Reconstruir la Educación Teológica desde afuera y
desde abajo. Nuevos campos y otros sujetos
“Jesús… padeció fuera de las puertas.
Salgamos también nosotros fuera del campamento para ir hacia él.” Hebreos
13: 12-13
La Educación Teológica (ET) en
América Latina y el Caribe (ALC) es un campamento muy particular: sus tiendas y
carpas son exclusivas, sus cercas y muros altos y en algunos casos protegidos
por verdaderos alambres de púa.
Según los Evangelios y el autor de la
carta a los Hebreos, Jesús fue asesinado fuera de las puertas de Jerusalén, es
decir, fuera del centro del poder religioso, económico, político, cultural y
educativo de su tiempo. Para encontrarlo hoy se nos invita a salir del
campamento, aun cuando esté habitado por honorables testigos de la fe, grandes
especialistas de la religión, conocimientos depurados, bibliotecas interactivas
y actualizadas.
El campamento de la ET cubre hoy una
topografía particular y restringida: la de institutos, seminarios y facultades
en los que penetran, no sin dificultades, futuros pastores, mayormente varones,
con requisitos escolares de secundaria, sujetos además a varios otros tamices
seleccionadores.
¿Qué podría significar entonces para
la ET salir del campamento o explorar tipos de espacios alternativos al modelo
de la ciudad santa? Por ejemplo dejar la posibilidad de reformularse desde
fuera de los poderes religiosos y por debajo de las concentraciones académicas.
Dejar que la gente de a pie entre en sus recintos para remodelarlos a partir de
sus propias necesidades y anhelos.
Para encontrar a Jesús hay que salir
del campamento, abandonar seguridades y convicciones aparentemente
incuestionables. No se nos invita a multiplicar y dirigir nuevos recintos
destinados a más personas, culturas o contextos; tampoco de reproducir las fórmulas,
doctrinas y moralismos de siempre para otros públicos.
Con apertura y buena voluntad algunos
seminarios, facultades, asociaciones e iglesias en ALC se plantearon en los
últimos años preguntas para que su propuesta formativa sea más relevante y de
acuerdo con los desafíos actuales:
- ¿Cómo cualificar los servicios
de la ET a las iglesias en los diferentes ámbitos y alcances de su compromiso y
misión con el mundo?
- ¿Cómo integrar en los planes
de estudios de los seminarios o centros de estudios temáticas urgentes y
desafiantes tales como la crisis alimentaria, el calentamiento global, la
violencia doméstica, el VIH-Sida, los Derechos Humanos?
- ¿Cómo reorientar a la ET para
que sea inspiradora y movilizadora para otras culturas y espiritualidades, tales
como las aborígenes, afrodescendientes, juveniles y otras?
- ¿Cómo articularse con el
protagonismo de la niñez y de la juventud que algunas Organizaciones basadas en
la fe reivindican para su propia faena?
El lector habrá notado que las
preguntas apenas sugeridas siguen una secuencia de menor a mayor grado de
complejidad y dificultad. Son interrogantes importantes y hasta
imprescindibles. Sin embargo, a pesar de su valor decisivo, permanecen de
alguna manera autocentradas. Vienen del propio campamento para saber cómo
acoger mejor las preocupaciones y desafíos del entorno externo. Suponen todavía
que existe un nudo de ET estable y permanente que debería acomodarse y abrirse
a la novedad y a la diferencia. En esta perspectiva, la ET se diversifica,
desmultiplica, contextualiza, inculturiza, lo que no es poca cosa; sin embargo,
en el fondo, su identidad queda intacta: sigue dentro de casa.
La invitación evangélica es que la ET
salga del campamento para encontrar nuevas verdades e inspiraciones, como a ese
Jesús que padeció fuera de las puertas, aunque su juicio y condena se hayan
maquinado adentro, en el mero centro religioso, educativo y político. Ir en
busca del otro para aprender de él, no para colonizarlo. Escuchar el susurro en
medio del viento y de los truenos, percibir nuevas músicas, reinventar
melodías, sentir sutiles perfumes y dejarse seducir por el Espíritu.
He aquí unas primeras
intuiciones/dudas/interrogaciones para reconstruir a la ET desde afuera.
- ¿Cómo y dónde se formaron
teológicamente las madres y los padres del desierto, las y los grandes teólogos
de los primeros siglos, otros dirigentes eclesiales esclarecidos cuando no
existían ni profesores, ni seminarios ni facultades de teología.
- ¿Cómo funciona la ET afectiva,
amorosa, primaria de una madre o de un padre de familia que inicia a sus hijos
en la fe?
- ¿Qué clase de ET construyen
las niñas o niños cuando interactúan, se interrogan, se burlan, se enojan o se
fascinan con la fe que sus padres, maestros, pastores les pretenden transmitir?
- ¿Qué métodos, epistemologías,
dispositivos educativos usan los pueblos originarios cuando se reúnen para dar
sentido a su historia, a sus mitos, a sus utopías dentro o fuera de un
cristianismo todavía colonial y colonizador?
- ¿Cómo acceden a la Palabra –y
también a la doctrina, a la ética, a la soteriología- quienes, literal y
físicamente están privados del ver, del oír o del hablar?
- ¿Habrá ET en medio de un
movimiento social, una asociación de vecinos, una corriente cultural que
inaugura nuevas luchas, otros lenguajes, sensibilidades alternativas?
- La socialización de
interrogantes, cosmovisiones, espiritualidades, modelos científicos, apuestas a
veces delirantes y hasta alucinaciones, ¿no será un terreno fértil para captar
otras señales y búsquedas de ET?
- ¿Cómo y dónde se formarán
teológicamente las y los creyentes, las y los ministros de todo tipo, las y los
teólogos latinoamericanos cuando los seminarios y facultades de teología hayan
sucumbido definitivamente a su crisis y agonía?
Profundizando, el desafío consiste no
solamente en repensar a la ET desde afuera sino, simultáneamente, desde abajo.
Ardua tarea. Hace décadas que la teología latinoamericana pregona la
articulación entre lo académico y lo popular; pretende prestar la misma
atención a los testimonios, a los símbolos a las prácticas religiosas populares
que a los manuales y ensayos teológicos formales. Se habla de incorporar la
corporalidad (redundancia significativa) a la narración y al discurso
teológico. De integrar las manos, el corazón y el sexo al quehacer teológico.
Releer nuestras tradiciones religiosas (cristianas o no) desde su carácter
inédito, fragmentario, desapercibido y no solamente desde una sistematicidad y
racionalidad eurocentrista. En fin, pasar de la seguridad a la vulnerabilidad
con todos los riesgos y desestabilizaciones que pueda provocar un aprender a
aprender en la fe y no en la doctrina.
Educadores teológicos, no siempre tan
competentes y curiosos como Nicodemo, somos invitados a volver a nacer a
nuestra vocación ya que el viento sopla de dónde y hacia donde quiere (Juan
3:8). El soplo del Espíritu no deja las cosas como son. Cuanto más está la ET
asentada dentro de las puertas y del campamento, más irrumpe el viento de
afuera. Cuanto mejor reconocida y utilizada por las jerarquías, más sube el
Espíritu desde abajo. Desde afuera, desde abajo y aun desde adentro y desde
arriba: siempre mueve.
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