lunes, 31 de octubre de 2011

LAS IGLESIAS Y EL NUEVO ESCENARIO SOCIO POLITICO EN CHILE Y LA POSTMODERNIDAD

Víctor Rey

“Si la Iglesia que predica, cohabitará cómodamente con los poderes de este siglo, no podrá vetar a los poderes de las tinieblas, ni el manifestar en su vida el poder del Señor vivo para ayudar y sanar.”
 (Lesslie Newbigin)

 INTRODUCCIÓN

Hoy las iglesias evangélicas en Chile tienen la necesidad y la responsabilidad de pensar su fe en relación al nuevo escenario que se presenta,  la llegada al gobierno de la Alianza Por Chile, coalición de partidos de derecha,  luego de terminar un período de 20 años de gobierno de la Concertación de Partidos Por La Democracia, un conglomerado de centro izquierda.

Luego de 20 años de gobierno de la concertación y 17 años de la Dictadura Militar de Pinochet, son muchas las aguas que han pasado bajos los puentes de las iglesias.

DATOS DE LA HISTORIA

El último Censo de Población realizado el 2002 en Chile, mostró que la población es de 17 millones.  De estos el 65% se declara católico, el 18% evangélico protestante y un 9% se declara agnóstico y ateo. 

Desde la llegada de los primeros misioneros al país procedentes de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, este pequeño grupo comenzó a crecer específicamente en las capas sociales bajas de la sociedad.  Algunos estudiosos dicen que el crecimiento de los evangélicos en Chile y del pentecostalismo en particular es uno de los más grandes del continente.  El año pasado se  celebró el centenario del pentecostalismo, que comenzó en Valparaíso y se  extendió por todo el país y fuera de él.

El comienzo de la  década del 70 llevó a los evangélicos en Chile a vivir un tiempo de polarización, por la proximidad de las elecciones presidenciales que llevaron a tres candidatos a enfrentarse: Allende, Alessandri, y Tomic.  En Chile y América Latina fue la primera vez que un candidato marxista llegaba a la presidencia por el voto en elecciones libres.  Las fuerzas que apoyaron a Allende reunidas en la Unidad Popular, reunía a marxistas, laicos, cristianos católicos y evangélicos.  Por supuesto los otros dos candidatos: Alessandri de la derecha y Tomic de la Democracia Cristiana también tenían apoyo de evangélicos.

El Golpe Militar del 11 de Septiembre de 1973, no solo dividió la historia y la vida de los chilenos, sino a las iglesias evangélicas.  En esta fecha comenzó una etapa negra en la historia de los evangélicos, ya que a partir de ese mismo día grupos de pastores e iglesias apoyaron el gobierno de Pinochet y se organizaron en el denominado Consejo de Pastores.  Este organismo fue el encargado de organizar cada para las Fiestas Patrias, el denominado “Te Deum Evangélico”, en la llamada Catedral Evangélica.  En este acto donde los evangélicos sentían orgullo por la presencia de un Presidente de la República, nunca se escuchó una critica al gobiernos por el atropello a los Derechos Humanos, donde muchos de los torturados y desaparecidos fueron evangélicos.

En este contexto nació a los pocos días del Golpe de Estado el Comité Pro Paz que fue una iniciativa de algunas iglesias evangélicas con la Iglesia Católica para ayudar a las víctimas de la represión.  Este organismo fue disuelto por Pinochet y el Cardenal Raúl Siva Henríquez creó la Vicaría de la Solidaridad, la cual recibió apoyo económico de iglesias de Europa y Estados Unidos y donde su personal también incluía a evangélicos.

En 1988 se realizó el Plebiscito para decidir la continuidad o no de Pinochet por 8 años más.  Este evento eleccionario contó con participación de evangélicos que apoyaron el voto por el NO a Pinochet a través de los Comités por las Elecciones Libres.  Muchos evangélicos también adhirieron al Partido Por La Democracia, partido que se creó para ser un instrumento no ideologizado que tenía como fin derrotar a Pinochet por métodos políticos.

El regreso a la democracia en 1990 otra vez dividió a los evangélicos entre los que apoyaban la democracia y entre los que se quedaron nostálgicos de la Dictadura de Pinochet.

A partir del año 1991, en el Gobierno de Patricio Alwin, comenzó a gestarse un proceso de unidad entre todos los organismos que representaban  a las iglesias evangélicas y así nació la Coordinadora de Organizaciones Evangélicas (COE).  Esta entidad tuvo como su mayor logro el trabajo para la creación de la Ley de Libertad de Cultos que se promulgó en octubre de 1999, bajo el Gobierno de Eduardo Frei.

En el gobierno de Ricardo Lagos se comenzaron a crear las capellanías en las Fuerzas Armadas y en la Casa de gobierno.  También se creó el Día de las Iglesias Evangélicas, que se celebra cada año el 31 de octubre.

En El Gobierno de Michell Bachelet se creó la Oficina de Asuntos Religiosos para el diálogo interreligioso y preservar la Libertad de Cultos.  Este organismo desde sus comienzos contó con la presencia de profesionales evangélicos.

Más bien por sus propios errores, de la Concertación, que por los éxitos de la Alianza Por Chile  el 11 de marzo del 2010, llegó al gobierno de Chile, Sebastián Piñera, candidato de la derecha, que después de 50 años permite que la derecha llegue al gobierno y gane una elección.

El panorama que se presenta para las iglesias evangélicas en estos momentos es de incertidumbre.  Por un lado la UNE, Unión Nacional Evangélica, que agrupa a  la mayoría de iglesias se ha visto dejada de lado por el nuevo gobierno, ya que la UNE se identificó fuertemente con los dos últimos gobiernos de la Concertación.  Otros organismos menores que apoyaron a Piñera buscan ocupar los espacios que ha dejado la UNE. 

Muchos sectores de las iglesias evangélicas han crecido bajo la seducción del poder y los políticos evangélicos no han dado los mejores ejemplos.  Creo que la tarea que tienen hoy en Chile las iglesias es la que perdió un poco el último tiempo, es decir ser profética y contestaria.  Algo anda mal cuando los gobernantes  de turno se sienten cómodos con la Iglesia.



ALGUNAS PROPUESTAS PASTORALES EN RELACION A LA POSTMODERNIDAD Y LAS IGLESIA


1.-  Frente a la mentalidad individualista, debemos reconstruir el espacio colectivo desde la afirmación de las identidades parciales, sintiéndonos integrados a la sociedad civil que se hace parte de la vida del otro, que sabe que tiene derechos ciudadanos y responsabilidades frente a los más pobres.

2.-  Frente a la mentalidad hedonista, debemos ser capaces de plantear y construir proyectos de largo plazo.  En esto la utopía del Reino de Dios es clave para animar a tanta gente sin esperanza y sin rumbo e incluso le da sentido al fracaso.

3.-  Frente a la mentalidad consumista, que estemos conscientes de la realidad mundial, críticos al mercado, exigentes de la igualdad de oportunidades y listos a proponer nuevos caminos para pasar de una economía de crecimiento ilimitado a una de lo suficiente para todos.  La propuesta de Jesús nos anima al testimonio de una vida sencilla que promueve la lógica de la inclusión antes que de la exclusión.

4.-  Frente a la mentalidad del éxito y pragmática que transmitamos esperanza, que toleremos las derrotas con una confianza inquebrantable en Dios: El es el único absoluto, todo lo demás es relativo.  La esperanza y el optimismo nos anima a asumir riesgos en este mundo que cambia rápidamente.  La esperanza nos enseña a asumir los fracasos y a descubrir lo positivo y salvífico en todo acontecimiento.

5.-  Ante la visión de la vida como espectáculo, que revaloricemos la profundidad de la vida cotidiana, afirmando la fuerza de su realidad.  Abriendo un espacio de encuentro y realización sin luces de colores, sin escenarios ni cámaras, pero verdadero. 

6.-  Ante el síndrome de la apatía, que tengamos sentido del humor y ganas de vivir.  No es lo mismo ser serios que ser graves.  La sociedad consumista celebra exageradamente el éxito y la realización personal.  Para esta sociedad, la dignidad de la persona consiste en la eficacia económica y en la independencia individual.  Está ausente la dimensión solidaria.  Nos hace falta la actitud que sepa aceptar y valorar en su justa medida el fracaso y las desilusiones que son partes inevitables de la vida de cada persona.

7.-  Ante la valoración de la subjetividad y del sentimiento, integremos sentimiento, pensamiento y voluntad.  Abrámonos a la subjetividad de los otros, aceptando el desafío de construir sentidos comunes, significados y significantes compartidos.  Que cada uno se entienda “en-relación”.  Que seamos capaces de discernir entre sensaciones, emociones, y sentimientos, haciendo de ellos elementos vehiculadores de la comunicación para el enriquecimiento mutuo.

8.-  Ante la disociación entre ética privada y social, que seamos capaces de integrar y armonizar la ética personal con la ética social y cósmica.  El ser humano, como “ser en relación”, encuentra su realización en la convivencia fraterna, respetuosa y dialogal, no solo con otros, sino también con la naturaleza.

9.-  Las transformaciones sociales no pueden ser solo estructurales, es necesario transformar también las subjetividades personales y colectivas.  Las transformaciones comienzan en los grupos y comunidades interesadas en esos cambios.  En los grupos se transforman las personas, sus prácticas y sus relaciones con el entorno.  Esto lo sabemos nosotros que formamos parte activa de una iglesia local y sabemos que la Biblia es el medio que Dios ha dispuesto para que se produzcan ese cambio.  Desde estos pequeños cambios podemos comenzar a cambiar espacios más amplios de nuestra sociedad.
 

LA BIBLIA


El teólogo René Padilla en su ponencia sobre La Autoridad de la Biblia presentada en la Primera Asamblea de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (1970), en Cochabamba, Bolivia decía: “La única autoridad absoluta es aquella que reside en Dios: su manifestación más precisa coincide con la automanifestación de Dios en el plano de la historia, orientada hacia la formación de una nueva humanidad en Cristo Jesús.  La definición del sentido y el alcance de la autoridad bíblica sólo es posible cuando se coloca a la Biblia dentro del contexto del hecho de la revelación y de su propósito soteriológico”.  Este principio es fundamental, cuando hablamos de modernidad y postmodernidad y los desafíos que presentan.  Porque al fin de cuentas, la autoridad de la Biblia es la autoridad de la verdad para la experiencia, y es consecuentemente en la experiencia donde se ejerce. Yo creo en la Biblia porque creo en Jesucristo a quien el Espíritu Santo me ha revelado por medio de ella en virtud de que ella es Palabra escrita de Dios.

La postmodernidad se caracteriza por la aparición de una nueva racionalidad.  Esto ha llevado al hastío y a la búsqueda de una un nuevo modo de racionalidad.  El hombre y la mujer postmoderna son hedonistas y consumistas.  Relativistas y escépticos, prefieren un pensamiento débil y fragmentario que no le comprometa a nada.  Se vive de impresiones, de impactos sensoriales o emocionales, de lo efímero.

Es precisamente en la concepción de la verdad y de la razón donde con mayor fuerza se deja sentir la crisis de la modernidad.  Cuando fracasan estrepitosamente los mitos de la modernidad que habían constituido su bandera, es la razón misma la que se repliega desencantada sobre sí misma y renuncia a su más alta vocación, la búsqueda de la verdad, contentándose en lugar de ello con verdades parciales y fragmentarias.  Oyendo hablar de verdad, nuestro mundo responde con la pregunta cínica y desengañada de Pilatos: ¿y qué es la verdad?

La fe bíblica en cambio, se presenta con algunas exigencias ya que es la religión del Logos encarnado y no puede renunciar a la razón y a la pretensión de hallar la verdad toda entera.  El cristiano no puede renunciar al anuncio de la verdad, convencido de que la necesidad más radical del hombre es saciar el hambre de verdad, y que la peor forma de corrupción es la intelectual, que aprisiona la verdad en la injusticia, llamando al mal bien impidiendo el conocimiento de la realidad tal como es. 

¿Cómo reconciliar la fe bíblica del Logos encarnado, cuya pretensión fundamental es la de ser religión de la verdad, con una cultura que ha renunciado a toda pretensión de conocer la verdad?  ¿Cómo hablar de verdad a una cultura que aborrece instintivamente conceptos y palabras fuertes?  Este es el desafío que tenemos planteado, para el que yo no veo más solución que proponer, no ya la verdad, sino una cultura de la verdad.  Una cultura de la verdad hecha de inmenso respeto y acogida hacia la realidad, traducida en respeto hacia la persona, que es la forma eminente de lo real.  En esta cultura de la verdad, en que la dimensión de la atención, el cuidado, la sensibilidad, la búsqueda humilde adquieren un protagonismo especial, es posible reconciliar la razón y el sentimiento que la postmodernidad juzga incompatibles.  Y así, paradójicamente, san Agustín se vuelve más actual que nunca, al realizar en su vida la unión entre la verdad y el sentimiento.  Agustín dice “ve adonde tu corazón te lleva”, “es decir a la verdad”.

Intimamente vinculado al desafío anterior está el que constituye anunciar a Jesucristo en una era de religiosidad salvaje.  Se ha hablado mucho en los últimos tiempos del “retorno de Dios”, como si Dios hubiera estado alguna vez lejos del mundo y del hombre, o con más precisión, del regreso de una religiosidad salvaje.  Podemos así aventurar una primera constatación: si el siglo XXI aparece más religioso que el precedente.  La cuestión no está en saber si nuestro tiempo creerá o no, sino en que creerá.  Si Heidegger definía la modernidad como un estado de incertidumbre acerca de los dioses, la postmodernidad representa en cambio el regreso triunfal de los dioses.  No del Dios personal que se ha revelado en Jesucristo, sino de los dioses y las mitologías y las religiones pre-cristianas, entre las que cultos célticos, por su vinculación a la naturaleza, adquieren un especial relieve.  Cultos pre-cristianos, que en cada región adquieren un especial coloración.  Si en la Europa atlántica se trata de mitologías célticas, en América Latina se vuelve a los cultos  precolombinos, o incluso, como en algunas partes de Europa, se añora un pasado musulmán idealizado como una especie de edad dorada que la llegada del cristianismo ha venido a destruir.  Del regreso a las mitologías pre-cristianas pasamos a la magia, el ocultismos y el preocupante aumento de las sectas satánicas.  Se trata del regreso de una religiosidad salvaje, una especie de plastilina religiosa a partir de la cual cada uno se fabrica sus dioses a su propio gusto, adaptándolos a las necesidades propias.



CONCLUSIÓN


El desafío que tenemos hoy como cristianos evangélicos es la respuesta para el hombre y la mujer de hoy, es una tarea hermenéutica.  La hermenéutica no es en última instancia la tarea sólo de los expertos o de los exegetas, sino de todo el Pueblo de Dios.  En el Espíritu Santo, toda la comunidad creyente y oyente es una comunidad hermenéutica.  Así el sujeto actor en la exégesis y la teología es la comunidad cristiana, que oye la Palabra de Dios “sobre la marcha” en el camino de su misión histórica.  Los teólogos y exegetas no son más que ayudantes del pueblo, con una función especializada de carácter técnico y crítico.

La hermenéutica se realiza en la comunidad de fe, por el Espíritu Santo.  El Espíritu es primicia de la nueva creación.  La Iglesia, como comunidad escatológica en el Espíritu de Cristo, oye y obedece la Palabra de Dios

La Iglesia Latinoamericana, llena del Espíritu Santo y también plenamente inmersa en la misión histórica, está al frente del mayor reto hermenéutico de su historia: oír, con nuevos oídos, abiertos cada día por el Espíritu, la Palabra viva del Señor de la historia, quién nos llama, aquí y ahora, a entender los tiempos, escuchar su Palabra y hacer su voluntad.

“Es urgente la necesidad de una lectura del Evangelio, desde cada situación histórica particular, bajo la dirección del Espíritu Santo. La contextualización del Evangelio sólo puede ser el resultado de un a lectura nueva y abierta de las Escrituras, con una hermenéutica en que el Evangelio y la situación entren en un diálogo cuyo propósito sea colocar a la Iglesia bajo el señorío de Jesucristo.

Sólo cuando la palabra de Dios se hace “carne” en el pueblo de Dios, el Evangelio toma forma en la historia. Según el propósito de Dios, el Evangelio nunca h|a de ser únicamente un mensaje en palabras sino además un mensaje encarnado en su Iglesia y por medio de ésta, en la historia. La contextualización del Evangelio demanda la contextualización de la Iglesia, la comunidad hermenéutica cuyo propósito es manifestar la presencia de Cristo entre las naciones de la tierra”
 ( René Padilla, La Palabra Interpretada: Reflexiones sobre Hermenéutica Contextual. Boletín Teológico de la FTL, Enero a Marzo 1981, página 8)

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