martes, 12 de noviembre de 2013

Sabactani. En el final era el verbo
Editorial Pronombre
por Eliana Gilmartin

Porque no hay otro espacio sagrado que la vida, Sabactani presenta una espiritualidad que asume nuestra intemperie sin atenuarla ni enmascararla con religión. Toda la humanidad – creyente o no – puede oírse en el Sabactani de Jesús, en el grito de aquel que reveló su fragilidad incardinado en lo humano. Sabactani es Jesús sufriendo la contradicción de la existencia, viviendo nuestra vida y muriendo todas nuestras muertes. En su ¿Por qué me has abandonado?, Jesús es la herida abierta al cielo. Él no es una respuesta, no es ninguna respuesta. Es una pregunta, todas nuestras preguntas resumidas en esta: ¿Dónde está Dios en el mundo? "Sabactani, en el final era el verbo" no es una teodicea. Ni siquiera una algodicea que justifique el dolor como dotador de sentido. Sabactani está compuesto de pequeñas antropodiceas tejidas en diálogo con la poeta argentina Olga Orozco y el teólogo alemán ejecutado por el nazismo, Dietrich Bonhoeffer.

INTEMPERIE
Cuenta la historia que, en época de Galileo, los obispos se negaban a mirar, tan siquiera, por su telescopio. Preferían quedarse al amparo de sus dos o tres mezquinas certezas o aparentes certezas, que descubrirse a merced de la más absoluta intemperie que les mostraba el espacio abierto del universo. Lo que temían era ese estruendoso contraste entre la inmensidad del universo desconocido y su escandalosa finitud, entre el amparo de no saber y la fragilidad de saberse un punto infinitesimal en el universo, sin abrigo, sin seguridad, sin techo: en la INTEMPERIE.
Es más fácil la vida si tenemos la existencia resuelta. Es más fácil la vida si la redimimos con paraísos perdidos, cielos esperados, explicaciones cerradas y dioses que reaseguran la incertidumbre y le dan sentido a vivir.
Pero la vida no tiene un sentido último, omniabarcador, único, universal y útil para todos. La vida puede tener muchos pequeños sentidos diversos, aplicables una vez, mudables, frágiles, cambiantes de persona a persona y de minuto a minuto.
Para calmar la incertidumbre, el vacío de sentido o el agujero que se siente justo ahí, en el estómago —para calmar la urgencia de vivir sin certezas, el vértigo de saber que somos y que no hicimos nada para ser; para calmar la consciencia de que la línea entre ese ser y el dejar de ser no la trazamos nosotros— en general se acude a una fe-muleta que narcotiza el dolor, o una fe-certeza, la del salto kierkegaardiano, que posterga las urgencias pero no las resuelve, ni las analiza, ni las asume.
La hipótesis-de-trabajo-dios, como diría Dietrich Bonhoeffer, actuará como la solución mágica a todas las aporías vitales. Porque no es fácil darse de cara con el dios de ausente proximidad, como magistralmente lo describirá Michel de Certeau. Y no es fácil darse de cara con la existencia, así como es sin enmascarar.
En síntesis, no es fácil reconocerse en las palabras de Olga Orozco cuando llora así:
Mi soledad es todo cuanto tengo de ti.
Aúlla con tu voz en todos los rincones.
Cuando la nombro con tu nombre
crece como una llaga en las tinieblas.
Mi soledad está hecha de ti
Lleva tu nombre en su versión de piedra,
en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del infierno;
camina junto a mí con tu paso vacío.

“Sabactani. En el final era el verbo” nace del mismo sentir de algunos teólogos y teólogas, filósofos y filósofas que reflexionaron durante y después de las guerras mundiales y del nazismo, como Dietrich Bonhoeffer y Dorothee Solle.
·       El primero, comprometido hasta su ejecución con la resistencia antinazi, hablaba de un mundo mayor de edad y de vivir etsi deus non daretur: como si dios no se nos diera.
·       La segunda, se preguntaba cómo hablar de dios después de Auschwitz
Ambos se sentían confrontados con una realidad donde reinaba la muerte, y ella no podía validarse con un dios omnipotente, omnisapiente y controlador de la historia. El tiempo de las TEODICEAS al estilo de Leibniz llegaba a su fin: ¿Cómo poder justificar el mal con un bien mayor? ¿Qué bien sigue siendo bien cuando, para llegar a él, el camino está sembrado de mal?

SABACTANI

Sabactani es el grito arameo de Jesús en la cruz. Un Jesús que es mucho más que el dios-hombre que nos impusieron los Concilios y mucho más hombre de lo que la ortodoxia religiosa está dispuesta a aceptar. Jesús, acotado al mínimo espacio de una cuna y de las manos femeninas de María, fue tan hombre como cualquiera que sabe que va a morir. Jesús en la cruz no pregunta. Afirma: Dios, me abandonaste. Porque vivir en este mundo es estar condenados a vivir con dios como si dios no estuviera, es estar condenados a la ausencia de dios, al abandono de ese dios que se creyó garantía máxima. El Jesús que bailó, el Jesús que comió y durmió, el Jesús que se enojó y el que invalidó la ley y las reglas siempre a favor de las personas, gritaba desesperado frente a la muerte inevitable. Aquella de la que ni ese que él llamaba Padre iba a salvarlo.
Por eso, Sabactani es una herida expuesta. Carne viva y humana desgarrada. Es mi dolor, es tu dolor, es el dolor de muchos. De todos los que sentimos, de todos los que nos sentimos, de todos los que sentimos a los otros. Sabactani es el grito de Jesús hecho nuestro. Y es el grito nuestro hecho Jesús.

No hay solución al dolor. Ni panaceas. Hay dolor, y Jesús fue testigo con su propia vida de ello. Por eso Sabactani no es una respuesta al dolor, sino una exposición del dolor, tal cual la vivió y sintió Jesús.
Así como el tiempo de las teodiceas al estilo Leibniz ya ha caducado, tampoco nos satisfacen las algodiceas de Sloterdijk. Es inútil intentar darle un sentido al dolor. Porque el dolor es el sinsentido mismo. Cuando alguien muere, cuando ocurre una desgracia, por instinto intentamos adscribirla a un plan mayor que le dé sentido: para que no vuelva a ocurrir, dice la madre que denuncia la muerte de un hijo. Como ya no se puede poner la razón en Dios (teodiciea), se la pone en el dolor mismo (algodicea). Pero el dolor no tiene justificación. Es dolor a secas.

DESESPIRITUALIDAD SABACTANI
Sin embargo, con Sabactani no procuro un libro pesimista, ni formular una guía de espiritualidad para tiempos de crisis. Tampoco pretendo ser esperanzada o desesperanzada: solamente me entrego a un ejercicio de vigilia y constato la vida como se presenta. Mi intención es descorrer un velo, mirar la vida y afrontarla, sin huir con narcóticos y explicaciones. Con Sabactani me propuse una espiritualidad de existencia. Por eso mismo, de  ninguna manera me esforcé por evadir lo que nos condiciona, nos aflige, nos enferma o nos mata. Porque ese es el gran tema de la vida.
Por el contrario, esta otra espiritualidad asume la experiencia del dolor, del mal y del sinsentido como parte ineludible de la existencia.
La espiritualidad que presento, además, busca constituirse en otra espiritualidad. Junto con Miercea Eliade, Levi Strauss y más recientemente Luc Ferry, recupero lo religioso como estructura antropológica común a todas las personas, aun a las sin religión.
Y esa otra espiritualidad convoca a la alteridad: a lo Otro y a los otros. Cuando digo a lo Otro, me refiero, junto con Paul Tillich y Rudolf Otto a una alteridad que presuponemos absoluta y a la que llamamos Dios. Pero ese dios, esa divinidad, esa trascendencia no es la respuesta a todas las preguntas de la vida, ni el seguro para vivir en paz. Y cuando señalo a los otros hablo de una alteridad entre pares, complementando a Martín Buber y Emanuel Levinas, que quiebra el énfasis diferenciador entre las personas que las religiosidades concentradas en el templo establecieron.

DESESPIRITUALIDAD QUÁNTICA

Ya lo dije: vivimos en la intemperie. Como en las cosmogonías americanas, superadoras del ser esencialista heideggeriano, nuestro destino es apenas el estar. Y ese estar es frágil como un segundo.
No intento decir que estamos sujetos a un loco azar ni al caos. Porque tanto el azar como el caos responderían siempre a una lógica interna aunque la desconozcamos. Propongo que la vida, el mundo y en fin, la trascendencia a la que llamamos dios son quánticos. Es decir, se relacionan entre sí con múltiples entrelazamientos diferentes que escapan a la lógica tradicional de causa y efecto.

Por eso, Sabactani busca terminar con la idea del dios newtoniano de causa y efecto, razonable y previsible: si soy buena, me premia, si soy mala me castiga, si rezo me contesta, si espero viene.
En suma, Sabactani se instala de lleno en la idea del dios quántico, imprevisible e impredecible. Sabactani opta por el dios del por qué sí y el por qué no. Sin causas razonables y visibles.

Porque el mundo, la vida y la historia no se rigen por parámetros fijos y esperables. El mundo, la vida y la historia se resisten a la predictibilidad. En ese mundo quántico, en esa historia quántica y en esa vida quántica necesitamos una espiritualidad también quántica que escape a los moldes y los cánones consabidos y prefijados de antemano por otros. Porque la vida es fluyente y proteica, la espiritualidad también necesita serlo.
En un mundo secularizado, en el que la salida de la institucionalidad religiosa es un hecho, propongo una des-espiritualidad que ya no esté anclada en una pseudo seguridad existencial (Todo tiene su causa y su razón, hay un propósito para todo, todo tiene sentido), sino una que se entrega diariamente al ejercicio de
·       asumir la existencia sin seguridades
·       expresarse de nuevas formas, aun por fuera de la religiosidad institucionalizada, de la religiosidad como reguladora de cultura, de la religiosidad moral y social.
·       Experimentar una espiritualidad que nos atraviese comunitariamente, dejando por fin  aquella verticalidad de santos y no santos, elegidos y reprobados, buenos y malos, dignos e indignos.
·       Recuperar la trascendencia en la inmanencia: recuperar al gran Otro en los otros, porque todos somos próximos y aproximados, igualados por la limitación inmanente de un mundo en aflicción.
·       Recuperar la trascendencia en la humanidad, porque Jesús humanizó lo divino. Jesús desjerarquizó a dios y lo hizo humano, al poner su santidad al ras del suelo.
·       Hacer foco en la sacralidad de la vida y de lo humano. Sabactani sale de los templos de piedras y se enfoca en las personas: porque el fanum, el templo, es humano y está en lo humano. Porque lo sacer, lo sagrado, es la vida y está en el mundo.

La desespiritualidad sabactani es profana y sagrada. Porque no consagra a nadie ni se consagra a sí misma separada del mundo y dedicada al templo, sino que (contrariando el concepto de profanación de Giorgio Agamben), su consagración está  restituida en la vida aceptándola en todas sus manifestaciones.
No se basa en actividades ni actitudes que puedan calificarse de más o menos espirituales. Porque ya no hay otro espacio sagrado que la vida. Es en esta sacralidad con-vivimos todos sagrados y todos consagrados por la misma convocatoria a vivir.
Esta des-espiritualidad es la existencia misma de los que somos espíritu, a la imagen del que es espíritu.
No es una espiritualidad de huida, sino una de encarnadura humana y personal, que se sabe y se acepta nada más que humana: con todas las limitaciones, con todas las falencias, con todos los que la religión discriminatoria llama “pecados”.

Sabactani es la existencia y por eso digo que no es optimista ni pesimista. Y la espiritualidad sabactani es vivirla. Nos trae a primer plano el rostro brutal de la vida, el enmascarado por unas espiritualidades negadoras del dolor, la cobardía, las flaquezas, la enfermedad y las contradicciones. No sirve, por tanto, Sabactani como fórmula para luchar contra las dificultades y mucho menos la propongo como resignación. Ni siquiera pretendo expresarla como un consuelo. Sabactani se expide por la vida como la vida es. Sabactani se ubicó en la intemperie y sigue en la intemperie. Es Jesús: nuestra herida abierta al cielo.
Propongo, en suma, una nueva espiritualidad que asuma todas nuestras intemperies, sin intentar atenuarlas o enmascararlas, y que en esa asunción aprendamos a oír nuestra voz en el grito de Jesús. Propongo, también, al Jesús de la fe existencial y no al cristianismo de la fe utilitaria. A aquel que se deja ver en la fragilidad y se recupera en la comunidad del amor, a aquel que se incardinó en lo humano y sufrió la contradicción de la existencia sobre sí mismo. A aquel que está muriendo en todas nuestras muertes.
Propongo, en fin, clamar resurrección: que lo mortal sea tragado por la vida.

En esta des-espiritualidad Sabactani, propongo un nuevo sermón de la montaña:

Bienaventurados

Dichosos. Felices. Bienaventurados. Los pobres, los que lloran, los tristes, los hambrientos, los perseguidos, los discriminados, las mujeres, los putos, las putas, los tullidos, los discapacitados, los carentes, los feos, los torturados, los oprimidos, todos los abandonados, los malamados, los deprimidos, los esclavos, los locos, los presos, y los internados, los desahuciados, los moribundos, los imperdonables, los paqueros, los marginales, los rechazados, los travestis, los transexuales, los fumadores, los fumados, los borrachos y los insultados, los desnudos, los mal vestidos, los iletrados, los débiles, los sin carácter, los manejados, los jóvenes, los sin rumbo, los malgastados, los pecadores, los sin remedio, los acotados, los pacientes, los impacientes, los drogones, los excluidos, los incluidos en listas mortales, los condenados, los claudicados, los rebeldes, los sumisos, los fusilados, los buenos para nada, los inútiles, los descartados, los desaparecidos, sus hijos, los que quedaron, los incomprendidos, los utópicos, los ilusionados, los valientes muertos, los cobardes muertos, los muertos a palos, los de casa de chapa, los de casa de aire, los descasados, los perros de la calle, los vagabundos, los amordazados, los presos en sus celdas, los de arrabales, los atormentados, los lúcidos en su muerte, los in conscientes, y todos los desgarrados, los sidosos, los leprosos, los desbarrancados, los sucios, desgraciados y desamparados, los desnutridos, los violentados, los sin futuro, los perseguidos, los azotados, los ultrajados. Bienaventurados.


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