Víctor Rey
Cuando era niño tuve la oportunidad de ver algunas veces al famoso “Ballet Azul”. Ese equipo de fútbol que en diez años obtuvo seis campeonatos y cuatro subcampeonatos de fútbol chileno. La imagen que tengo de entrar al Estadio Nacional junto a mi hermano mayor y otros amigos no se ha borrado y lo que más me impresionó fue ver salir a la Universidad de Chile al campo de juego con su tradicional tenida azul rey con una gran U roja en el pecho, que contrastaba con el verde del césped, fue algo maravilloso. Ver en directo como Leonel Sánchez enviaba un centro al área para que Carlos Campos empalmara de cabeza y convirtiera el gol, era algo común en ese equipo. También recuerdo como Luis Eyzaguirre el primer jugador chileno que integro un equipo de estrellas mundiales, perseguía y no dejaba tomar el balón al puntero izquierdo de Colo Colo. Ese día la Universidad de Chile triunfó sobre su archirrival y recuerdo que la alegría de esa tarde de domingo me acompañó por varias semanas. Todavía recuerdo de memoria esa formación que también fue la base de la Selección Chilena que obtuvo el tercer puesto en el Mundial de Fútbol realizado en 1962. Al arco Manuel Astorga, en la defensa, Luis Eyzaguirre, Humberto Donoso, Sergio Navarro, en el medio campo, Carlos Contreras y Alfonso Sepúlveda y en la delantera, Braulio Musso, Ernesto Alvarez, Carlos campos, Rubén Marcos y Leonel Sánchez. Y su entrenador “El Zorro”, Luis Alamos. También en ese tiempo conocí el himno del club y ver como la barra de la U lo cantaba con tanta emoción en especial en los clásicos universitarios. Me llamó la atención que este himno más que de un club de fútbol parece un himno a la vida. Algunas de sus estrofas inspiran y lo seguirán haciendo, son un verdadero poema: “Ser un romántico viajero y el sendero continuar, ir más allá del horizonte do remonta la verdad Y en desnudo de mujer, contemplar la realidad. Brindemos camaradas por la Universidad en ánforas azules de calidad emoción, brindemos por la vida fecunda de ideal sonriendo con el alma prendida en el amor …”
Luego de esa década que marco al fútbol chileno, le costó 25 años a la U volver a levantar una copa y también vivir su año más negra en 1989 cuando baja a la segunda división. Volvió a la primera división el mismo año en que volvió la democracia a Chile en 1990, después de 17 años de dictadura militar. La famosa barra que apoya en cada partido a la U de Chile y lo acompaña donde vaya, fue la primera barra y también el primer grupo que se atrevió a lanzar gritos de desaprobación por la violación a los Derechos Humanos en Chile, contra Pinochet. En eso siempre se destacó la barra de Los de Abajo por su compromiso social. En estos tiempos de movimiento social y de lucha por una educación de calidad, gratis y sin lucro, nuevamente la barra de Los de Abajo ha vuelto a apoyar a los estudiantes y ponerse de lado de la justicia.
Otra característica de este club es la cantidad de nombres que ha coleccionado a través del tiempo: La Chile, la U, El León, el Bulla, los azules, el romántico viajero, el Chuncho, el romántico bohemio….
La noche del miércoles 14 de diciembre del 2011 quedará marcada en la historia de los azules y del fútbol chileno. Esa noche, el cielo fue más azul que nunca y todo se tiño de azul. La U ha obtenido la Copa Sudamericana venciendo por 3 goles a cero a La Liga de Quito. Cuando el árbitro brasileño tocó el pitazo final, se desató el carnaval y como siempre la gente salió a festejar en las plazas y calles de Chile, desde Arica a Punta Arenas. En Santiago con los amigos que vimos el partido en casa de un amigo ecuatoriano, también nos fuimos a celebrar a la Plaza Italia con 25.000 personas que llegaron a ese punto de encuentro capitalino. Parecía una noche de año Nuevo y cuando el reloj marcó la medianoche el pueblo azul se abrazaba, cantaba, saltaba y gritaba: “Al León, al León yo lo llevo en el corazón”.
Universidad de Chile, como toda institución de prestigio, ha generado sus propios emblemas a lo largo de sus 84 años de historia. Eran 84 años de historia, primer título internacional, invicto, con el mejor rendimiento de equipos sudamericanos en 42 años. El amor a la camiseta era uno de ellos, pero también compartían una gran deuda: la ausencia de una corona internacional. Ni el “Ballet Azul” de la década del 60, ni el plantel bicampeón de 1994 y 1995 pudieron concretar ese sueño que este equipo hizo realidad esa noche.
Las paradojas de la vida han hecho que esta final inédita la U de Chile la tuvo que disputar con La Liga Deportiva de Quito. La primera vez que fui a ver fútbol en Ecuador, fue para presenciar el clásico entre La Liga y el Barcelona de Guayaquil. En el estadio Atahualpa de Quito. Fui con mi hijo que en ese entonces tenía 7 años y nos hicimos simpatizantes de la Liga en el tiempo que vivimos en ese hermoso país. Pero la sangre tira y la tierra y la historia también. Y es así que en esta finalísima tuve que hacer un ejercicio de discernimiento y mi corazón se inclinó por la U de Chile. Creo que a mi hijo también le costó pero él tiene un corazón azul y ya tenía tomada su decisión.
Esta histórica conquista azul, al transformase en el segundo club nacional que obtiene un trofeo continental, tiene bases sólidas. En esta nueva etapa hay un genio y este ha sido el único “santo” en el cual creo: Sampaoli. Discípulo de Marcelo Bielsa, que tuvo una idea y la llevó a adelante sin concesiones. Un entrenador que solidarizó con las demandas estudiantiles y que al saber que sus líderes, Camila Vallejos y Giorgio Jackson eran de la U, los invitó a un partido de la Copa Sudamericana. Su equipo ganó el título jugando siempre a lo mismo: a proponer, como dice a cada rato el profesor con la humildad de quien se sabe un bielsista que salió desde abajo. Proponer, en este caso, no es otra cosa que buscar el camino más corto hacia la victoria, tocar rápido, tocar bien, quitar rápido, tocar bien, quitar arriba, y todo eso hacerlo hasta que duela porque al rival, inevitablemente, le va a doler primero. Lo que tenemos aquí es un equipo que finalmente trabaja en equipo. Una cosa es ganar una final. Otra es hacerlo con tal autoridad. Jugando tan bien al fútbol. Con unos tipos que parecen volar en la cancha. Dan la impresión de correr siempre más que los demás. Ganan todas o casi todas las pelotas divididas. Y lo mejor de sampaoli es que también admira a Ernesto Sábato, el escritor argentino, y en sus charlas motivacionales utilizó textos de El Túnel, y Sobre Héroes y Tumbas e imagino de sus ensayos también. Cuanto aprenderían y se motivarían muchos clubes si hicieron lo mismo con tantos buenos escritores que tenemos en América Latina.
Cuando lleguemos a viejos y hagamos del recuerdo nuestro ejercicio predilecto, volveremos a vivir lo que vivimos. Nos acordaremos de todas estas cosas y se nos llenarán los ojos de lágrimas y quizá se nos vengan a la memoria el recuerdo de esos días, en el talento de Vargas, en la fuerza de Aránguiz, en la solidez de Herrera, en la convicción de Sampaoli. No vamos a estar para una vuelta olímpica a esa edad, pero daremos la pelea, diría que felices al amparo de estos días de gloria, hermosos, inolvidables. Por que como dice el lema de la barra azul que es la más grande y fiel: “Más que una pasión, es un sentimiento.”
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