lunes, 20 de abril de 2015

Eduardo Galeano y su relación con Chile

  1  2 
 
  1
Tuve la oportunidad de conocer y de escuchar dos veces a Eduardo Galeano. La primera fue en Santiago de Chile, en el año 1988, meses antes del plebiscito que derrotaría a Pinochet. Fue en una sala de la Universidad ARCIS, que estaba llena; el aforo estaba sobrepasado y todos estábamos ávidos por escuchar a este escritor  al que habíamos comenzado a leer a través de la revista Análisis que, precisamente, fue el medio que lo trajo a Chile  para participar en unas jornadas que se llamaron: Chile crea y recibir el premio José Carrasco. La segunda oportunidad fue el año 1995 en México. Galeano fue el conferenciante que clausuró el Congreso de la Asociación Mundial de Comunicadores Cristianos (WACC). Su charla sobre la realidad latinomericana y el periodismo ha sido para mi una de las exposiciones que más he valorado.  Justamente en ese país y en esa ocasión un amigo mexicano me regaló el libro: Las venas abiertas de América Latina.
Considero que Galenao ha sido uno de los intelectuales más influyentes del final del siglo pasado y también de éste. Su humor, la facilidad de su lectura, la ironía y la contextualidad son las características que a muchos nos han cautivado.
Su muerte A los 74 años nos golpeó por lo prematuro de su partida.  Deja un gran vacío en la literatura latinoamericana, ya que ha sido uno de los escritores más relevantes de los últimos tiempos. Su obra fue traducida a una veintena de idiomas, y su muerte ha causado diversas reacciones en el mundo. La política y la cultura también lo han relacionado con Chile, país que visitó por última vez en 2013.
“Quiero dedicar esta lectura a un gran amigo mío, y creo que de todos ustedes, que se llamó y se llamará por siempre jamás, Salvador Allende”. De este modo comenzaba Eduardo Galeano la presentación de su último libro, Los hijos de los días (2011), el 9 de enero de 2013, ante una repleta sala Antonio Varas, cuya capacidad fue ampliamente sobrepasada por la cantidad de personas que querían escucharlo.
Esa fue la última visita a Chile del escritor uruguayo, fallecido el pasado lunes, 13 de abril, a los 74 años, debido a complicaciones de salud derivadas del cáncer de pulmón que se le diagnosticó en 2007.
Eduardo Germán María Hughes Galeano nació el 3 de septiembre de 1940 en Montevideo. Entre su extensa obra literaria, uno de sus libros más influyentes es Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971, y censurado por varias dictaduras latinoamericanas, entre ellas, la chilena.
Ese es uno de sus vínculos menos felices con Chile, un país que visitó en repetidas ocasiones y con el que mantenía lazos más perdurables. Los comenzó a construir cuando era un veinteañero, dirigía el diario Época y se hizo amigo de Salvador Allende, quien incluso lo visitaba en las oficinas del medio.
Fue el periodismo, de hecho, su primer contacto con la escritura. Cuando era un adolescente le vendió una caricatura al diario El Sol y en sus planes no estaba dedicarse a la literatura: “Siempre creí que iba a ser dibujante. También creí que iba a ser jugador de fútbol, santo, miles de cosas quise ser y no pude, pero jamás se me pasaba por la cabeza la idea de ser escritor, nunca. Eso ocurrió tarde en la vida, a partir del periodismo”, dijo al programa Vuelan las Plumas, durante esa última visita a Chile.
“Empecé a ejercer el periodismo como una manera de entrar en la realidad. Me apasionaba meterme en las noticias, de carne y hueso”, añadió en esa ocasión.”
“Yo podía hacer una crónica policial o de deportes -muchas veces hice de fútbol- y me apasionaba ese contacto directo con la realidad que te puede dar el periodismo. La ficción no me lo daba. Hice algunas tentativas de escribir ficción, pero no me entusiasmaba como esto, que provenía de la realidad. Era la realidad contándote sus secretos, sus misterios, desafiándote”, relató.
En 1973, después del golpe de Estado en Uruguay, Eduardo Galeano se estableció en Argentina, donde fundó otro medio de comunicación, Crisis. Tres años más tarde, de nuevo la represión lo llevó a España. Solo volvería a Uruguay en 1985, con el retorno de la democracia a ese país.
Tres años después estuvo en Chile para recibir el premio José Carrasco Tapia, que concedía la revista Análisis. El 19 de enero de ese año, en su discurso, dijo palabras que bien podrían servir ahora para despedirlo: “Este es un homenaje a la pasión de vivir, iluminada por la viva memoria de un compañero asesinado, y ésta es una celebración de la alegría de creer en ciertas cosas que la muerte no puede matar.”

domingo, 19 de abril de 2015

El Papel de la religión en el mundo actual

Karl Marx llegó a decir que “la religión es el opio del pueblo.” Tanta fuerza tuvo su aserción, que con el tiempo el comunismo intentó erradicar todo vestigio religioso de las gentes. Albania, por ejemplo, llegó a declararse el primer estado ateo del mundo. El laicismo siempre se ha caracterizado por su deseo de exterminar toda clase de religión.

Sin embargo, décadas de adoctrinamiento ateo comunista no pudieron erradicar lo que parece que es una de las principales características del ser humano: su sentir religioso. Como vaticinó el filósofo Friedrich Nietzsche, “la sombra de Dios continuará siendo alargada durante mucho tiempo.”  Hoy día, lejos de que la religión se haya erradicado, el número de personas que admite ser creyente aumenta día a día.

En los países de Occidente, los estados son laicos (no laicistas). Eso significa que toleran la religión pero sin dar prioridad a ninguna en especial. Sin embargo, las sociedades son plurales y heterogéneas, es decir, en ellas existen personas creyentes y no creyentes, y la religión se encuentra entreverada con la política, la economía, la estética y la moral. Además, como todo otro ideal, como la justicia, la raza, la lucha de clases, etc, la religión es también manipulable. Solo hay que echar un vistazo a la historia y ver cuántos conflictos de intereses económicos o políticos han tenido lugar enmascarados de religión.

Es verdad que hoy día la religión no tiene la preponderancia que tuvo en otros tiempos. Sin embargo, y como reconoce Jürgen Habermas, “ha habido un traspaso de muchos valores religiosos a la sociedad actual.” Es el caso, por ejemplo, de la solidaridad, que es una herencia del cristianismo. Eso ha contribuido mucho a que en la sociedad pueda haber unos mínimos éticos de justicia y humanidad.

Aportación de la religión a la sociedad

Es posible recuperar el fondo positivo de las religiones como fuente de sentido y esperanza para el ser humano. Estas serían algunas de sus aportaciones:

La religión dice que “Dios existe” y eso es una buena noticia; es por lo tanto fuente de sentido y esperanza. Porque si Dios no existe no hay ninguna posibilidad de redimir la injusticia de la historia.
“El hombre es imagen de Dios.” Por lo tanto está revestido de dignidad intrínseca y le pertencen derechos por el mero hecho de ser persona.
La relación entre las personas es altruista “porque el otro es importante.” No se debe a un “contrato social.”
La religión mueve a acción positiva por gratuidad y altruismo, no por normas legales escritas. Mueve el corazón humano para lo bueno.
Impulsos positivos en la comunidad: cuidado de la tierra y de los animales como herencia de todos; énfasis en el amor altruista, la gratuidad y la felicidad.
Sentido de la vida ahora y fuente de esperanza para el futuro. (“Tiene que haber un mañana.” Max Horkheimer).  Lo que se hace hoy permanece después de la muerte. La religión es la única esperanza de que el sufrimiento se acabe para siempre.
Los pobres pasan a un primer plano. La religión trabaja ahora contra el sufrimiento. No es “opio del pueblo.”
Parte del material de este artículo está basado en la intervención de Adela Cortina Orts el 10/08/2009, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), dentro de la Escuela de Teología «Karl Rahner-Hans U. Balthasar.» Judaísmo, Cristiansimo e Islam: tres religiones en diálogo, dirigido por Juan José Tamayo Acosta.

Se recomienda que la conferencia se escuche completa.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía política de la Universidad de Valencia, ciudad en la que nació y donde cursó sus estudios de Licenciatura y Doctorado en Filosofía, que profundizó en las Universidades de Múnich y Francfort, como becaria del DAAD y de la Alexander von Humboldt-Stiftung. Es directora de la Fundación ÉTNOR, miembro de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida y Vocal del Comité Asesor de Ética de la Investigación Científica y Tecnológica. Entre sus libros cabe recordar Ética mínima (1986), Ética sin moral (1990), Ética aplicada y democracia radical (1993), Ética de la empresa (1994), Ciudadanos del mundo (1997), Hasta un pueblo de demonios (1998) y Alianza y contrato (2001).

Esteban López

martes, 14 de abril de 2015

12 frases de Eduardo Galeano

Eduardo Galeano, muerto a los 74 años en su Uruguay natal, tomó el pulso a América Latina y al mundo en su larga carrera como periodista, escritor y dibujante.
Pero el autor también reflexionó sobre el amor, la religión y el fútbol de su club, el Nacional de Montevideo, que tanto le apasionaba.
BBC Mundo recupera algunas de las frases más célebres de uno de los intelectuales más reconocidos del mundo hispanoparlante.

SOBRE EL MUNDO

1. El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar...
2. A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder.
3. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.
4. Este es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa.

SOBRE AMERICA LATINA

5. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase, de nebulosa identificación. Es América Latina, la región de las venas abiertas.
6. Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.
7. Si la naturaleza fuera banco, ya la habrían salvado.

SOBRE EL AMOR

8. No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
9. El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, no lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.

SOBRE SU OBRA

10. Escribo para los amigos que todavía no conozco. Los que conozco ya están hartos de escucharme.
11. No sería capaz de leerlo de nuevo (su libro Las venas abiertas de América Latina). Caería desmayado. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Intentó ser una obra de economía política, solo que yo no tenía la formación necesaria. No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada.
12. En realidad, todos escribimos un solo libro, que va cambiando y se va multiplicando a medida que la vida vive y el escritor escribe. Para mí, Las venas fue un puerto de partida, no un puerto de llegada.

martes, 7 de abril de 2015

Una revolución en la evolución

Leonardo Boff


  Existe una percepción generalizada de que el ser humano de hoy es alguien que debe ser superado. Todavía no ha terminado de nacer, pero está latente dentro de los dinamismos del proceso evolutivo. Esta búsqueda del hombre y mujer nuevos tal vez sea uno de esos anhelos que jamás lograron progresar en la historia.
Dos ejemplos. El pensamiento mesopotámico produjo la epopeya de Gilgamesh (siglo VII a.C) que está muy cerca del relato bíblico de la creación y del diluvio. El héroe Gilgamesh, angustiado por el drama de la muerte, busca el árbol de la vida. Quiere encontrar a Utnapishtim que había escapado del diluvio, había sido inmortalizado, y vivía en una isla maravillosa donde no reinaba la muerte. En su camino, el dios Sol (Shamash) le apostrofa: «Gilgamesh, la vida que buscas nunca la vas a encontrar». La divina ninfa Siduri le advierte: «cuando los dioses crearon la humanidad le dieron como destino la muerte; ellos retuvieron para sí la vida eterna. Gilgamesh, harías mejor llenando el vientre y gozando la vida de día y de noche; alégrate con lo poco que tienes en tus manos».
Gilgamesh no desiste. Llega a la isla de la inmortalidad. Consigue el árbol de la vida y regresa. Al volver, la serpiente sopla con su aliento fétido el árbol de la vida y lo roba. El héroe de la epopeya muere desilusionado y va «al país donde no hay retorno, donde la comida es polvo y barro, y los reyes son despojados de sus coronas». La inmortalidad sigue siendo una búsqueda perenne.
Nuestros tupi-guaraní y apopocuva-guaraní crearon la utopía de la “tierra sin males” y la “patria de la inmortalidad”. Vivían en movilidad constante. De la costa de Pernambuco, de repente se desplazaban hacia el interior de la selva, junto a las cabeceras del río Madeira. De allí, otro grupo se ponía en marcha hasta llegar a Perú. De la frontera de Paraguay, otro grupo se dirigía a la costa atlántica, y así sucesivamente. El estudio de los mitos por los antropólogos desveló su significado. El mito de la “tierra sin males” ponía en marcha a toda la tribu. El chamán profetizaba: “va a aparecer en el mar”. Para allí marchaban esperanzados. Mediante ritos, danzas y ayunos creían volver el cuerpo ligero e ir al encuentro en las nubes de la “patria de la inmortalidad.” Desilusionados, regresaba a la selva hasta oír otro mensaje e ir en busca de la ansiada “tierra sin males”, anhelo de una esperanza imperecedera.
Los dos ejemplos expresan, en formas míticas, lo mismo que expresan los modernos en el dialecto de las ciencias. Éstos no esperan el ser nuevo del cielo, quieren gestarlo con los medios que les ofrece la manipulación genética. Seguimos buscando y no obstante, muriendo siempre, jóvenes o mayores.
El cristianismo se inscribe también dentro de esta utopía. Con la diferencia de que ya no es una utopía sino una topía, es decir, un acontecimiento bienaventurado e inaudito que irrumpió dentro de la historia. El testimonio más antiguo del paleocristianismo es este: “Christus ressurrexit vere et aparuit Simoni” (Lc 24,34): “Cristo resucitó verdaderamente y apareció a Simón”.
Entendieron la resurrección no como la reanimación de un cadáver, como el de Lázaro, que después acabó muriendo nuevamente, sino como la emergencia del ser humano nuevo, el “novíssimus Adam” (1Cor 15,45), el “novísimo Adán”, como realización plena de todas las virtualidades presentes en lo humano.
No encuentran palabras para expresar ese fenómeno inaudito. Lo denominan “cuerpo espiritual” (1Cor 15,44). Eso parece contradictorio para la filosofía dominante en la época: si es cuerpo no puede ser espíritu; si es espíritu no puede ser cuerpo. Sólo uniendo los dos conceptos, según los primeros cristianos, hacían justicia al hecho nuevo: es cuerpo pero transfigurado; es espíritu pero liberado de los límites materiales y con dimensiones cósmicas.
Dicen más: la resurrección no es simplemente un acontecimiento personal, realizado en la vida de Jesús. Es algo para todos e incluso cósmico, como aparece en las epístolas de san Pablo a los Colosenses y a los Efesios. Por eso san Pablo reafirma: “él es la anticipación de los que han muerto… Así como por Adán todos murieron, así por Cristo todos volverán a vivir” (1Cor 15,22).
Este es un discurso de fe y religioso, pero no deja de tener su importancia antropológica. Representa una entre tantas respuestas al enigma de la muerte, tal vez la más prometedora.
Si es así, estamos ante una revolución dentro de la evolución, como si la evolución anticipase su fin bueno en el auge de la realización de sus potencialidades escondidas. Sería una miniatura que nos muestra a qué gloria y a qué destino sumamente feliz estamos llamados.
Así vale la pena vivir y morir. En realidad, no vivimos para morir. Morimos para resucitar. Para vivir más y mejor.
A todos los que creen y a aquellos que dejan en suspenso su juicio, buenas fiestas de Pascua.