jueves, 30 de junio de 2016

El futurólogo Alvin Toffler
"Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos  que no puedan aprender, desaprender y reaprender." (Alvin Toffler)

Víctor Rey

Acabo de enterarme que este lunes 27 de junio a los 87 años falleció el escritor norteamericano Alvin Toffler.  Hijo de inmigrante judío. Inmediatamente vino a mi mente su libro “El Shock del Futuro”, que leímos y discutimos con algunos amigos en los patios de la Universidad de Concepción en los años 70, cuando estudiábamos filosofía.  Para ese tiempo tan ideologizado nos parecían exageradas algunas de sus predicciones.  En los años 90 cuando vivía en Ecuador volvieron a caer en mis manos su trilogía ahora incluía “La Tercera Ola” y “El Cambio del Poder”.  Estos libros los encontré de ocasión en una librería de libros usados.  A partir del nuevo milenio, me he dado cuenta que las predicciones de Toffler han tenido una capacidad de asertividad increíble.  Sus textos me han ayudado mucho para entender el cambio cultural que estamos viviendo.


Alvin Toffler se hizo conocido a partir de la publicación en 1970 de su ensayo “El Shock" del Futuro” que se convertiría en un auténtico bestseller. A este libro le seguirá 10 años después --1980—“La Tercera Ola”, desarrollo y profundización de sus tesis centrales, y 20 años más tarde --1990—“El cambio del Poder”. Estos tres ensayos configuran en opinión de Toffler una «trilogía»  que recoge lo central de su pensamiento. Después de su trilogía ha publicado --firmando esta vez con su esposa Heidi, quien ha sido siempre su estrecha colaboradora--:"Las guerras del futuro" --1993-- y "Creating a new civilization" --1995.

La preocupación por los temas sociales y el cambio nació desde muy joven en Toffler. Luego de concluidos sus estudios de universitarios de sociología quiso hacer --en compañía de su esposa Heidi-- una experiencia como obrero industrial durante cinco años. En aquella época se interesó en la política y asumió la ideología marxista.

Hablando de esos tiempos de su vida dice Toffler: «Finalmente, era un activista político. A finales de la década de los cuarenta, había viajado al Sur para luchar en pro de los derechos civiles. Había participado en manifestaciones y descubierto el marxismo, el cual contempla las fábricas como el centro exacto del universo. Por tanto, el ir a la industria" también constituía una posibilidad de ayudar a organizar a los obreros. Todo esto resultaba embriagador".

Después de su experiencia como obrero --que califica como muy importante para su vida-- Toffler se dedicó al periodismo. Fue corresponsal en la Casa Blanca, lo que le permitió tomar contacto con el alto mundo político norteamericano.

Entre las revistas en las que escribió se debe mencionar la publicación Fortune, de la que se convertiría en columnista de temas laborales. En 1961 dejará esta revista y se convertirá en colaborador libre de diversas publicaciones y, con el tiempo, en conferencista itinerante.

En 1964 publicó el ensayo “Los consumidores de cultura”, que, en sus propias palabras, constituyó un análisis de la economía de las artes en Estados Unidos y un ataque al elitismo cultural.

“El shock del Futuro” produjo un cambio radical en la vida de Toffler. El libro alcanzó un éxito de ventas inesperado que convirtió a su autor en toda una personalidad. Incluso se hizo una película, animada por el conocido actor inglés Orson Wells, a partir del ensayo.

Para ese momento, según dice Toffler, habría dejado atrás, en lo fundamental, su adhesión al marxismo. En la actualidad se refiere a él como una expresión de la revolución industrial en total crisis y, como tal, anticuado, insuficiente e inadecuado para comprender el mundo de la alta tecnología, es decir el mundo del futuro. Sus criterios de juicio adquirirán curiosos matices y perspectivas propias. Su interés se centrará en el tema del futuro y el proceso de cambio por el que está pasando la humanidad.

El tema central de la reflexión de Alvin Toffler es el cambio. Los tres ensayos que conforman lo que ha llamado su trilogía abordan desde diversas perspectivas este proceso que el autor considera muy profundo.

«El Shock" del Futuro” --afirma Toffler-- contempla el proceso del cambio: la forma en que éste afecta a las personas y a las organizaciones. “La tercera ola” se centra en las orientaciones de ese cambio: adónde nos están llevando los cambios de hoy. “El cambio del poder”  aborda el control de los cambios que han de sobrevenir: quién les dará forma, y cómo.

Su argumento central es que la humanidad se encuentra frente a un cambio social muy profundo. El ser humano tiene ante sí un futuro que se viene aceleradamente y para el cual ni sus instituciones, ni él mismo se encuentran suficientemente preparados.

En las páginas de El "shock" del futuro trata de explorar sistemáticamente los efectos de la aceleración del cambio que está afectando a la humanidad de finales del segundo milenio.

El problema principal sobre el que se detiene no es sólo el proceso de cambio en sí mismo, sino la aceleración de este cambio que lo hace desestructurante y de difícil asimilación para el ser humano.

Por eso se refiere a la llegada del futuro como un shock: «Este shock --afirma-- es la desorientación vertiginosa producida por la llegada prematura del futuro. Y puede ser la enfermedad más grave del mañana» . Ve este shock como una «nueva enfermedad psicológica, turbadora y virulenta» .  Los efectos del shock son múltiples y aquejan de diversas maneras la vida del ser humano. Toffler cree descubrir tres efectos principales que afectan seriamente al hombre: la transitoriedad, la novedad, y la diversidad. Su ensayo “El shock del futuro” está articulado principalmente a partir de estos tres elementos.

En La tercera ola Toffler se fija en las direcciones y consecuencias del proceso de cambio. La tesis central del ensayo es que la humanidad se encuentra ante una suerte de transición crítica hacia una nueva forma de civilización que, no obstante ser de incierto desenlace final, ofrece un potencial lleno de esperanza.

Llama a esta crisis la tercera ola en función de que ha habido antes otras crisis --otras olas en su lenguaje-- que trajeron transformaciones profundas de la vida social.

La primera ola fue producida por el descubrimiento de la agricultura hace diez mil años y propició la revolución agrícola. La segunda ola se generó por la revolución industrial iniciada hace unos trescientos años.

Esta segunda ola habría entrado en una fase de crisis muy seria en el presente siglo, percibiéndose sus primeros síntomas, según Toffler, a mediados de la década de los cincuenta --cuando los obreros norteamericanos se vieron superados en número por los trabajadores del conocimiento y los servicios--.

La tercera ola estaría siendo generada por el fracaso del industrialismo y por la aparición de la revolución tecnológica --Toffler habla de un salto "cualitativo" en el conocimiento--. Las consecuencias de esta ola afectarán seriamente la vida de los seres humanos, en aspectos como lo económico, lo político, incluso la misma vida familiar. Se trata, según cree, de «la muerte del industrialismo y el nacimiento de una nueva civilización; civilización que es «al mismo tiempo, altamente tecnológica y antiindustrial».

Es un proceso que tiene características revolucionarias --por la profundidad y radicalidad de los cambios en la vida del ser humano-- y globalizantes --porque se difunde a nivel planetario--. En palabras de Toffler «lo que ahora está sucediendo es, ni más ni menos, una auténtica revolución global, un salto cuántico en la Historia».

En el libro “El cambio del Poder” aplica sus hipótesis sobre el proceso de cambio de la sociedad al control del poder y las tensiones que se generan alrededor del asunto.

En palabras suyas, este tercer ensayo de su trilogía «se centra en el papel --profundamente modificado-- del conocimiento en relación con el poder. Presenta una nueva teoría del poder social, y examina los cambios que se avecinan en los negocios, la economía, la política y los asuntos mundiales».

A partir de sus hipótesis respecto de la llegada de la tercera ola, Toffler considera que estaría naciendo un nuevo sistema de poder que sustituiría al del pasado industrial. Esto traería una lucha por el poder «que se entablará en todas y cada una de las instituciones humanas», empezando por el mundo empresarial, los Estados, el mercado, los medios de comunicación, incluso la familia y la Iglesia. El punto central para él es quién tendrá el «control del conocimiento», pieza esencial de la civilización del futuro.

miércoles, 29 de junio de 2016

MUCHAS GRACIAS CHILE

Eso es lo que corresponde ahora. Nada más que eso. Darle las gracias a este brillante grupo de jugadores, a la mejor selección chilena de todos los tiempos, al bicampeón de América, al equipo que no le teme a nadie y a nada y que, bien enrielado y respetando la personalidad de juego que les dieron como mandamientos hace un tiempo, volvió a demostrar que es capaz de cualquier cosa. Todavía y por un buen rato... aunque muchos lo dudaban hace un año.
Gracias también y desde luego al primer responsable, a quien dio el gran salto, al que consiguió el cambio cultural más grande y exitoso de estos cien años de selección (sólo comparable al de Riera, pero que duró mucho menos). Al técnico que a punta de trabajo, convicción, disciplina, reglas claras y estudio permitió todo esto. A quien le enseñó a este grupo de jugadores -ya adultos, ya en Europa- a ser los mejores. El tipo que les metió en la cabeza que para lograrlo había que ser humilde y tragarse el veneno, había que dejar de echarle la culpa al árbitro (o a los policías canadienses), había que entrenar mucho, muy fuerte y muy duro, que no había que dejar de correr nunca para sorprender y equiparar al rival, que había que estudiar los movimientos del equipo hasta pre configurarlos y sabérselos de memoria, que la mera improvisación o el trote eran un insulto a la inteligencia humana, que había que cumplir misiones tácticas aunque no fueras, o precisamente porque no eras, una estrella mundial. Gracias Marcelo Bielsa por cambiar la historia del fútbol chileno en apenas cuatro años.
También, cómo no, hay que darle las gracias al que vino a corregir el camino y retomarlo cuando lo estábamos dejando. Al que ordeno aún más la casa, le dio variantes, aportó grandes nombres al equipo (Vargas, Marcelo Díaz, Mena, Aránguiz y Silva) y lo llevó por primera vez a ganar títulos y a derrotar por los puntos a los mejores del mundo (España y Brasil entre ellos). Gracias Jorge Sampaoli por los enormes servicios prestados.
Gracias especiales a Vargas (dos veces seguidas goleador de América), a Isla, Silva, Beausejour y Jara, por rendir siempre más en la Selección que en otra parte. Gracias a Fuenzalida y Silva por ser tan ordenados, lo que en el fútbol importa tanto como ser talentoso. Gracias a Aránguiz por volver a tiempo y ratificar sus enormes condiciones. Gracias a Bravo por no escuchar tonteras y seguir siendo el mejor arquero chileno de todos los tiempos. Gracias a Vidal y Medel por las condiciones fuera de serie, la garra y la impresionante personalidad. Gracias a Alexis por ser un jugador valiente y pararse después de cada patada... porque eso y no otra cosa es ser un hombre: no desaparecer, seguir atacando y corriendo hace adelante cada vez que te pegan y te vuelven a pegar.
Gracias, desde luego, a la bendita ciudad de Nueva York por este año maravilloso, por haber frenado la carrera delictual a Sergio Jadue y sus “asesores” y por haber sido escenario final y glorioso para el sueño del bicampeonato. Todo en tan pocos meses. Gracias, también, a la arrogancia tonta de los Chevantón, Caparrós, Liberman y Tévez de este mundo, que equivocan el camino y siempre terminan patinando, alimentando al rival y llorando las penas. Gracias Dunga por despedazar a Brasil y hacerlo desaparecer del mapa. Gracias Martino por la falta de coraje y por hacer, en dos finales a falta de una, su equipo dependiera sólo de Messi para llegar al arco rival. Gracias Uruguay por seguir jugando a nada y por seguir creyendo que el fútbol se juega a las patadas. Gracias Argentina por demostrarnos que están ahí al ladito no más, en todo sentido, y que para alcanzarlos y pasarlos sólo era cosa de trabajar más y con buenos técnicos (técnicos suyos, para ser bien realistas y agradecidos).
Y finalmente, por supuesto, gracias a Juan Antonio Pizzi y su cuerpo técnico por habernos tapado la boca a los críticos de sus costumbres disciplinarias y de entrenamientos. Y también, claro está, por haber entendido a tiempo que había que cambiar el sistema de juego propio y volver al testamento de quienes estuvieron antes y construyeron todo esto.
Felipe Bianchi Leiton

sábado, 25 de junio de 2016



Cómo experimentar a Dios hoy

Leonardo Boff


En los días actuales vivimos tiempos tan atribulados políticamente que acabamos psicológicamente alterados. No ver caminos, andar a ciegas, a la deriva como un barco sin timón, nos quita el brillo de la vida. Acabamos olvidando las cosas esenciales.
Quien leyó mi último artículo: “¿El Brasil actual tiene arreglo?” encuentra allí el trasfondo de esta reflexión sobre Dios. En momentos así, sin ser pietistas, nos volvemos hacia aquella Fuente que siempre alimentó a la humanidad, especialmente en tiempos sombríos de crisis generalizada. Sentimos saudades de Dios. Esperamos luces de Él. Y más aún: queremos experimentarlo y sentirlo desde el corazón en medio de la turbulencia.
Si miramos la historia, constatamos que la humanidad siempre se preguntó por la Última Realidad. Se daba cuenta de que no podía saciar su sed infinita sin encontrar un objeto infinito adecuado a su sed. No conseguiría explicar la grandeza del universo y nuestra propia existencia sin aquello a lo que convencionalmente se llama Dios, aunque tenga otros mil nombres según las diferentes culturas. Hoy, con un lenguaje secular, proveniente de la nueva cosmología, hablamos de la «Fuente Originaria de donde vienen todos los seres».
A pesar de esta búsqueda incansable el testimonio de todos es que “nadie ha visto nunca a Dios” (1 Jn 4,12). Moisés suplicó ver la gloria de Dios, pero Dios le dijo: “No podrás ver mi rostro porque nadie puede verme y seguir viviendo” (Ex 33, 20). Si no podemos verlo, podemos identificar señales de su presencia. Basta prestar atención y abrirnos a la sensibilidad del corazón.
Me impresiona el testimonio de un indígena cherokee norteamericano que habla de alguien que buscaba desesperadamente a Dios pero no prestaba atención a su presencia en tantas señales. Cuenta él:
«Un hombre susurró: ¡Dios, habla conmigo! Y un ruiseñor empezó a trinar. Pero el hombre no le prestó atención. Volvió a pedir: ¡Dios, habla conmigo! y un trueno resonó por el espacio. Pero el hombre no le dio importancia. Pidió nuevamente: ¡Dios, déjame verte! Y una enorme luna brilló en el cielo profundo. Pero el hombre ni se dio cuenta. Y, nervioso, comenzó a gritar: ¡Dios, muéstrame un milagro! Y he aquí que nació un niño. Pero el hombre no se inclinó sobre él para admirar el milagro de la vida. Desesperado, volvió a gritar: ¡Dios, si existes, tócame y déjame sentir tu presencia aquí y ahora. Y una mariposa se posó, suavemente, en su hombro. Pero él, irritado, la apartó con la mano».
«Decepcionado y entre lágrimas siguió su camino. Vagando sin rumbo. Sin preguntar nada más. Solo y lleno de miedo. Porque no supo leer las señales de la presencia de Dios».
La consecuencia de su falta de atención produjo su desespero, soledad y pérdida de enraizamiento. Lo opuesto a creer en Dios no es el ateísmo, sino la sensación de soledad y desamparo existencial. Con Dios todo se transfigura y se llena de sentido.
En medio de nuestra enmarañada situación política actual, buscamos una verdadera experiencia de Dios. Para eso, tenemos que ir más allá de la razón racional que comprende los fenómenos por las ramas, los calcula, los manipula y los incluye en el juego de los saberes de la objetividad científica y también de los intereses políticos como los actuales. Ese espíritu de cálculo piensa sobre Dios pero no percibe a Dios.
Tenemos que tener otro espíritu, aquel que siente a Dios: el espíritu de finura y de cordialidad, de admiración y de veneración. Es la razón cordial o sensible, que siente a Dios desde el corazón.
Dios es más para ser sentido a partir de la inteligencia cordial que para ser pensado a partir de la razón intelectual. Entonces nos damos cuenta de que nunca estábamos solos. Una Presencia inefable, misteriosa y amorosa nos acompañaba.
¿No será por eso no acabamos nunca de preguntarnos por Dios, siglo tras siglo? ¿No será por eso que siempre arde nuestro corazón cuando nos entretenemos con Él? ¿No será el adviento de Él, del sin Nombre y del Misterio que nos habita? ¿No es por eso que creemos que hay siempre una solución para nuestros problemas?
Estamos seguros de que es Él cuando ya no sentimos miedo pues Él es el verdadero Señor de la historia. Y osamos esperar que un destino bueno surja de la oscuridad actual, bajo la cual sufrimos. 

martes, 21 de junio de 2016

Cineterapia oncológica: Innocence (Nunca me olvides), Australia y Bélgica, 2000, Paul Cox





"Innocence" es una película australiana dirigida por Paul Cox  en el que se narra una historia de amor medio siglo después de haber vivido juntos su primer amor y donde la pareja vuelve a reencontrarse. Tras tantísimo tiempo transcurrido y a pesar de todas las vueltas que sus vidas ha dado el afecto entre ambos no ha desaparecido. Él lleva treinta años viudo, ella está casada. Sin embargo, su matrimonio está falto de pasión, una pasión que ahora renace con este encuentro con quien fue el primer amor de su vida. Así, inician o retoman, tras toda una vida separados, una intensa relación que los llevará a difrutar, ahora en su ultima etapa de la madurez, de una nueva época de renacimiento y de emoción. Él padece un cáncer terminal no especificado. El cáncer se cuela como un hecho puntual argumental en la película. El protagonista decide libremente no recibir tratamento activo alguno y disfrutar de sus últimos días. 

Con el paso del tiempo la inocencia del primer amor se puede perder, pero para algunos es imposible de olvidar. Andreas Borg, (interpretado por Charles "Bud" Tingwell) es un organista y profesor de música jubilado descubre que su primer verdadero amor, Claire (Julia Blake), vive en la misma ciudad que él. Cincuenta años después de compartir una apasionada historia de amor en la Bélgica de la posguerra, Andreas decide escribirle una carta. Vacilante, Claire acepta su petición de volverse a encontrar y pronto se hará evidente que el amor que existió entre ambos no se ha marchitado. Parece que nada haya cambiado cuando inevitablemente lo ha hecho. Sabiendo que el tiempo es precioso, ambos se embarcan en una aventura descabellada, intensa y tempestuosa como la que tuvieron en su juventud. "Innocence" tiernamente nos muestra cómo cada etapa de la vida tiene su propio tipo de amor. Para Andreas y Claire, su pasión reavivada les permite vivir más plenamente el presente. Y nos recuerda : "El amor se hace más real cuanto más cerca está la hora de la muerte."

Claire vive con su marido John (Terry Norris) en Adelaide, Australia. Ellosllevan casados 45 años, pero la intimidad ha salido de su relación y el tedio está instalado. Es por eso que ella se emociona al recibir una carta de Andreas, su primer amor de hace más de 50 años. Tuvieron una relación apasionada en Bélgica, donde él era un estudiante de música y ella era la hija de un diplomático australiano.

Cuando se reencuentran, el amor que compartieron hace tanto tiempo sigue ahí, intacto por el tiempo, el matrimonio, la familia y nietos. "Usted tiene una cepa sentimental dulce", Le dice Claire a Andreas, cuya esposa murió hace 30 años. En una escena muy emotiva, se ve a él obligado a estar de pie junto a la tumba de su esposa, pues el cuerpo de su difunta esposa va a ser exhumado del cementerio ya que está previsto ser reemplazado por un complejo inmobiliario.

La conexión íntima entre Claire y Andreas sigue siendo fuerte y encuentran consuelo uno en los brazos del otro. Mientras, el marido de Claire se sorprende cuando ella le habla de su relación con Andreas. Después de años de dar por sentada su relación de por vida con su esposa y centrar toda su atención en sus propias necesidades, John se mueve entre las conflictivas emociones de ira, celos y remordimiento.

Claire y Andreas cosechan sus recuerdos del pasado, comparen historias y hablan de la vida, el amor y la muerte. Cuando él se encuentra hospitalizado en una batalla contra el cáncer avanzado, ella está allí para consolarlo. Monique, la hija de Andrea (Marta Dusseldorp) acepta a la amante de su padre con felicidad.

Cuenta Paul Cox que la idea surgió al ver a sus padres caminando de la mano. Habían llevado una vida dura, como muchas parejas que se sostienen durante años y ahora se marchaban juntos en paz. La película fue elogiada por la crítica y fue una de las películas más exitosas de Paul Cox. El séptimo arte nos demuestra que el amor en la "tercera edad" puede ser francamente adorable, al igual que lo hiciera en otras películas como "En el estanque dorado" o "Solas". Es una verdaderareflexión sobre el envejecimiento consciente con grandes reservas de sensibilidad, sabiduría y creatividad. "El amor se convierte en un sendero del despertar, ese despertar del sueño de viejos patrones inconscientes, con la frescura e inmediatez de vivir más plenamente en el presente, de acuerdo con lo que realmente somos. La gran cosa acerca de envejecer es que no se pierde el resto de las edades que has estado", recuerda la escritora Madeleine L'Engle sabiamente. Saborear la acumulación de experiencias, aventuras y recuerdos es uno de los placeres de las últimas etapas de la vida. Tenemos el placer de recordar lo que una vez fue y sigue siendo una parte de nosotros: nuestro yo más joven en toda su variedad.

Cox nos recuerda con esta hermosa película que "El cine es un regalo que te llevas a casa. Sé que Innocence es incapaz de ofender o de herir a nadie. Sólo puede enriquecer la vida. Esta película es un santuario. Esperemos que devuelva un poco de humanidad al cine". Una espléndida película para disfrutar.

lunes, 20 de junio de 2016



Ernesto Sábato: Resistió hasta el fin


Víctor Rey

En un aniversario más de su nacimiento un 24 de junio de 1911.
No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí”.  Ernesto Sábato  LA RESISTENCIA (Seix Barral, B.A. 2000)
¿Quién es Ernesto Sábato? Me preguntó un joven hace algunos días y la respuesta brotó instantánea: ¡El que escribió EL TUNEL!  Efectivamente Sábato es el escritor de la famosa novela EL TUNEL.  Una novela que casi todos hemos leído en nuestra época de secundarios. Un libro excepcional escrito con una intensidad tal que da la impresión de ser un cuento.  Pero Sábato no sólo es el autor de la trilogía: EL TUNEL, SOBRE HEROES Y TUMBAS, o ABADDON  EL EXTERMINADOR.  Es el ensayista que leímos en nuestra época de universitario, que revela su relación con la ciencia y la filosofía en UNO y EL UNIVERSO.  El que plantea la lucha con la idea del progreso y la deshumanización del hombre en HOMBRES Y ENGRANAJES y más tarde en HETERODOXIA.  Y es el que cuenta del oficio de escribir en EL ESCRITOR Y SUS FANTASMAS.  Y es también el pintor. 
Víctor Rey RiquelmePero el escritor Sábato también es un ejemplo de autoridad moral.  Nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, un 24 de junio en 1911.  Hace 5 años murió. Sábato no es sólo un hombre cuyas obras recorren el mundo en millones de ejemplares traducidos a 28 idiomas sino uno de los personajes más buscados  cuando es necesaria una opinión “calificada” sobre algún asunto ético.
Sábato que presidió la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (CONADEP)  durante el gobierno militar en la Argentina (1976-1983) y produjo el famoso informe NUNCA MAS, puede poner en tela de juicio al presidente del país, a las iglesias, a las Fuerzas Armadas, la ciencia, las corporaciones empresariales, pero siempre encuentra el apoyo de la opinión pública.
Reflejo de su autoridad es su vida austera y el auditorio masivo que convoca cada vez que repite por televisión sus viejas ideas sobre el corazón del hombre y la ausencia del progreso.
A lo largo de su vida, Ernesto Sábato fue militante del marxismo y representó a la Federación Juvenil Argentina en un congreso del partido comunista, en Bruselas; estudió filosofía en la Universidad de La Plata y como físico estudió radiación nuclear en el Laboratorio Curie de París, y en la década de los años 40 abandonó la ciencia “por temor a su futura utilización”.
En la actividad literaria se convirtió en una de las máximas figuras de la literatura hispanoamericana, en 1984 ganó el premio Cervantes, en 1989 el premio Jerusalem y en 1997 el premio Menéndez Pelayo.
Sábato dice que abandonó el marxismo porque dejó de creer “En cualquier idea que repugne a los problemas sobrenaturales”, y decidió afiliarse a la causa del hombre real, de la justicia social y de la dignidad humana.  Hoy se declara “un anarquista cristiano”, y agrega: “Yo empecé a luchar por la justicia social a los 16 años en el colegio y nunca he dejado de hacerlo.  Creo que es un deber.  No me gusta que los chiquititos se mueran de hambre.  Eso me ha llevado muchas veces a cuestionar incluso la existencia de Dios, a pesar de que me considero un espíritu religioso, aunque anárquico.  Como también lo era Cristo.  Cristo insultaba a los fariseos y andaba con los pobres, con prostitutas…Ese es el verdadero Cristo.  Lo demás son cuentos”.   También hace un ejercicio de autodefinición: “¡Yo soy un anarquista!  Un anarquista en el sentido mejor de la palabra.  La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus como, por ejemplo León Tolstoi”.   (Entrevista en el diario El Tiempo, Bogotá, 22 de junio de 1997)
En su penúltimo libro: ANTES DEL FIN, Memorias, (Seix Barral, 1999, 214 páginas), se destaca el hombre triste, melancólico que piensa en Matilde, su esposa fallecida y solloza.  Que se ve a sí mismo inclinado hacia la tierra encorvado, cansado.  Es el hombre que tiene pequeños momentos de dicha cuando su gatita se recuesta en sus rodillas o cuando despierta con el trinar de los pájaros al amanecer.
De sus épocas de adolescente recuerda su vinculación con grupos anarquistas y comunistas.  Recuerda manifestaciones de obreros y estudiantes cobijados por banderas rojinegras.  Recuerda que la revolución Rusa tenía aún el resplandor romántico y que los compañeros comunistas terminaron por convencerle (aunque luego haya manifestado que no compartió los criterios de los “comunistas de salón” y que “el anarquismo fue más fuerte en su interior”)…Recuerda que huyo de casa y que era, a los 19 años, una especie de delincuente que luchaba en la clandestinidad contra la dictadura del general Uriburu.  Esa militancia le llevó a participar en diversos congresos comunistas dentro y fuera de Argentina.
Más tarde cuando terminó su doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, el profesor Houssay, premio Nobel de Medicina, le concedió una beca que anualmente otorgaba la Asociación para el Progreso de las Ciencias, y se fue a trabajar al Laboratorio Curie, en París: “durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas.  En el Dome y en el Deux Magots, alcoholizados con aquellos heraldos del caos y la desmesura, pasábamos horas elaborando cadáveres exquisitos”.
Un cuartucho en París, Matilde y su pequeño hijo, la ciencia y el trabajo con la propia Irene Curie…”Muchos, con perplejidad, me han preguntado cómo es posible que habiendo hecho el doctorado en ciencias físico-matemáticas, me haya ocupado luego de cosas tan dispares como las novelas con ficciones demenciales como el Informe sobre Ciegos, y finalmente, esos cuadros terribles que me surgen del inconsciente”.  Sábato no sabe contestar a esa pregunta.  Trabajar en el Laboratorio Curie era una de las grandes metas a la que pod{ia aspirar un físico.  Y después de llegar a una meta, solo queda el vacío.  Abandonó la ciencia a principios de la década de los cuarenta.  El mundo de los teoremas quedó ahí, trunco, en plena crisis espiritual.
Entonces tomó otro camino: el del arte.  Empezó a escribir en la revista Sur, en Teseo, a leer a Huxley, Faulkner, Michaux, a los clásicos, a Camus (con quién hizo amistad), Green, Thomas Mann.  Brevemente habla de sus libros, de su oficio como escritor, de sus pinturas.
En la segunda parte del libro, Ernesto Sábato deja a un lado los recuerdos para escribir sus anotaciones:  la reciente película que vio, el recorte de una noticia curiosa de un diario, las cifras de la pobreza en el mundo, la mujer sin patria, la preocupación de la guerra de Bosnia, el drama de los Sin Tierra en el Brasil, la crisis en todas partes, sus conversaciones con Cioran sobre estos temas trascendentales…”el mundo marchando hacia la desintegración, mientras la vida nos observa con los ojos abiertos, hambrientos de tanta humanidad”.
La muerte de su hijo lo derrumbó.  Sábato se define, al final del libro, como un tipo embriagado de dolor y entre ruinas.  Un tipo que, en la soledad de su estudio escucha el quinteto de Schumann para cuerdas y piano en un atardecer de 1998.  Tanta nostalgia le hace caminar un rato, hasta el Parque Lezama de Buenos Aires.  Se sienta en un banco de la plaza.  Se dice un náufrago.  Se confiesa propenso al pesimismo y a la depresión.  De repente, el abrazo de un niño lustrabotas es como un pacto de derrotados, pero que llama a la esperanza.
En su último libro: LA RESISTENCIA (Seix Barral, 2000, 148 páginas)  Sábato plantea que en este tiempo de globalización hay necesidad de establecer las bases de alguna resistencia que permita el equilibrio en el nuevo orden que se viene encima.  De lo contrario el hombre sucumbirá ante cada avance, y seguramente moriremos en red, solitarios frente a una máquina que se esmera en reproducir la vida en la pantalla.  Ernesto Sábato lo sabe muy bien y lo dice con la humildad y claridad que sólo los años otorgan a los hombres.  En LA RESISTENCIA, Sábato se esmera en hacer una radiografía sentida de los tiempos actuales, con nostalgia de cuando una conversación en un café valía más que un televisor encendido para acaparar la atención y evitar, en última instancia, que las miradas se crucen y se reconozcan lo que de seres humanos nos queda.
LA RESISTENCIA es una carta escrita sin vanidad alguna.  Y aunque suene a discurso en boca de un predicador barato no hay que olvidar toda la producción anterior de este escritor.  Así que estamos hablando de alguien que conoce abismos humanos y sabe describirlos.  Estamos hablando de quien se ha dado el lujo de entrar en depresiones profundas para salir airoso con toda la fuerza de la vida atrapada en la mirada.  “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”, dice Sábato en LA RESISTENCIA.  Nada tiene tiene que hacer el desarrollo salvaje frente a este caso de fe.  Sábato se refiere a muchos frentes de la vida humana en los momentos actuales pero siempre su mensaje de dirige a no perder de vista lo esencial: “Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados.  No debemos ser asesores de la corrupción.  No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores delante de los niños.
Del Internet, del tiempo libre, de relaciones humanas, de los afanes que mueven el mundo; temas que salen a la luz en LA RESISTENCIA con suavidad de quien habla desde el amor a sus semejantes y no desde la vanidad de un nombre de letras de molde.  Sábato está lejos de envanecerse por mirar su nombre en las librerías o en los diarios nacionales.  De hecho se despoja de todos sus atributos literarios para que su “carta”, como él mismo se refiere a este libro, no empantane entre figuras retóricas o giros inteligentísimos.  La RESISTENCIA está escrita para todo el mundo y en lenguaje sencillo y elemental.  Para advertirnos como en los siglos XVIII y XIX la dignidad de la especie estuvo cifrada en los adelantos tecnológicos, pero en este siglo que ahora muere, la tecnología se encargo de quitarnos la inocencia.  Pese a todo Sábato señala que: “no podemos hablar del hombre como si fuera un ángel, y no debemos hacerlo.  Pero tampoco como si fuera una bestia, porque el hombre es capaz de las peores atrocidades, pero también capaz de los más grandes y puros heroísmos”.
Para quienes no leyeron nunca a Sábato.  ANTES DEL FIN y LA RESISTENCIA es una forma de acercarse a un hombre y una obra quijotesca, a un espíritu combativo.  Para aquellos que leímos EL TUNEL con ansiedad, que seguimos en medio de dolorosas reflexiones los párrafos de los ensayos como UNO y EL UNIVERSO, HOMBRES Y ENGRANAJES, HETERODOXIA o EL ESCRITOR Y SUS FANTASMAS, que nos sumergimos en el complejo y terrible mundo de SOBRE HEROES Y TUMBAS, que quedamos asombrados con su novela profética ABADDON EL EXTERMINADOR, donde se vaticinaba el subyugamiento de las fuerzas del Mal y el derrumbe de la civilización contemporánea.  Que disfrutamos maravillados de su libro de conversaciones con Carlos Catania: ENTRE LA LETRA Y LA SANGRE o el libro de DIALOGOS con Borges.  ANTES DEL FIN y LA RESISTENCIA son dos libros obligatorios y necesarios para el hombre y la mujer de hoy.
Un sábado 30 de abril del 2012 un mes y medio antes de cumplir los 100 años, no dejó este ilustre escritor, y como adelantándose  a ese momento escribió estas palabras en la última página de La Resistencia.  “Pero ahora que la muerte está vecina, su cercanía me ha irradiado una comprensión que nunca tuve; en este atardecer de verano, la historia de lo vivido esta delante de mí, como si yaciera en mis manos, y hay horas en que los tiempos que creí malgastados tienen más luz que otros, que pensé sublimes.”

PELICULA PK

Recomiendo está película que vimos con varios amigos esta semana.
7,3
294
votos
PK
Sinopsis
Un extraterrestre de nombre PK (Aamir Khan) aterriza en la Tierra, donde tendrá que habituarse a vivir con los humanos mientras arregla su nave espacial. (FILMAFFINITY)


7 de abril de 2015
 
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Aamir Khan es el Tom Hanks indio. Y - en cierta medida - "P.K." (peekay, aka "borracho") + una pizca de "E.T.", otra de "Starman", etc. es (salvando las distancias) el "Forrest Gump" de Bollywood.
Como tal, es una película importante, en algunos momentos emotiva, con pasajes de humor, muchos de los clásicos clichés de la gigantezca industria fílmica india (como sus coloridas e infaltables coreografías) y un nivel de lenguaje de acceso popular.
Pero digo importante - y la califico con un siete - porque es una película valiente, producida en un lugar geopolíticamente "caliente", alrededor del cual están aconteciendo fenómenos sociales complejos, conflictos bélicos y el advenimiento de organizaciones paramilitares de radical fundamentalismo y violencia indiscriminada, surgidas tras la primavera árabe y que tienen al mundo en vilo por sus metodologías extremistas y sus acciones criminales.
En ese contexto, se nos ofrece un film que mediante una historia combinada entre ciencia ficción y comedia romántica formula un cuestionamiento racional a las concepciones religiosas imperantes en la región, con el objeto de desnudar la irracionalidad del fanatismo politeísta devenido de la sumatoria de monoteísmos idólatras excluyentes entre sí.
Además, también cuestiona el uso de las instituciones religiosas - y sectas - como instrumento de inmovilidad social y conservadurismo, sostenidas por la sistemática utilización de la fe popular para fines espúreos, privados y públicos.
Parece curioso que un tema tan complejo y profundo pueda ser abordado eficazmente por una película si se quiere "liviana", pero a la luz de la singularidad cultural de la media popular india (y en gran medida de la simpleza de los pueblos en general), es un gran mérito haber introducido una cuestión tan seria a través de una comedia de enredos.
Bienvenida sea.

En síntesis: la recomiendo. Pero con la advertencia que la superficialidad de su estética convencional pueda dar una apariencia contradictoria (o ambivalente) sobre la profundidad de su importantísimo y oportuno mensaje.
Adrián Klas 

miércoles, 8 de junio de 2016

Sencillamente Vivir.

"La vida no es fácil, pero podemos hacerla sencilla" Ruben Turienzo
 
Quizás porque siento cada día con más fuerza ese anhelo de sencillez, de vivir sin muchos adornos, de querer caminar, compartir, crecer, sentir, vivir sin grandes esfuerzos, desde lo sencillo, aquello que llena y no pesa, que suele venir en pequeñas e incluso a veces desapercibidas porciones y que no está exento de consciencia, de presente, de valentía, incluso de un punto de locura.
 
"Vivir con sencillez no es ningún castigo ni tormento sino más bien la posibilidad de ir dando forma y contenido a una vida plenamente humanizadora.
 
La simplicidad es ese arquitecto que permite que el edificio de nuestra existencia cotidiana tenga unas proporciones justas, equilibradas y armónicas en el pensar, en el sentir, en el hacer y en el tener." Jose María Toro 

Quiero sentir el placer y la emoción de vivir desde la sencillez que me acerca a tí, que me conecta con lo importante, que me eriza la piel, me ilumina la mirada, me regala esencias únicas en pequeñas dosis de día a día, consciencia puesta en Mi, en tí, en nosotros.

Y es que Vivir desde la sencillez es:
 
- Vivir simplificando. Perseguir tus sueños, esos que sueñas cada día y te animan a caminar y seguir creciendo. Y si los observas y prestas atención verás que son trazos limpios, claros, llenos de brillo y color. No dejes que se oscurezcan, que se diluyan por los artificios, por los "no podrás" por la envidia o la codicia. Busca alcanzar tus sueños desde la simplicidad, desde lo sencillo. Ese será el motor que te anime a seguir avanzando,lo demás será sólo un pequeño obstáculo en el camino.
 
"Las cosas más simples son tan extraordinarias que devienen obviadas de puro obvias. Solo quienes son o tienen alma de niño las ven." Alex Rovira
 
- Eres mucho más de lo que tienes. Practica el desapego. Sencillez es sinónimo de ligereza, de libertad. Suelta aquello que te ata y no te deja volar, nadar al son de la olas, correr detrás de tu cometa...dejalo ir. Te quedas con lo mejor, con tu esencia, con tu energía a raudales, con la música que nace de tí y ahora escuchas con claridad.
 
 
- Vive tus relaciones desde la sencillez. La amistad verdadera no lleva manual de instrucciones, está basada en lo auténtico, en lo que nace de dentro, no hay "tengo que", nos hay suposiciones absurdas ni expectativas que frustran, la amistad es esencia, es mirada que lo entiende todo, es compañía que sostiene, que escucha si juicios, que conecta con el corazón. Es energía que impulsa, que envuelve de cariño, que sana los momentos duros y multiplica por mil los días de alegría.
 
- Pon consciencia  y corazón en los pequeños placeres que cada día te regala la vida. Las sonrisas de tus hijos cada mañana, su mirada llena de admiración y asombro, el abrazo del amor de tu vida, ese cafecito caliente en el descanso de tu día a día en el trabajo, el codo a codo de tus compañeros, esa charla con tus amigos, el sonido de sus risas, las lágrimas de un día triste, la caricia que acompaña, la canción que suena y te lleva a momentos mágicos...el color del otoño, el gesto amable de la gente de que te mira a los ojos distraido y descubre tu saludo, tu sonrisa.
 
- Y sobre todo, vive agradecido y Ama. La sencillez se apellida gratitud. Agradecer lo que la vida nos da cada día, lo esencial, lo que nos llena. Practícalo y acompañalo de Amor. No hay manera más bonita de vivir la vida, el hoy, el presente, que vivir amando. Si pones Amor en lo que haces, en tu actitud con las personas con las que convives, en los pequeños actos de tu vida, todo tiene sentido, todo cambia. Haz la prueba! cuando todo lo demás no haya funcionado, cuando no seas capaz de comprender a la persona que tienes contigo, cuando te supere el entendimiento de algo que sucedió, cuando no sepas hacia donde ir, cuando un soplo de rabia amenace con nublarte los días...pon Amor, comprensión, aceptación, serenidad. Ama. Y cuando ames, no te dejes nunca la mirada limpia, el corazón abierto, los pies enraizados a la tierra que te recuerden que ese amor es mucho mas grande que tú y que por tí crece en el Universo cada día, no dejes de acariciar, de sonreir y de acompañar a vivir, dando lo mejor de ti, siendo lo mejor de ti.
 
 
"Nada es menor en nuestra vida. Nada es pequeño en el encuentro con el otro. Precisamente la mayor muestra de grandeza de un ser humano se observa en su sencillez, en su humildad, en su calidez, en su amabilidad, en su ternura, en la capacidad de mejorar el momento presente del otro desde la entrega que busca regalar una brizna de alegría a quien tenemos enfrente. Porque en efecto, tenemos muchas vidas que mejorar, empezando con la propia y la de quienes tenemos cerca". Alex Rovira.
 

jueves, 2 de junio de 2016

Bienaventurados los ateos porque encontrarán a Dios

María López Vigil

Los dogmas del Catolicismo, la religión en la que nací, ya no me dicen nada. Las tradiciones y creencias del Cristianismo, tal como las aprendí, me parecen cada vez más ajenas. Son respuestas. Y ante el misterio del mundo yo tengo cada vez más preguntas.

Sentimientos parecidos a los míos los descubro en mucha otra gente, sobre todo jóvenes, sobre todo mujeres, que no niegan a Dios, pero que buscan una espiritualidad que alimente de verdad el sentido de sus vidas. Y en busca de ese tesoro, donde poner su corazón, toman distancia, se apartan, revisan, hasta rechazan, la religión aprendida.

¿Qué nos pasa? ¿Qué me ha pasado? Que he crecido, que he leído, que he buscado, que vivimos en un mundo radicalmente diferente al mundo tribal, rural, pre-moderno, en el que se fraguaron los ritos, dogmas, creencias, jerarquías y tradiciones de mi religión. El sistema religioso que nos han enseñado habla de un concepto anticuado del mundo. Ya no podemos caminar con esos “zapatos”, ya no me sirven.

Sabiendo, como sé, que el Cristianismo en todas sus versiones (católicos, protestantes, evangélicos, ortodoxos…) es una religión poderosa, pero una más entre tantas que existen y han existido en el planeta y en la historia, ya no puedo creer que la mía es la religión verdadera. Sería una insensatez tan mayúscula como creer que mi lengua materna, el español, es entre todas las lenguas, la mejor sólo porque nací en ella, es la que conozco y la que sé hablar.

Encuentro arrogantes los postulados religiosos que aprendí. Porque se presentan absolutos, rígidos, infalibles, incuestionables, inmutables e impenetrables al paso del tiempo. Y la humildad –que tiene la misma raíz, que humanidad, humus– me parece un caminitoesencial ante el misterio del mundo, que ni la ciencia ni ninguna religión logra desentrañar cabalmente.

Sabiendo, como sé, las riquezas que encierran las variadísimas culturas humanas, los tantos mundos que hay en este mundo, no puedo creer que en mi religión y en la Biblia esté “la” revelación de esa Realidad Última que es Dios. Si así lo creyera, no podría evitar ser soberbia. Y no podría dialogar de igual a igual con los miles y miles y miles de hombres y mujeres que no lo creen así, que tienen otros libros sagrados, que van a Dios por otros caminos en donde no hay escrituras santas que venerar y seguir.

¿Cómo creer en ese galimatías dogmático, amalgamado con una filosofía superada, que afirma que en Dios hay tres personas distintas con una única naturaleza y que Jesús es la segunda persona de esas tres, pero con dos naturalezas? ¿Cómo creer lo que es absurdo y no entiendo si mi cerebro es la obra maestra de la Vida? ¿Cómo creer que María de Nazaret es Madre de Dios si Dios es Madre? ¿Cómo creer en la virginidad de María sin asumir lo que ese dogma expresa de rechazo a la sexualidad y a la sexualidad de las mujeres? ¿Cómo aceptar una religión tan masculinizada y, por tanto, tan separada de aquella primera intuición que presentía a Dios en femenino al ver el poder del cuerpo de la mujer que daba vida? ¿Cómo olvidarnos de que, por esa experiencia vital, Dios “nació mujer” en la mente de la humanidad?

¿Cómo creer en el infierno sin convertir a Dios en un tirano torturador como los Pinochet o los Somoza? ¿Cómo creer en el pecado original, que nunca nadie cometió en ningún lugar, que es solamente el mito con que el pueblo hebreo explicó el origen del mal en el mundo? ¿Cómo creer que Jesús nos salvó de ese pecado si esa doctrina no es de Jesús de Nazaret sino de Pablo de Tarso? ¿Cómo creer que Dios necesitaba de la muerte de Jesús para lavar ese pecado? Jesús el profeta, ¿un cordero propiciatorio que aplaca con sangre la cólera divina? ¿Cómo creer que Jesús nos salvó muriendo, cuando lo que nos puede “salvar” del sinsentido es que nos enseñó a vivir? ¿Cómo creer que como el cuerpo de Jesús y bebo su sangre, reduciendo así la Eucaristía a un rito materialista, mágico y evocador de sacrificios arcaicos y sangrientos que Jesús rechazó?

Sin embargo, dejando ya en mi camino tantas creencias de la religión aprendida, no dejo a Jesús de Nazaret. Porque, así como mi padre, mi madre y mis hermanos son mis referentes afectivos, y así como pienso, hablo y escribo en español y esa lengua es mi referente cultural, Jesús de Nazaret es mi referente religioso y espiritual, mi referente ético, el que me es más familiar para tantear el camino que me abre al misterio del mundo.

Hoy, sabiendo, como sé, de la majestad inabarcable del Universo en el que vivimos, con sus miles de millones de galaxias, no puedo creer que Jesús de Nazaret sea la única y definitiva encarnación de esa Energía Primera que es Dios. Eso no lo creyó Jesús. Esa elaboración dogmática, hecha posteriormente y en contextos de luchas de poder, escandalizaría a Jesús. Hoy, en vez de afirmar “creo que Jesús es Dios”, prefiero decirme y decir: “Quiero creer en Dios como creyó Jesús”.

¿Y en qué Dios creía Jesús, el Moreno de Nazaret? Nos enseñó que Dios es un padre, también una madre, que se preocupa por buscarnos, –el pastor que busca a su oveja, la mujer que busca su dracma–, que nos espera con ansia, que siempre acoge, que se indigna ante las injusticias y ante el poder que explota y oprime, que toma partido por los de abajo, que no quiere pobres ni ricos, que quiere que a nadie le sobre y a nadie le falte, que apuesta por la equidad y la dignidad de todos, que nos quiere hermanos, que nos quiere en comunidad, que no quiere señores ni siervos, tampoco siervas, que nos da siempre oportunidades, que se ríe y festeja, que celebra banquetes a los que invita a todos, que es alegre y es bueno, que es un abbá, una immá.

Todas las religiones del mundo, toditas, se parecen en algo: todas afirman que son las verdaderas y se ufanan de que sus divinidades son las más poderosas. Todas se sostienen en creencias, en ritos, en mandamientos y en mediadores. La mayoría de los mandamientos que imponen son prohibiciones: lo que no se puede hacer, lo que no se puede pensar, lo que no se puede decir... Y los mediadores que dominan las religiones son variadísimos: son libros, lugares, tiempos y objetos sagrados y, sobre todo, son personas sagradas a las que hay que creer, obedecer y reverenciar.

Cuando uno lee la buena noticia de los Evangelios, cuando capta su esencia, descubre que Jesús no fue un hombre religioso. Jesús fue un laico en contradicción permanente con los hombres piadosos y sagrados de su tiempo, fariseos y sacerdotes. Jesús no propuso creencias sino actitudes. No lo vemos nunca practicando ningún rito sino acercándose a la gente. Le dio la vuelta a varios mandamientos, tal como eran interpretados por los piadosos de su tiempo. Y no respetó ni los lugares sagrados (oraba en el monte) ni los tiempos sagrados (“El sábado es para la gente, no la gente para el sábado”).

Jesús fue un hombre espiritual y un maestro ético. Jesús no quiso fundar ninguna religión y, por eso, no es responsable de ninguno de los dogmas construidos desde el poder sobre la memoria apasionada de quienes lo conocieron. Jesús propuso una ética de relaciones humanas. Inspiró un movimiento espiritual y social de hombres y mujeres que buscando a Dios buscaran la justicia y construyeran su sueño, el Reino de Dios, que él concibió como una utopía contrapuesta a la realidad de opresión, injusticia, que le tocó vivir en su país y en su tiempo.


Cuando ninguna persona es sagrada todas las personas se vuelven sagradas. Cuando ningún objeto es sagrado todos los objetos merecen ser cuidados. Cuando ningún tiempo es sagrado todos los días que me es dado vivir se convierten en sagrados. Cuando ningún lugar es sagrado veo en la Naturaleza entera el sagrado templo de Dios. Esto también nos lo enseñó Jesús.

La irreverencia, la provocación, la gracia, el humor, la audacia y la novedad de la espiritualidad de Jesús de Nazaret han sido aprisionadas desde hace siglos en la dogmática cristológica. Esa dogmática nos hace prisioneros de un pensamiento único, nos encierra en una jaula. No nos deja volar porque no nos deja preguntar, sospechar, dudar… Los barrotes de esa cárcel provocan miedo. Miedo a desobedecer la palabra autorizada de quienes “saben de Dios”, las jerarquías de la religión. Miedo a ser castigados por pensar y por decir lo que pensamos.

Hoy, sabiendo que vivo “en torno a una estrella del montón, en una zona corriente de una galaxia vulgar, agrupada con otras igualmente anodinas en un cúmulo ordinario”, como describe este “barrio cósmico” que es la Tierra un prestigioso físico, no puedo dejar de sentir petulantes y esclerotizadas, irrelevantes para mi vida, las certezas y las normas de la religión organizada por una burocracia jerárquica que, además, en tantas cosas ha traicionado el mensaje de Jesús.

Me encuentro más cercana a la Vida que Jesús defendió y dignificó en esa religiosidad, en esa espiritualidad que es reverencia y asombro ante el misterio del mundo. Hallo más sentido espiritual en la “religiosidad cósmica” de la que habló el judío Einstein cuando dijo: “El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir”. Einstein reconoce que esa experiencia de lo misterioso “cuna del arte y de la ciencia ha generado también la religión”. Pero añade: “La verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la Belleza más resplandeciente” que nunca nos son del todo asequibles. Y concluye: “A mí me basta con el misterio de la eternidad de la Vida, con el presentimiento y la conciencia de la construcción prodigiosa de lo existente”.

No sé si a mí me basta esa formulación, pero sí sé que me resulta significativa porque me abre a nuevas preguntas. Y la religión, el sistema religioso en el que me educaron, no me abrió. Me cerró llenándome de respuestas fijas, preestablecidas, muchas de ellas amenazantes, angustiantes, generadoras de miedo, de culpa y de infelicidad. Es tiempo de humanizarnos. Y el sistema religioso, obligándonos a pensar a Dios de una única manera, imponiéndonos normas morales severas y faltas de compasión y obligándonos a cultos y ritos rutinarios y rígidos, nos deshumaniza.

¿Creo en Dios? ¿Qué es la fe? “Es un amor”, me respondió hace ya muchos años un campesino analfabeto en la República Dominicana cuando yo se lo pregunté. Nunca lo olvido. Sentí una explicación tan sencilla como profunda.

Si Dios es, es quien me mueve siempre hacia el amor, hacia los demás, sean personas, animales, árboles… Ese movimiento, ese impulso es a compartir, a simpatizar, a cuidar, a hacerme responsable, a meterme en el agua que guarda en su fondo ese pozo de todo lo que está vivo. La amistad es la felicidad de no poder tocar nunca el fondo de ese pozo. Eso es amor: un pozo sin fondo en el que poder beber. Eso debe ser Dios. En el amor que tengo a quienes quiero yo siento a Dios.

Si Dios es, es belleza. El derroche de belleza de la Naturaleza –las estrellas del cielo, los ojos de los perros, la forma de las hojas, el vuelo de los pájaros, los colores y sus matices, el mar–, todo ese inconmensurable y siempre sorprendente listado de hermosuras, todas parecidas, todas diferentes, todas relacionadas, esa belleza que yo no puedo ni abarcar ni entender, que deslumbra mis ojos y mi mente, que la ciencia nos descubre y nos explica, siento que tiene “la firma” de Dios. En el fondo de toda la belleza que veo en todo lo que existe yo siento a Dios.

Si Dios es, es alegría. En la fiesta, en la música y el baile, en las formas indefinibles que adopta la alegría cuando es profunda, en la palabra, en la compañía, en la celebración, en los logros, en el esfuerzo de creatividad, y muy especialmente en las risas y en las sonrisas de la gente, yo siento que Dios es más cercano que nunca.

Si Dios es, es también justicia. Es la justicia que la historia que conozco y en la que vivo no le ha garantizado nunca a la gente buena. Que no le garantizó a aquel campesino pobre y analfabeto que me definió la fe como “un amor”.

Pero Dios siempre está más allá de todo amor, de toda belleza, de toda alegría, siempre inalcanzable, innombrable, indescifrable, siempre más allá de la idea que de Dios me hago, más allá de mi propio deseo y nostalgia. Maimónides, el gran pensador judío de la Edad Media, escribió un tratado teológico-filosófico con este fascinante título: Guía para perplejos. Dice él: “Describir a Dios mediante negaciones es la única manera de describirlo en un lenguaje apropiado”.

Ni una pizca de esa perplejidad la encuentro ya en el sistema religioso en el que nací. Y es con estos “ladrillos” de pensamiento y de sentimiento, con este pensar y este sentir, con los que he ido construyendo a tientas una espiritualidad, convencida, como decía el poeta León Felipe, que nadie va a Dios por el mismo camino por el que voy yo. La espiritualidad es un camino personal, la religión es un corsé colectivo. Un “yugo pesado”, en palabras de Jesús.

En su libro La ola es el mar, el monje benedictino Willigis Jäger comenta: “Una persona sagaz dijo: La religión es un truco de los genes”. Jäger se toma muy en serio esa afirmación. Y explica: “Cuando la especie humana alcanzó el nivel evolutivo adecuado para plantearse preguntas sobre su origen, su futuro y el sentido de su existencia, desarrolló la capacidad para dar respuesta a esas preguntas. El resultado de este proceso es la religión, que durante milenios ha desempeñado magníficamente su tarea y aún sigue haciéndolo hoy. La religión forma parte de la evolución humana. Y si hoy llegamos a un punto en que sus respuestas ya no satisfacen, es un indicio de que la evolución ha dado un paso hacia adelante y está surgiendo en la humanidad una nueva capacidad para comprendernos como seres humanos.

 A pesar de los caminos errados y de los tiempos perdidos, cuánto me alegro de que, antes de morirme, desarrollé esa capacidad y pude vivir en el tiempo de ese paso hacia adelante”.