunidad virtual, sociedad líquida e individualismo conectado

Víctor Rey
Sociedad liquida

El nuevo contexto de la sociedad global basada en la comunicación interactiva propiciada por el auge de las tecnologías de la información está generando lo que podríamos denominar “revolución cibercultural”. En el siglo XVIII convergieron una serie de fenómenos que se dieron en llamar “revolución industrial” que supusieron una transformación de las relaciones de producción y las relaciones sociales con el auge del mercado como forma de intercambio global de bienes materiales y culturales. Hoy podemos hablar de la “revolución cibercultural” como un proceso de transformación en el que las nuevas tecnologías de la información están transformando las estructuras sociales, las formas relacionales y el propio contexto cultural en el que adquieren sentido esas nuevas formas que adoptan los individuos de relacionarse entre ellos y con el entorno. Se trata de una nueva esfera “online” en la que las relaciones sociales se disocian de las categorías tradicionales de tiempo y espacio. La pregunta que cabe hacerse es en qué sentido están cambiando las estructuras sociales. La sociología contemporánea no tiene respuestas para estos nuevos fenómenos. La época de las certezas de la modernidad sólida está dando paso a otra modernidad líquida de incertidumbres. O lo que algunos dicen las postmodernidad. Lo sólido se hace líquido, y del enigma del “efecto de la realidad social”, como del de “efecto red” o del de las “Multitudes”, sólo sabemos que existen, pero de momento ningún paradigma tiene las claves para aprehenderlos en su totalidad. Lo único que, hoy por hoy, podemos hacer es aprender a convivir y a saber estar en este nuevo contexto “líquido” lleno de incertidumbres, hasta que reconstruyamos los conceptos de estas dos categorías básicas (tiempo y espacio) para cualquier forma de sociedad.
En esta línea de interpretación, una de las grandes descripciones sobre esta nueva era tecnologizada la realiza el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien en Amor líquido (2005) habla sobre una sociedad que se mueve a gran velocidad a través de individuos “líquidos”; es decir, personas sin vínculos duraderos que tienen la necesidad de desarrollarlos y establecen modos de contacto efímeros basados en la conexión. Internet, desde la óptica de Bauman, implica un ejercicio de conexión y desconexión continua, en un entramado de relaciones virtuales que tienen facilidad de acceso y salida. Cualquier semejanza con la Matrix cinematográfica no es mera coincidencia.
En el pasaje del mundo sólido a la fase líquida de la modernidad plasmada por Bauman hay una lucha entre el poder globalizador de Internet, basado en la conexión y las problemáticas locales de cada individuo o comunidad. Es evidente que Internet es un medio global, pero la mayoría de los investigadores destaca que sus prácticas adquieren significado en el marco local. Los sitios de mayor tráfico en Europa y EE.UU son buscadores como Google, Yahoo o Windows Live, que son la puerta de acceso a la navegación de intereses individuales y colectivos, grandes compartimentos de contenido multiformato (YouTube). Son espacios de informaciones locales (diarios digitales) y espacios para comprar y vender productos (e-Bay) cuya utilidad solo adquiere significación en el intercambio de productos y servicios de alcance local. Muchos hablan del reino de la “glocalidad”, es decir, sitios globales por su alcance pero con foco local para capturar la atención de una audiencia específica.
La revolución de Internet no se limita exclusivamente al ciberespacio. En la “sociedad en Red” convergen la Web (el gran generador de un cambio de paradigma que permite, al menos en los papeles, vencer las barreras espacio-temporales de las personas que habitan el planeta), la globalización, y la crisis de las instituciones en un nuevo contexto relacional que podríamos denominar “individualismo conectado”. En este contexto de la sociedad contemporánea, las personas viven en redes y no en grupos. Los grupos asumen que todos los participantes se conocen y confían entre sí, mientras la esencia de las redes es un conjunto de interacciones e intercambio de información. Por supuesto, esto no quiere decir que los grupos no existan, sino que la vida del individuo no se puede reducir ni a un grupo concreto, ni a un lugar determinado, muchas veces es la mezcla de ambos modos de interacción.
Las nuevas posibilidades que ofrecen los sistemas tecnológicos de interacción online no son el motivo de la transformación en las formas de conectarnos. Las tecnologías más bien se desarrollan como respuesta a las necesidades que tenemos de interactuar con los otros. Así, las formas de organización social y la tecnología que usamos se influyen mutuamente y van dando forma a la vida social contemporánea.
Las relaciones que creamos no pertenecen a un lugar específico, sino que son a la vez locales y globales, producto del desarrollo de las tecnologías de comunicación. En general, las comunidades tradicionales basadas en una unidad concreta pierden importancia a cambio de las relaciones que mantenemos con personas que están físicamente en diferentes espacios, y así participamos en múltiples redes sociales. Las características de la vida moderna, cada vez más privatizada e individualizada, se reflejan en nuestras maneras de generar relaciones que son más selectivas y voluntarias que en el pasado. Aunque nuestros contactos son globales, es decir, dispersos en diferentes áreas, nosotros seguimos conectándonos desde un lugar, sea este nuestra casa o trabajo, lo cual quiere decir que hemos globalizado nuestra red relacional teniendo como referencia siempre un contexto local.
Las nuevas tecnologías de la información están cambiando la manera en que nos conectamos, ya que no necesariamente tenemos que estar en un lugar para comunicarnos con otros. De hecho el contexto físico se vuelve menos importante. Las conexiones son entre personas y no entre lugares, así la tecnología proporciona un cambio: conectar a las personas estén donde estén. Las personas se vuelven portátiles, pueden ser localizadas para interacción a través de la tecnología en cualquier lugar. De este modo, la comunicación de persona a persona se vuelve central y apoya la desfragmentación de los grupos y las comunidades convirtiéndolas en “líquidas”. Las personas se pueden “conectar” y “desconectar” a las estructuras sociales que aunque siguen definiendo los comportamientos sociales, lo hacen con mucha más flexibilidad y libertad que en el pasado. Son los nuevos “tiempos líquidos” de los que habla Bauman, donde las nuevas tecnologías posibilitan la flexibilidad y fragmentación de las relaciones sociales. Por lo tanto, la transición hacia un mundo personalizado proporciona el individualismo conectado donde cada persona cambia rápidamente entre lazos y redes. Es la persona quien define cómo operar para obtener información, apoyo o colaborar en algún proyecto. Nos hacemos más flexibles a la hora de interactuar en diferentes espacios.
Cada vez somos más conscientes de cómo las nuevas tecnologías de la información están cambiando las tradicionales formas de comunicarnos y de relacionarnos con el entorno social inmediato. De hecho en la “sociedad red” o también denominada “sociedad de la información” surgen nuevos conceptos como el de “comunidad virtual” o “cibercultura” asociados con nuevos comportamientos sociales que generan las plataformas de comunicación online. Como consecuencia de ello, las tradicionales categorías analíticas utilizadas por la sociología para estudiar los nuevos sistemas de interacción social generados en la sociedad de la información se están quedando obsoletas.
En definitiva, la movilidad virtual que se practica en las últimas décadas y que ya forma parte de nuestra vida cotidiana nos exige un cambio de idea acerca de la influencia que tienen las nuevas tecnologías y, a la vez, nos llevan a asumir que la dicotomía online/offline es un mito. La comunicación mediada por ordenador ofrece flexibilidad y autonomía, y en ningún caso sustituye la comunicación cara a cara sino que la suplementa y amplía. Las relaciones online muchas veces rellenan huecos vacíos de nuestras vidas. La proximidad ya no importa, las comunidades y los equipos son más dispersos en el tiempo y en el espacio.

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