lunes, 25 de mayo de 2015

Las raíces del pensamiento humano
por Jaime Barylko
(Fragmentos)
¿Qué quiere el Hombre?
Uno nace y quiere ser feliz. Pero ¿en qué consiste ser feliz?
El religioso es feliz cuando reza y siente un contacto con lo trascendente. El ateo es feliz en su piel, en su cuerpo, en el cumplimiento de sus instintos. Yo era feliz, en mi soledad sonora de pensar, estudiar, escuchar a Bach.
Ser feliz es cumplir con un designio. Ese designio se vuelve propio, pero en un principio es ajeno, es de los otros, de la tradición, de la trama del tiempo en que vivimos y de la educación que recibimos. Miguel Ángel no significa nada para quien no se haya formado en los valores estéticos de Occidente, y la pintura china no nos emociona demasiado cuando la enfrentamos.
Por otro lado, están el sufrimiento, el dolor injustificado, los accidentes de la existencia, los seres queridos que se van y no vuelven. La muerte acecha como el ocaso del sol.
Caminar es enfrentar retos y superar escollos. Vivir es autodefinirse constantemente. Hasta el fin, es decir, hasta que sé del fin.
Pensar es vivir. Vivir auténticamente, con conciencia de lo que yo quiero y de lo que otros quieren que yo quiera. Pensar es detener la parafernalia en la que estamos insertos, retirarnos un poquito, contemplar, formular preguntas e intentar hallar respuestas.
Pensar es una manera de colocarse frente al mundo, al otro, a las cosas; es una postura. Y también, un ejercicio, una practica, un aerobismo del alma. Pensando es como tomamos nota de nuestra circunstancia actual y de nuestra circunstancia pasada, y de nuestro origen, y del origen de tantas ideas, imágenes y sentimientos.
Se necesita del pensamiento humano para saber por qué vivimos, por qué morimos, para que estamos, y por qué se sufre, inútilmente, injustamente, y cómo consolarnos de tanta perdida intermitente. Algo que nos contenga, que nos consuele, que nos explique.
Esto es el hombre. Un ser que pregunta, que se pregunta, y que nunca dejará de preguntarse por mas respuestas que reciba.
* Extraído del libro póstumo, Reflexiones filosóficas; Los múltiples caminos hacia la verdad” (Editorial El Ateneo) El Dr. Jaime Barylko, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1936 y murió en 2002. Dedicó su vida a la educación y a la filosofía. Fue autor de numerosos libros, entre ellos El aprendizaje de la libertad (1982), El miedo a los hijos (1992), Los hijos y los limites (1993), Cábala de la luz (1994), Sabiduría de la vida (1995), Educar en valores (1997), Ética para argentinos (1998), El significado del sufrimiento (2000), La revolución educativa (2002) y muchos éxitos más.
Expresamos nuestro profundo agradecimiento a Jaia Barylko por permitirnos reproducir este fragmento.

domingo, 24 de mayo de 2015

La filosofía en zapatillas: “salir a pensar”, la nueva moda nocturna

Como los neurólogos, los filósofos también se convirtieron en estrellas y hasta dan charlas que parecen recitales.

Hay alrededor de 600 personas en la sala. Escuchan con atención en qué consisten los principios ontológicos, toman nota para fijar cada concepto, pero también se ríen a carcajadas y beben cerveza; la escena no es típica de una clase de filosofía, pero de eso se trata. Es que esta disciplina dejó de ser exclusiva de los claustros y pasó a estudiarse en lugares tan alejados de la universidad como un teatro o un restaurant.
Si bien la oferta de charlas no académicas existió siempre, cada vez más público, con los jóvenes a la cabeza, se interesa por los dilemas más profundas del ser; una alternativa inesperada para la movida nocturna.
El resto es pura deducción: la mayor demanda multiplica la oferta y hoy la filosofía se expresa en una multiplicidad de formatos: desde cursos hasta programas televisivos y obras teatrales.
Darío Sztajnszrajber es la cara más visible del fenómeno, algo así como el rock star de los filósofos actuales –aunque él prefiera definirse como docente–, por la calle lo paran para saludarlo y su espectáculo agota funciones; se hizo conocido gracias al programa “Mentira la verdad”, que se emite por Canal Encuentro. “Se distribuyó en muchos colegios y se usa en las aulas como material de estudio”, indica Sztajnszrajber; esa fue la clave de la buena difusión, pero la fórmula del éxito fue otra.
La filosofía es el arte de cuestionar los supuestos, una actitud propia de la juventud, y el programa invita a los espectadores a ejercer el escepticismo. “Cuando me junté con la productora para empezar a trabajar, yo armaba el guion filosófico entonces planteaba ‘hay que agarrar la amistad, desacralizarla y mostrar que encierra un interés’ y los del equipo me decían ‘para, Darío, tiremos una buena’, pero  yo les explicaba que mi experiencia en el aula es que los chicos están hartos del optimismo ingenuo”, cuenta.
Entonces las motivaciones filosóficas están bien cerca del espíritu juvenil –ávido por “sacar caretas”. Pero si hay un acercamiento casi natural entre los intereses de la juventud y los de la filosofía, ¿qué cambió para que ahora haya crecido exponencialmente la cantidad de jóvenes que se acercan a ella? “No es que antes los jóvenes eran huecos, eso es un mito; lo que hoy hay en algún sentido es una habilitación y que este tipo de temáticas garpan”, apunta Sztajnszrajber.
Sin embargo, eso no le quita a la filosofía su lugar marginal con respecto a la sociedad. “Que en la actualidad pueda compartir una porción mayor de la torta del consumo cultural, no la saca de su lugar extraño en relación a la comunidad”, explica el profesor de filosofía Diego Singer.
Singer coordina los encuentros itinerantes “filosofía a la gorra”, “la idea es animar al público a participar sin tener que cursar o anotarse; se organizan en bares, librerías y cafés”, indica.
Hay otro tipo de encuentro que busca recrear la antigua tradición de los banquetes filosóficos. Todos los viernes y sábados a la noche, Eduardo Rodríguez organiza “vinos filosóficos” donde las reflexiones se maridan con empanadas y malbec. Quizás por el horario o el alcohol –que ayuda a desinhibirse–  estas charlas tienen una impronta social fuerte. “Hasta se conformó un grupo de habitués que asiste cada fin de semana y se reúne fuera de lo pautado. Hace pocos días compartí un asado con una veintena de ellos en una de sus casas“, asegura Rodríguez y agrega que al calor de sus vinos también “se formaron muchísimas parejas”.
Y por si quedan dudas de que la filosofía forma parte de la propuesta cultural de la ciudad, este año, como tiene con las disquerías, los libros y los museos, Buenos Aires tendrá su Noche de la Filosofía. Se desarrollará el 27 de junio, de 19 a 7, en Centro Cultural San Martín y participarán intelectuales argentinos, franceses y alemanes.
La oferta de libros de divulgación filosófica también da cuenta de este auge. “Hay una tendencia a rescatar el discurso científico y darle un giro hacia lo práctico, la filosofía no se quedó al margen y puso su arsenal al servicio de  nuevos lectores”, indica Mariano Valerio, Gerente Editorial del Grupo Planeta.
Es que la filosofía está en todas partes, al menos la que se denomina práctica. “En una charla con amigos cuando se problematizan los vínculos, por ejemplo, se hace filosofía; si en esa charla hablas de poder y mencionás a Foucault en todo caso agudizás la reflexión”, indica Sztajnszrajber.
Ese es el enfoque que motiva al intelectual Alejandro Rozitchner.  “La filosofía me interesa en la medida en que pueda ponerse en contacto con realidades concretas y producir su aporte, ya que el pensamiento vive en la realidad, haciendo frente a los temas y problemas cotidianos”, explica. Y sí, parece que la “filosofía barata”, tal como decía Charly, no existe; cada idea que se fundamenta es filosofía y todos, al menos por un rato, podemos ser filósofos.   w

sábado, 23 de mayo de 2015

Bruce Lipton, doctor en Medicina, investigador en biología celular

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

"Lo que pensamos varía nuestra biología"

"Lo que pensamos varía nuestra biología"
Foto: Àlex Garcia

Podemos cambiar
No se trata de un gurú de las pseudociencias, Lipton impartió clases de Biología Celular en la facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin y más tarde llevó a cabo estudios pioneros de epigenética en la facultad de Medicina de la Universidad de Stanford que lo llevaron al convencimiento de que nuestro cuerpo puede cambiar si reeducamos nuestras creencias y percepciones limitadoras. El problema siempre es el cómo: cómo cambiar la información del subconsciente. En su libroLa biología de la creencia(Palmyra) recomienda métodos como el PSYCH-K. Y en La biología de la transformación (La esfera de los libros) explica la posibilidad de una evolución espontánea de nuestra especie.
Me enseñaron que los genes controlan la vida, que en ellos se inscriben todas nuestras capacidades y características, pero es falso.

¿Del todo?
No somos víctimas de nuestra genética, en realidad es el ADN el que está controlado por el medio externo celular.

¿Qué significa eso?
La célula es la vida. Hablar de una célula es como hablar de una persona. Nosotros recibimos la información a través de los cinco sentidos y las células reciben las señales del entorno a través de los receptores que captan la información. El ADN es controlado por señales que vienen desde fuera de la célula, incluyendo mensajes energéticos de nuestros propios pensamientos, tanto los positivos como los negativos.

¿Somos lo que vivimos y pensamos?
Sí, y cambiar nuestra manera de vivir y de percibir el mundo es cambiar nuestra biología. Los estudios que empecé hace cuarenta años demuestran que las células cambian en función del entorno, es lo que llamamos epigenética. Epi significa por encima de la genética, más allá de ella.

¿Y?
Según el entorno y como tú respondes al mundo, un gen puede crear 30.000 diferentes variaciones. Menos del 10% del cáncer es heredado, es el estilo de vida lo que determina la genética.

¿Es el entorno el que nos define?
Aprendemos a vernos como nos ven, a valorarnos como nos valoran. Lo que escuchamos y vivimos nos forma. No vemos el mundo como es, vemos el mundo como somos. Somos víctimas de nuestras creencias, pero podemos cambiarlas.

Pero las creencias están inscritas en lo más profundo de nuestro subconsciente.
Cierto. El subconsciente es un procesador de información un millón de veces más rápido que la mente consciente y utiliza entre el 95% y el 99% del tiempo la información ya almacenada desde nuestra niñez como un referente. Por eso cuando decidimos algo conscientemente como, por ejemplo, ganar más dinero, si nuestro subconsciente contiene información de que es muy difícil ganarse la vida, no lo conseguiremos.

¿Entonces?
Si cambiamos las percepciones que tenemos en el subconsciente, cambiará nuestra realidad, y lo he comprobado a través de numerosos experimentos. Al reprogramar las creencias y percepciones que tenemos de cómo es la felicidad, la paz, la abundancia, podemos conquistarlas.

Me suena a fórmula feliz...
Así es como funciona el efecto placebo. Si pienso que una pastilla me puede sanar, me la tomo y me encuentro mejor. ¿Qué me ha sanado?...

¿La creencia?
Eso parece. Al igual que los pensamientos positivos y el efecto placebo afectan a nuestra biología, existe el efecto nocebo: si crees que algo te hará daño, acabará por hacerte daño. Henry Ford decía que tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienen razón. Si eliges vivir un mundo lleno de amor, tu salud mejorará.

¿Y eso por qué?
La química que provoca la alegría y el amor hace que nuestras células crezcan, y la química que provoca el miedo hace que las células mueran. Los pensamientos positivos son un imperativo biológico para una vida feliz y saludable. Existen dos mecanismos de supervivencia: el crecimiento y la protección, y ambos no pueden operar al mismo tiempo.

O creces o te proteges.
Los procesos de crecimiento requieren un intercambio libre de información con el medio, la protección requiere el cierre completo del sistema. Una respuesta de protección mantenida inhibe la producción de energía necesaria para la vida.

¿Qué significa prosperar?
Para prosperar necesitamos buscar de forma activa la alegría y el amor, y llenar nuestra vida de estímulos que desencadenen procesos de crecimiento. Las hormonas del estrés coordinan la función de los órganos corporales e inhiben los procesos de crecimiento, suprimen por completo la actuación del sistema inmunológico.

¿La culpa de todo la tienen los padres?
Las percepciones que formamos durante los primeros seis años, cuando el cerebro recibe la máxima información en un mínimo tiempo para entender el entorno, nos afectan el resto de la vida.

Y las creencias inconscientes pasan de padres a hijos.
Así es, los comportamientos, creencias y actitudes que observamos en nuestros padres se graban en nuestro cerebro y controlan nuestra biología el resto de la vida, a menos que aprendamos a volver a programarla.

¿Cómo detectar creencias negativas?
La vida es un reflejo de la mente subconsciente, lo que nos funciona bien en la vida son esas cosas que el subconsciente te permite que funcionen, lo que requiere mucho esfuerzo son esas cosas que tu subconsciente no apoya.

¿Debo doblegar a mi subconsciente?
Es una batalla perdida, pero nada se soluciona hasta que uno no se esfuerza por cambiar. Deshágase de los miedos infundados y procure no inculcar creencias limitadoras en el subconsciente de sus hijos.


 más: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110909/54213913374/lo-que-pensamos-varia-nuestra-biologia.html#ixzz3azvl2m9m
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jueves, 21 de mayo de 2015

La ironía escéptica de Odo Marquard

   El País
     
El autor responde a la necesidad de seguir filosofando con un estilo erudito y divertido.

Lo siento, me resisto a jubilar las obras de consulta de mi biblioteca en pro de wikipedias y similares. No dudo de que "entre todos lo sabemos todo", como señaló Cervantes, pero sigo prefiriendo acudir a mis especialistas en compendios impresos. Sin embargo, este caso es como para hacerle dudar a uno: busco referencias sobre Odo Marquard y no encuentro su nombre en ninguno de los dos diccionarios de filosofía que manejo habitualmente (el de Ferrater Mora, edición ampliada en cuatro volúmenes de 1994, y el editado por Espasa y dirigido por Jacobo Muñoz). Sin embargo, Marquard no es un principiante, porque está a punto de cumplir los ochenta años y por lo tanto pertenece a la ilustre generación alemana de los Habermas, Apel, Pöggeler, etcétera... De modo que ha habido tiempo para enterarse de su existencia... incluso en España. Sobre todo porque su obra es bastante más interesante y desde luego más grata al paladar literario que la de muchos de sus contemporáneos y sucesores. Rara avis, Odo Marquard es un filósofo cuya lectura hace realmente disfrutar. Quienes se han resignado a que los filósofos profundos deben ser enmarañados e indigestos y los legibles tienen que ser frívolos, harán bien en leer a Marquard: erudito pero ligero, profundo y divertido, profundamente divertido. Él mismo llama a lo que hace "literatura trascendental". Lo seguro es que dedicándonos a él no perdemos el tiempo ni tampoco -¡gracias, oh dioses!- el buen humor.
De ahí también su apología de lo contingente en un contexto congestionado en el que a toda costa y con todo pretexto se busca el sentido absoluto. Aconseja renunciar a la búsqueda sensacional de sentido, "porque lo que nos saca adelante no es el gran lamento por la pérdida de sentido, sino una reducción de la pretensión excesiva de sentido, una dieta en relación a la expectativa de sentido". Algunas de las grandes palabras, como por ejemplo la de felicidad, deberíamos tomarlas junto al proceso reductor que convierte a su opuesto en el camino necesario del fin buscado: así la infelicidad será la base de lo que nos llegue como feliz, por el mecanismo de compensación sin el cual no hay dicha humanamente inteligible. Este minimalismo no conlleva abandonar las cuestiones esenciales de la filosofía, sólo sugiere afrontarlas con la modestia que impone nuestra contingencia o, por decirlo aún más claramente, nuestra mortalidad: "Hay problemas humanos en relación a los cuales sería antihumano (sería un error en el arte de la vida) no tenerlos, y sería sobrehumano (sería un error en el arte de la vida) resolverlos".
Alguna vez Odo Marquard se ha referido a su vocación innata de caballo de Troya pero vacío "porque no lleva dentro una carga secreta de viejos griegos". En cualquier caso, pocos como él saben responder sonriendo a la pregunta entre despectiva y acusatoria de muchos robotizados sobre a qué viene hoy en día, cuando tanto las ciencias adelantan, el empeño de seguir filosofando: "El antiquísimo vicio de los filósofos (su déficit crónico de consenso) se revela una virtud interdisciplinar ultramoderna: sobre todo si lo entendemos como la capacidad de sobrevivir a las confusiones en el diálogo sin perder el ánimo. Los filósofos son útiles también para otras cosas; pues, por cuanto respecta a su jurisdicción, no tienen un coto de caza propio, sino una licencia general de furtivos". -
Obras de Odo Marquard publicadas en castellano: Las dificultades con la filosofía de la historia. Traducción de Enrique Ocaña. Pre-Textos. 2007. 268 páginas. 19 euros. Felicidad en la infelicidad. Traducción de Norberto Espinosa. Katz editores. Buenos Aires, 2006. 180 páginas. 15,90 euros. Filosofía de la compensación.Traducción de Marta Tafalla. Paidós. Barcelona, 2001. 146 páginas. 9,90 euros.Adiós a los principios. Traducción de Enrique Ocaña. Institució Alfons el Magnánim. Valencia, 2000. 200 páginas. 10,82 euros. Apología de lo contingente. Traducción de Jorge Navarro Pérez. Institució Alfons el Magnánim. Valencia, 1999. 151 páginas. 7,22 euros.