Reflexiones acerca del Sentido de la Vida en el pensamiento de Víktor Frankl
“Las grandes cosas de la existencia sólo le son dadas a los seres que
saben orar y la mejor manera de aprender es por medio del sufrimiento.”
Víctor Rey
Durante cinco encuentros de
una hora y media en el mes pasado con cinco estudiantes del Diplomado en Estudios de la Realidad Contemporánea del
Servicio de Estudios de la Realidad (SER), leímos el libro de Viktor Frankl, “El
Hombre en Busca de Sentido”. De esos
hermosos encuentros en los cuales aprendimos mucho acerca de este autor, he
podido sacar algunas conclusiones que fui tomando nota y que las comparto en
este texto.
De las reflexiones llegamos a
la intuición que el “sentido último” de la vida puede consistir en el progreso
hacia el amor, entendido como la aproximación a los valores imperecederos,
caracterizando como principal valor humano al amor, el amor a sí mismo, hacia
la familia, hacia los progenitores, amor a todos los “tu” con que deba alternar
el “yo” en su vida, expresado a través de la tolerancia y la capacidad de
perdonar y el amor a la naturaleza y a Dios.
Viktor Frankl nos dice que al final de la vida no importará hasta dónde se ha
llegado, sino cuánto camino se ha recorrido en el progreso hacia el amor,
partiendo de la premisa de que cada individuo tiene un punto de partida
diferente.
Desde la perspectiva de la escuela de Viktor Frankl, se afirma que la persona
puede y debe contribuir a mantener en pie el vínculo innato con lo trascendente,
para dar al fenómeno de la fe la oportunidad de consumarse por sí sólo, sin
intervención de la voluntad.
A los seres humanos les es difícil venerar lo innominado; parecería que la
solución radica en conservar el respeto por el Ser en todas sus
manifestaciones, en la riqueza de los valores, la naturaleza, los objetos, las
plantas, los animales y las personas.
Al decir de Viktor Frankl, se puede ver a la conciencia como “el órgano que
detecta el sentido único de una situación de vida única”.
Para que se produzca ese proceso es necesario dedicarle momentos de
contemplación, pausas para meditar, instantes de quietud y recogimiento. Que tu
propia satisfacción constituya el efecto secundario de un acto de amor. Cuanto
más nos desvivimos por satisfacer nuestros gustos, tanto más fácil será que
dejemos de experimentarlos.
El ser humano decide emprender su camino dando prioridad al ser o al tener, lo
cual revela la dirección que lleva su vida, revela quiénes seremos, manifiesta
a dónde llegaremos si a la luz de las alturas o a dar vueltas y más vueltas
encerrados en un valle tenebroso.
La situación psicofísica y la posición social no es lo decisivo en la posición
en que se halla la persona; lo decisivo radica en la persona espiritual, en las
actitudes personales que cada uno adopta frente a su contexto natural.
Cuando se trata de actitudes, siempre es posible el cambio.
Viktor Frankl deja de lado la pregunta del “por qué”, pues es el elemento
detrás del cual se esconde el determinismo. Por el contrario al preguntarse QUÉ se revela
de inmediato la causa real del sufrimiento, que se centra en las actitudes que
toma la persona frente a las condiciones internas tanto como a las externas y
así se descubre que la causa real radica en la persona.
Si el QUÉ de las aflicciones humanas se encuentra con la trascendencia, todos
los “POR QUÉ” pierden su poder, nada de lo que nuestra fantasía pueda crear
puede oponerse a la confianza más profunda y última.
Empero no basta que se confíe en el sentido que lleva a los pequeños pasos en
dirección a la meta deseada; con cada paso que se dé, se deberá producir la
renuncia a las muletillas psíquicas que mitigan las contrariedades del momento,
estados cambiantes del uno mismo, que postergan su acercamiento a la meta deseada.
Si logramos reconocerlos en lo más íntimo de nuestros corazones, podremos dejar
pasar lo que no es prioritario y dedicarnos a lo que es preciso para hacer
frente a lo esencial.
No obstante siempre existe el llamado a buscar un sentido en las cosas. Las
recetas que hacen que las épocas exitosas y por desdicha seductoras, ofrezcan
respuestas a la cuestión del sentido, que nos permitan seguir viviendo, son la
modestia y la contención, la iniciativa propia y el amor al prójimo.
Etapas particularmente difíciles de la vida en las que debemos despedirnos de
una persona amada o de la posibilidad de realizar valores de esencial
importancia, sin los cuales la vida nos parece vacua.
Ante determinadas circunstancias de la vida, el sentido que se confiere al
sufrimiento determina cuál opción se volverá realidad, si interpretamos que “el
mundo se viene abajo”, como un alud en la pendiente que todo lo arrastra a su
paso, crecerá el peligro que sobrevenga un colapso psíquico. Si por el
contrario, interpretamos el sufrimiento como una prueba y un cometido, crecerán
las fuerzas para superarlo y renacer o resucitar psíquicamente.
Períodos conflictivos donde más que en cualquier otro caso, importa dar la
respuesta adecuada.
Lo que hace falta es coraje para vencerse a sí mismo y, si es preciso,
renunciar.
Es preciso tener coraje para salir indemne de los conflictos y también
confianza en lo que nos revela el silencio, la quietud, pues en el silencio y
la quietud captamos con nitidez las sutiles pulsaciones del corazón que nos señalan
el camino de regreso a la vida.
En el transcurso de la vida aumenta el conocimiento de los resultados de los
acontecimientos vividos anteriormente y toda nueva información es
inmediatamente “recodificada” por el cerebro humano, cuyo acerbo de conocimiento
se “actualiza” o sea se modifica, entonces la mirada retrospectiva sobre el
pasado da un resultado erróneo y engañoso.
En realidad se trata de un recurso de primordial importancia, impuesto por
nuestra propia naturaleza para nuestro bienestar atendiendo a una
interpretación y juicio más reciente que acumular en la memoria lo negativo que
sucedió hace tiempo.
Viktor Frankl nunca expuso a ningún individuo al riesgo de arrojar una mirada
retrospectiva sobre su pasado alimentando una fantasía que, como hoy sabemos,
es engañosa.
Viktor Frankl cambió el punto de mira y, con ello, el “material de
decodificación” haciendo ver en los graneros del pasado su vida más rica y
realizada y lo contrasta con su dignidad de ser libre y espiritual para que
encuentre su yo más valioso.
Esto no sólo ocurre a nivel consciente y emocional, sino también
imperceptiblemente a nivel neuronal, lo cual le dará un tinte menos sombrío, en
contraste a su sentimiento anterior.
Entonces la “mirada retrospectiva con ira”, es sustituida cognitivamente por
una “mirada prospectiva con confianza”.
Se trata de lo siguiente: cuando estamos bajo una fuerte presión emocional, nos
mostramos diferentes de cuando no lo estamos, entonces somos irreflexivos,
descontrolados y desembozados, apareciendo nuestro “verdadero rostro” sin los
maquillajes que impone la cosmética de nuestra socialización.
En esos momentos queda en evidencia de qué es capaz y a qué está dispuesto un
ser humano y a qué no está dispuesto aún bajo máxima tensión, dejando al
descubierto la ética de su corazón.
Se puede objetar que la fuerte tensión emocional puede distorsionar lo humano
en una persona; en eso, precisamente, consiste el test, evaluar lo que bajo
determinada carga, los sentimientos pueden hacer con una persona.