miércoles, 26 de febrero de 2014

Los Simpsons, los protestantes y las traducciones

 
Los Simpsons, los protestantes y las traducciones
 
 

La pérdida de la identidad protestante en la traducción de  Los Simpsons


 Los Simpsons es una de las series televisivas de dibujos animados más galardonadas y con mayor audiencia en todo el mundo, y así ha sido desde su aparición allá a finales de los ochenta hasta la actualidad. La serie, creada de la mano de Matt Groening, es la representación de la vida de una supuestamente prototípica familia estadounidense de clase media, y está llena de elementos que satirizan a la sociedad de EE.UU. en aspectos diversos como la vida familiar, los medios de comunicación, la política o la religión. Es por ello que a menudo es considerada como una serie de culto e, incluso, de estudio, como un verdadero fenómeno cultural.


 Los Simpsons y la religión

El propio Matt Groening se denomina a sí mismo como agnóstico. No por ello su obra está exenta del ámbito religioso que frecuentemente es representado de manera ridícula. Debido a las contradicciones propias de la serie, no está clara la afiliación de las creencias de la familia Simpson, pero la impresión general es que se trata de algún sector del protestantismo. En un capítulo, el pastor de la comunidad mencionaría humorísticamente la “rama occidental del presbi-luteranismo americano reformado”  (temporada 16, capítulo 21)  como la afiliación cristiana prototípica de los personajes principales de la serie.

Además, existe una gran variedad de personajes de otras religiones como el judaísmo o el hinduismo, aunque en este caso me limitaré exclusivamente al tratamiento de los sectores cristianos, principalmente el catolicismo y el protestantismo. En este ámbito encontramos diversos personajes, como el reverendo Lovejoy (sacerdote de la comunidad) o Ned Flanders, el vecino de la familia Simpson. Ambos establecen el marco religioso de la serie, y la filiación de estos dos personajes podría encontrarse en la rama bautista-pentecostal del cristianismo reformado.


Tema de discusión

Es la traducción de la serie al castellano de España e Hispanoamérica lo que me lleva a hablar sobre la religión de los personajes principales de la misma. El vocabulario empleado en la lengua final a veces difiere en matices al de la lengua de origen. Si bien este tipo de error de traducción no es un fenómeno mayoritario en la serie, sí podemos encontrar algunos ejemplos puntuales que me permito mencionar a continuación.

Hubo un par de casos que me llamaron mucho la atención, y fue la traducción de  “church”por “misa”. Por ejemplo, cuando los hijos de Flanders dicen : “We're not going to churchtoday” , se tradujo por:  “Hoy no queremos ir a misa  (temporada 4, final del capítulo 19); o en la versión latina cuando el pastor dice:  “Pueden ir en paz, la misa ha terminado”,   “The service has ended, go in peace”  (temporada 4, capítulo 3), dando un resultado similar con tintes católicos.

En la primera acepción de “misa” en la RAE especifica: “ En la religión católica, sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo que bajo las especies de pan y vino renueva el sacerdote en el altar".

Otro ejemplo. En el capítulo trece de la segunda temporada, Marge, la madre de la familia, dice en el original:  “Bart, you're no longer inSunday School . En este caso, en la versión española podemos encontrar un:  “ Bart, ya no estás en la escuela parroquial”.  En este caso se ha optado por traducir  Sunday School  por “escuela parroquial”, con el matiz católico implícito de “parroquia”. El término más usado por la comunidad protestante hispanohablante es “escuela dominical”, el cual fue usado de manera correcta en la versión latina de la serie.

Otras preferencias del ámbito protestante a tener en cuenta serían las de “pastor” en vez de “cura”, y “orar” en lugar de “rezar”.


Las comunidades protestantes en España e Hispanoamérica

Existe un consenso respecto a esta terminología, tanto en España como en países de Hispanoamérica. En 2008, el Instituto Nacional de Estadística calculó que solo en España había 1.200.000 protestantes, el 1% de la población del país y lo que supone la minoría religiosa más numerosa seguida de cerca por los musulmanes. Este número ha aumentado en los últimos años y, en el caso de Hispanoamérica, las cifras de protestantes respecto a la población total son considerablemente superiores. Por ello es de vital importancia tener en cuenta este tipo de detalles que representan a una creciente parte de la población.


Respuesta de María José Aguirre de Cárcer, autora de la traducción de la serie en España

Ante estos errores de traducción, decidí acudir a María José Aguirre de Cárcer, traductora de la serie que conocí durante una conferencia que impartió en mi universidad. María José respondió amablemente a mis dudas y comentó que “(...)  la última palabra la tiene eldirector/ajustador. Nosotros entregamos la traducción y lo que se haga con ella ya no depende de nosotros. Los Simpson han tenido tres directores distintos con criterios también distintos. (...) ”.


Conclusión

María José también me dejó claro su conocimiento profesional sobre la cultura de la lengua origen. Sin embargo, los criterios de un traductor profesional pueden verse ensombrecidos por los de un individuo que ocupe un cargo superior al mismoy cuyas decisiones sobre el producto conlleven una manipulación en lo que se refiere a cultura, dando resultados muy distintos.

El oficio del traductor está lleno de decisiones que conllevan responsabilidades morales y el tema que hemos debatido es uno de ellos. Este papel del traductor como transmisor de una cultura A a un público de la cultura B ha cobrado mayor importancia a medida que el mundo experimenta el fenómeno de la globalización, por lo que se debe hacer eco de los rasgos de las comunidades y no presentar una versión disfrazada de las mismas.

Termino con una cita del escritor y políglota inglés Anthony Burgess, “La traducción no es una mera cuestión de palabras sino que también se trata de dar a entender toda una cultura”.


Rubén Clos López - Estudiante Traduc. e Interpretac. - Granada (España)

martes, 25 de febrero de 2014


Graduarse de buena persona


Tengo una amiga que tiene dos hijas. La menor cursa el sexto grado y quiere ser Maestra. La mayor está en primer año de Preuniversitario y quiere ser Médico. Me cuenta esta amiga que suele decirle a sus hijas que a lo mejor en un futuro cambian de idea y escogen otra profesión pero que lo más importante de todo es… graduare de Buena Persona.

Y me ha gustado eso. Graduarse de Buena persona, de buen ser humano, de persona honesta, civilizada y altruista. Cuánta gente no nos encontramos en la vida diaria que son licenciados, tienen uno o dos másteres y a veces hasta un doctorado en cualquier rama del saber… pero miren que contrariedad… no se han graduado de Buenas Personas.
A veces, en tertulias y conversaciones de amigos me gusta recordar aquello que dijo Eduardo Galeano:…”¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar… Se trata no más de tener derecho al delirio y soñar dígase en grande o en pequeño pues finalmente la riqueza espiritual no se puede medir y mucho menos comprar”.
No imagino un mundo en que se pueda llegar al mercado y pedir tres kilogramos de alegría, cinco metros de libros, dos pedazos de ternura. Aunque no falta el que cree que la verdadera felicidad está en tener muchos kilogramos de objetos, muchos metros de algo o pedazos de cosas que no van a durar la eternidad.
Tuve un regocijo interior al levantarme el jueves pasado y ver una ciudad inundada de un amarillo inusitado. Niños, muchachas, ancianos, bicicletas, taxis y árboles. Se comenzaba a mover una mística que nació de una canción, un poema, un reclamo. Un breve gesto de lo que en realidad podemos llamar Buena Persona.
Vuelvo a Eduardo Galeano cuando dice: …”se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; en ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas… Es el derecho al delirio, a la dulce locura de dos o simplemente la locura de amar al prójimo como a uno mismo”.
Debemos tener derecho a la quimera aunque alguien nos repite al oído que el futuro dura mucho tiempo. Podemos pensar en convertirnos en buenos maestros, excelentes jardineros, grandes profesores universitarios, cocineros de alta cocina, pero si en esa universidad de la vida que es nuestro andar por el mundo no nos graduamos de buenas personas seremos malos jardineros, torpes profesores o cocineros de muy mala calidad.
A mi me gustaría graduarme de Buena Persona. ¿Y usted?

(Reynaldo García Blanco, Cuba)

jueves, 20 de febrero de 2014

Ternura: la savia del amor

Leonardo Boff


Los caminos que van del corazón de un hombre al corazón de una mujer son misteriosos. Igualmente misteriosas son las travesías del corazón de dos hombres y respectivamente de dos mujeres que se encuentran y se declaran sus mutuos afectos. De ese ir y venir nace el enamoramiento, el amor y finalmente el casamiento o la unión estable. Como tratamos con libertades, las parejas se encuentran expuestas a eventos imponderables.
La propia existencia nunca está fijada de una vez. Vive en permanente diálogo con el medio. Ese intercambio no deja a nadie inmune. Cada uno vive expuesto. Las fidelidades mutuas son puestas a prueba. En el matrimonio, apagada la pasión, empieza la vida cotidiana con su rutina gris. En la convivencia a dos suceden desencuentros, irrumpen pasiones volcánicas por la fascinación de otra persona. No es raro que después del éxtasis siga la decepción. Hay vueltas, perdones, renovación de promesas y reconciliaciones. Siempre sobran, sin embargo, las heridas, que, aunque cicatricen, recuerdan que un día sangraron.
El amor es una llama viva que arde pero que puede oscilar y lentamente ir cubriéndose de cenizas hasta apagarse. No es que las personas se odien, se vuelven indiferentes unas a otras. Es la muerte del amor. El verso 11 del Cántico Espiritual del místico San Juan de la Cruz, que son canciones de amor entre el alma y Dios, dice con fina observación: «el mal de amor no se cura sino con la presencia y la figura». No basta el amor platónico, virtual o a distancia. El amor exige presencia. Quiere la figura concreta que más que la piel-a-piel es el cara-a-cara y el corazón sintiendo el palpitar del corazón del otro.
Bien dice el místico poeta: el amor es una dolencia que, en mis palabras, solo se cura con lo que yo llamaría ternura esencial. La ternura es la savia del amor. Si quieres guardar, fortalecer, dar sostenibilidad al amor sé tierno con tu compañero o con tu compañera. Sin el aceite de la ternura no se alimenta la llama sagrada del amor. Se apaga.
¿Qué es la ternura? De entrada, descartemos las concepciones psicologizantes y superficiales que identifican la ternura como mera emoción y excitación del sentimiento frente al otro. La concentración solo en el sentimiento genera el sentimentalismo. El sentimentalismo es un producto de la subjetividad mal integrada. Es el sujeto que se pliega sobre sí mismo y celebra las sensaciones que el otro provocó en él. No sale de sí mismo.
La ternura, por el contrario, irrumpe cuando la persona se descentra de sí misma, sale en dirección al otro, siente al otro como otro, participa de su existencia, de deja tocar por su historia de vida. El otro marca al sujeto. Ese demorarse en el otro, no por las sensaciones que nos produce, sino por amor, por el aprecio a su persona y por la valoración de su vida y de su lucha. “Te amo no porque eres hermosa; eres hermosa porque te amo”.
La ternura es el afecto que damos a las personas en sí mismas. Es el cuidado sin obsesión. Ternura no es afeminación ni renuncia de rigor. Es un afecto que, a su manera, nos abre al conocimiento del otro. El Papa Francisco hablando en Río a los obispos les pidió “la revolución de la ternura” como condición para un encuentro pastoral verdadero.
En realidad solo conocemos bien cuando tenemos afecto y nos sentimos envueltos con la persona con la cual queremos establecer comunión. La ternura puede y debe convivir con el extremo empeño por una causa, como fue ejemplarmente demostrado por el revolucionario absoluto Che Guevara (1928-1968). De él guardamos esta sentencia inspiradora: “hay que endurecerse pero sin perder nunca la ternura” . La ternura incluye la creatividad y la auto-realización de la persona junto y a través de la persona amada.
La relación de ternura no envuelve angustia porque está libre de la búsqueda de ventajas y de dominación. El enternecimiento es la fuerza propia del corazón, es el deseo profundo de compartir caminos. La angustia del otro es mi angustia, su éxito es mi éxito y su salvación o perdición es mi salvación y, en el fondo, no solo mía sino de todos.
Blas Pascal (1623-1662), filósofo y matemático francés del siglo XVII, introdujo una distinción importante que nos ayuda a entender la ternura: distingue el esprit de finessedel esprit de géometrie. El esprit de finesse es el espíritu de finura, de sensibilidad, de cuidado y de ternura. El espíritu no sólo piensa y razona. Va más allá, porque añade al raciocinio sensibilidad, intuición y capacidad de sentir en profundidad. Del espíritu de finura nace el mundo de las excelencias, de los grandes sueños, de los valores y de los compromisos a los cuales vale la pena dedicar energías y tiempo.
El esprit de géometrie es el espíritu de cálculo y de trabajo, interesado en la eficacia y en el poder. Pero donde hay concentración de poder ahí no hay ternura ni amor. Por eso las personas autoritarias son duras y sin ternura y, a veces, sin piedad. Pero este es el modo de ser que ha imperado en la modernidad. Ésta ha arrinconado, bajo un montón de sospechas, todo lo relacionado con el afecto y la ternura.
De aquí se deriva también el vacío aterrador de nuestra cultura “geométrica” con su plétora de sensaciones pero sin experiencias profundas; con una acumulación fantástica de saber pero con escasa sabiduría, con demasiado vigor muscular, demasiada sexualización, demasiados artefactos de destrucción, mostrados en los serial killer, pero sin ternura ni cuidado de unos con otros, con la Tierra, y con sus hijos e hijas, con el futuro común de todos.
El amor y la vida son frágiles. Su fuerza invencible viene de la ternura con la cual los rodeamos y los alimentamos siempre.   

domingo, 16 de febrero de 2014

El juicio de Maturana: Le debo todo a un Chile 

que no existe, uno de educación gratuíta

HUMBERTO MATURANA
Dice que esa suerte se llama educación gratuita. Y también salud gratuita: “Me enfermé del pulmón y la medicina pública me mantuvo gratis un año en el hospital y un año en el sanatorio… ¡Yo se lo debo todo a este país! ¡Todo! Sin la medicina pública, yo no me mejoro; sin la educación pública yo no puedo llegar a la universidad; sin la universidad gratuita… Y ahora resulta que me entrevistan porque soy una persona ‘tan importante’ y si me preguntan a qué se lo debo, les digo: al país, a Chile”.
Preocupado por el rumbo del debate en torno a la educación, el científico piensa que el primer problema es que los actores en el conflicto -autoridades y estudiantes-no están en el mismo plano.
“El gobierno honestamente quiere ayudar a corregir errores, deficiencias. Pero los estudiantes están pidiendo una cosa distinta: generar un espacio de convivencia en el cual no se cometan esos errores. No es un tema de voluntad, es un tema que tiene que ver con la comprensión de la naturaleza de lo que se pide o lo que se desea y la disposición de hacer algo. Sí, el gobierno corrige errores, compensa deficiencias, para compensar situaciones particulares… y no resultan satisfactorias, porque lo que se está pidiendo es una cosa radicalmente distinta”.
  • ¿Son necesarios cambios de fondo en la educación?
    Depende de cómo convivamos, de cuál sea nuestra actitud síquica. Si hay desigualdad o discriminación en la educación, quiere decir que hay una actitud fundamental que tiene que ver con que en el fondo se siente que la desigualdad es legítima. Si yo pienso que hay seres humanos de primera y de segunda clase, simplemente voy a separar a los de primera y segunda clase. Si pienso que hay seres humanos inteligentes y otros no tan inteligentes, los voy a separar. Y todos los seres humanos son esencialmente igual de inteligentes, porque la inteligencia tiene que ver con la plasticidad conductual en un mundo cambiante… y la plasticidad conductual que se requiere para vivir en el lenguaje es tan gigantesca, que si estamos en el lenguaje somos igualmente inteligentes.
  • Pero hoy en Chile el factor fundamental de desigualdad es el hogar donde nacemos; eso nos determina…
    No nos determina. Constituye un punto de partida que no tenemos por qué conservar. Si reconocemos que, primero, todos los niños son igualmente inteligentes; que el que sigan un camino u otro no depende de su inteligencia sino del entorno; que las dificultades de los estudiantes no son nunca relacionadas con la inteligencia, sino que son del espacio emocional, particularmente en los niños más pequeños, entonces tenemos que preocuparnos de ese entorno en el cual los niños nacen atrapados, en un espacio que los deja segregados de partida, no por su condición humana sino por su condición circunstancial económica. Entonces tengo que modificar las circunstancias en que nació, no generar más discriminación. Por ejemplo, si genero colegios de excelencia y otros de no tanta excelencia, ¿qué estoy haciendo? Por supuesto que ahondando la diferencia, condenando a aquellos niños que se encontraron por circunstancias de la historia naciendo en un ámbito restringido, que les impide transformarse adecuadamente en su crecimiento como miembros de la comunidad, estoy condenándolos a algo que no es legítimo para ellos, siendo igualmente inteligentes que los otros.
  • El argumento del gobierno es que lo fundamental es la libertad de educar…
    Es que no hay libertad de educar o de elegir si estoy en condiciones diferentes. Para que yo tenga libertad de escoger y otra persona a mi lado también la tenga, tenemos que estar en la misma posición inicial. Si quiero evitar esas discriminaciones, esas brechas, tengo que generar las condiciones para que este niño pueda tener las mismas posibilidades para el desarrollo de sus preferencias que este otro.
  • ¿Hay herramientas para lograrlo? Tal vez hay que plantearlo como el gran objetivo… ¿o ya lo es ?
    Yo creo que no, porque hay diferencias que tratamos como legítimas: si este niño nació en una cuna dorada y este otro nació en una cuna gris, decimos “circunstancias de la vida, no tengo nada que hacer”. Frente a esa actitud, lo único que haré es ahondar las diferencias. En cambio, si pienso que ésta es una situación accidental que no quiero que suceda, porque es ilegítima para un vivir humano cuando uno quiere un vivir democrático, entonces haré algo para que tengan condiciones de vida iguales.
  • ¿Por qué cuesta tanto convencernos de esto que parece tan básico: que somos todos iguales y merecemos las mismas oportunidades?
    Porque no se piensa que son iguales. De cierta manera no somos iguales: somos hombres y mujeres, somos altos y bajos, somos gordos y delgados… no somos iguales. En lo que somos iguales es en la inteligencia. Tenemos que cambiar nuestra psiquis, tenemos que aceptar que es cierto que hay una discriminación que no tiene ninguna justificación, que es un accidente histórico que queremos corregir. En la historia de Chile este reconocimiento de igualdad fundamental se ha intentado de varias maneras. En la Constitución del año 1925, con la declaración de que la educación es responsabilidad del Estado y que tiene que ser igual para todos. Y para que sea igual para todos se crea la educación primaria gratuita. Y se hace una concepción de lo fundamental que tiene que aprender un niño para ser un ciudadano legítimo. Eso es muy potente. Pero nos olvidamos de eso, porque la educación ya no es una responsabilidad del Estado, no está en la Constitución.
  • ¿Y quién tiene la responsabilidad de dar el primer paso?
    Bueno, todos: el gobierno, los políticos de una denominación y otra, las empresas, los ciudadanos. Todos tenemos la responsabilidad porque es un problema de nuestra convivencia democrática. Y cuando los jóvenes se manifiestan, no llaman la atención simplemente para decir “aquí estoy”, sino para invitar a la acción.
  • Cuando comenzaron las movilizaciones, el año pasado, las demandas eran netamente estudiantiles; pero después derivaron a otros temas, y se les criticó mucho, se decía: “Qué tienen que estar pidiendo cambios en la Constitución o una reforma tributaria”.
    Todas esas cosas tienen interconexiones. Por ejemplo, hay que revisar la Constitución porque le da el carácter al país. Es completamente distinto tener una constitución que dice que la educación es un tema de competencia pública porque pertenece al espacio del mercado, a decir que la educación es un tema de responsabilidad pública porque pertenece a la noción de país que queremos hacer.
  • ¿Qué carácter nos da la Constitución actual?
    Si tengo en un momento determinado una constitución que dice “la educación es responsabilidad del Estado”, se toman ciertas medidas en un momento histórico particular que resultan en que efectivamente se mejora la capacidad de la comunidad. Hoy vemos que son los jóvenes los que están quejándose, pero muchos de los adultos que los escuchan pertenecieron a una historia distinta del espacio educacional. Yo mismo, por ejemplo. El cambio de la educación se hizo en 1980. Y todas las personas que tienen cincuenta años, sesenta años, vivieron una educación distinta, que hizo posible un país enorme. Cuando en Chile se produce el golpe militar, se produce un cambio radical y Chile no se desmorona. ¿Se ha preguntado usted por qué no se desmorona? Fíjese que en Cuba, cuando se produce la revolución, Cuba se desmorona, y tienen que ir de México, de Chile, de Colombia, de aquí y allá, una cantidad enorme de gente que va a apoyar eso que es nuevo, con la esperanza de que sea algo efectivamente nuevo, porque el país perdió toda o gran parte de su capacidad creativa. En Chile, se va gente con la reforma universitaria, se va gente porque vino Allende, se va gente por el golpe militar… y el país sigue vivo, sigue con capacidad intelectual, sigue con capacidad creativa, ¡sigue con capacidades! ¿Y de dónde venían esas capacidades? ¿Del extranjero? ¡De aquí, de Chile! De todo lo que había pasado hasta 1973 en la educación.
  • Pero esa educación llegaba solamente a unos pocos. Hoy existe educación, buena o mala, para muchos.
    La población era menor, así que esos pocos significaban muchos para el país. No estoy diciendo que se resolvieron todas las cosas. Pero se siguió un camino, y ese camino, cuando viene el golpe y el éxodo, igual deja al país todavía con una capacidad productiva y creativa enorme. No estoy diciendo volvamos atrás: estoy diciendo que no miremos en menos nuestra historia. El sistema educacional que se creó ahondó las diferencias. ¿Entonces cuál es la queja de los jóvenes? Por favor, hagamos algo, no nos condenemos a estar discriminados como si fuésemos unos más inteligentes que otros, cuando no es el caso.
  • ¿El problema de la desigualdad educacional sirve para explicar otras cosas que pasan en Chile, como la delincuencia, la discriminación…?
    Yo creo que sí. Porque implica una psiquis, un modo de pensar que no pertenece exclusivamente al ámbito de la educación, pero allí se manifiesta, allí se puede ver. Es un modo de pensar que valida la discriminación, que pone un criterio de vivir que se llama excelencia, éxito, progreso, crecimiento…
  • Todas palabras que consideramos…
    ¡Discriminadoras!
  • Iba a decir “muy positivas”…
    Sí, claro, pero son discriminadoras. Por ejemplo, el éxito. ¿Y qué es el éxito? Que yo soy mejor que el otro. Con lo cual conservo todas las cosas que me hacen mejor que el otro, vivo en competencia. ¿Y es mejor el que gana la competencia? ¿Es intrínsecamente mejor?
  • ¿Y por qué no lo es?
    Porque no es mejor intrínsecamente, sólo circunstancialmente. Una diferencia circunstancial la trato como intrínseca y genero una discriminación tremenda. La vida cotidiana de un país no es una competencia olímpica. Es otra cosa. La democracia es un espacio de colaboración en un proyecto común. Ésa es la intención de la democracia. Ésa es la obra de arte de la democracia.
  • ¿Existe la posibilidad de que nos juguemos asuntos de fondo en las próximas elecciones?
    Claro que existe la posibilidad. Lo que habría que hacer es realizarla: hay posibilidad porque hay una transición, una elección de un pensar… Ahora, ¿queremos hacer eso o no? ¿Tomamos efectivamente en serio esto de que es una transición de un pensar, una transición de una posición síquica distinta en un caso y en otro? Eso va a aparecer en la conversación. El problema con las elecciones es que las vivimos siempre como oposiciones.
  • Pero en las elecciones tiene que haber un ganador…
    No tiene que haber un ganador: tiene que haber un elegido. Es distinto. Porque lo que hace una elección es asignar responsabilidad. Pero si yo lo pongo como ganador, la reacción es: “¡Ganamos, ahora tenemos el poder!”.
    (*) Fuente/revistaquepasa/30.08.2012
¿PARA QUÉ SIRVE LA EDUCACIÓN?
Quiero empezar con el “para qué” por una razón muy simple. Porque si uno se pregunta ¿sirve la educación actual a Chile y a su juventud?, uno está haciendo la pregunta desde el supuesto de que todos entienden lo que la pregunta pide. Pero ¿es cierto eso? La noción de servir es una noción relacional; algo sirve para algo en relación a un deseo, nada sirve en sí. En el fondo la pregunta es ¿qué queremos de la educación? Pienso que uno no puede considerar ninguna pregunta sobre el quehacer humano en lo que se refiere a su valor, a su utilidad, o a lo que uno puede obtener de él, si uno no se pregunta lo que quiere. Preguntarse si sirve la educación chilena exige responder a preguntas como: ¿qué queremos con la educación?, ¿qué es eso de educar?, ¿para qué queremos educar?, y, en último término, a la gran pregunta: ¿qué país queremos?
Pienso que uno no puede reflexionar acerca de la educación sin hacerlo antes o simultáneamente acerca de esta cosa tan fundamental en el vivir cotidiano como es el proyecto de país en el cual están inmersas nuestras reflexiones sobre educación. ¿Tenemos un proyecto de país? Tal vez nuestra gran tragedia actual es que no tenemos un proyecto de país. Es cierto que no podemos jugar a volver al pasado. Sin embargo, como profesor universitario me doy cuenta de la existencia de dos proyectos nacionales, uno del pasado y otro del presente, claramente distintos, uno que yo viví como estudiante y otro que encuentro se ven forzados a vivir los estudiantes actuales.
Yo estudié para devolver al país lo que había recibido de él; estaba inmerso en un proyecto de responsabilidad social, era partícipe de la construcción de un país en el cual uno escuchaba continuamente una conversación sobre el bienestar de la comunidad nacional que uno mismo contribuía a construir siendo miembro de ella. No era yo el único. En una ocasión, al comienzo de mis estudios universitarios, nos reunimos todos los estudiantes del primer año para declarar nuestras identidades políticas. Cuando esto ocurrió, lo que a mí me pareció sugerente fue que, en la diversidad de nuestras identidades políticas, había un propósito común: devolver al país lo que estábamos recibiendo de él. Es decir, vivíamos nuestro pertenecer a distintas ideologías como distintos modos de cumplir con nuestra responsabilidad social de devolver al país lo que habíamos recibido de él, en un compromiso explícito o implícito, de realizar la tarea fundamental de acabar con la pobreza, con el sufrimiento, con las desigualdades y con los abusos.
La situación y preocupaciones de los estudiantes de hoy han cambiado. Hoy los estudiantes se encuentran en el dilema de escoger entre lo que de ellos se pide, que es prepararse para competir en un merado profesional, y el impulso de su empatía social que los lleva a desear cambiar un orden político cultural generador de excesivas desigualdades que traen pobreza y sufrimiento material y espiritual.
La diferencia que existe entre prepararse para devolver al país lo que uno ha recibido de él trabajando para acabar con la pobreza, y prepararse para competir en el mercado ocupacional, es enorme. Se trata de dos mundos completamente distintos. Cuando yo era estudiante, como ya lo dije, deseaba retribuir a la comunidad lo que de ella recibía, sin conflicto, porque mi emoción y mi sensibilidad frente al otro, y mi propósito o intencionalidad respecto del país, coincidían. Pero actualmente esta coincidencia entre propósito individual y propósito social no se da porque en el momento en que uno se forma como estudiante para entrar en la competencia profesional, uno hace de su vida estudiantil un proceso de preparación para participar en un ámbito de interacciones que se define en la negación del otro bajo el eufemismo: mercado de la libre y sana competencia. La competencia no es ni puede ser sana porque se constituye en la negación del otro.
La sana competencia no existe. La competencia es un fenómeno cultural y humano y no constitutivo de lo biológico. Como fenómeno humano la competencia se constituye en la negación del otro. Observen las emociones involucradas en las competencias deportivas. En ellas no existe la sana convivencia porque la victoria de uno surge de la derrota del otro, y lo grave es que, bajo el discurso que valora la competencia como un bien social, uno no ve la emoción que constituye la praxis del competir, y que es la que constituye las acciones que niegan al otro.
Recuerdo haber asistido a un curso de economía dictado en la Universidad Católica por un economista de la escuela de Chicago, pues quería entender a los economistas. El centró su discurso en las leyes de la oferta y la demanda. Nos habló de los reemplazos de importaciones por producciones locales y de las exportaciones en el libre mercado, destacando las bondades de la sana competencia, etcétera. Yo le pregunté si en el encuentro mercantil hay alguna diferencia cuando los que participan en él son amigos y se respetan, con respecto a cuando no lo son, no se conocen y no se respetan. El no supo qué contestar. Por lo menos eso me reveló que era una pregunta que jamás se había hecho, porque quien se haga esa pregunta no puede sino trabajar para obtener una respuesta, pues se trata de una pregunta fundamental. No es lo mismo un encuentro con alguien que pertenece al mundo de uno y a quien uno respeta, que un encuentro con alguien que no pertenece al mundo de uno y que es para uno indiferente, aunque esto sea en la simple transacción mercantil que nos parece tan obvia y tan clara. No es lo mismo porque las emociones involucradas son distintas.
De modo que los jóvenes chilenos están ahora, implícita o explícitamente, empujados por el sistema educacional actual a formarse para realizar algo que no está declarado como proyecto nacional, pero que configura un proyecto nacional fundado en la lucha y la negación mutua bajo la invitación a la libre competencia. Aun más, se habla de libre competencia como si esta fuese un bien trascendente válido en sí y que todo el mundo no puede sino valorar positivamente y respetar como a una gran diosa, o tal vez un gran dios, que abre las puertas al bienestar social, aunque de hecho niega la cooperación en la convivencia que constituye lo social.
por Humberto Maturana – Fuente/luisemiliorecabarren.cl/17.04.2013

jueves, 13 de febrero de 2014

Comunidad virtual, sociedad líquida e individualismo conectado

Víctor Rey
Sociedad liquida

El nuevo contexto de la sociedad global basada en la comunicación interactiva propiciada por el auge de las tecnologías de la información está generando lo que podríamos denominar “revolución cibercultural”. En el siglo XVIII convergieron una serie de fenómenos que se dieron en llamar “revolución industrial” que supusieron una transformación de las relaciones de producción y las relaciones sociales con el auge del mercado como forma de intercambio global de bienes materiales y culturales. Hoy podemos hablar de la “revolución cibercultural” como un proceso de transformación en el que las nuevas tecnologías de la información están transformando las estructuras sociales, las formas relacionales y el propio contexto cultural en el que adquieren sentido esas nuevas formas que adoptan los individuos de relacionarse entre ellos y con el entorno. Se trata de una nueva esfera “online” en la que las relaciones sociales se disocian de las categorías tradicionales de tiempo y espacio. La pregunta que cabe hacerse es en qué sentido están cambiando las estructuras sociales. La sociología contemporánea no tiene respuestas para estos nuevos fenómenos. La época de las certezas de la modernidad sólida está dando paso a otra modernidad líquida de incertidumbres. O lo que algunos dicen las postmodernidad. Lo sólido se hace líquido, y del enigma del “efecto de la realidad social”, como del de “efecto red” o del de las “Multitudes”, sólo sabemos que existen, pero de momento ningún paradigma tiene las claves para aprehenderlos en su totalidad. Lo único que, hoy por hoy, podemos hacer es aprender a convivir y a saber estar en este nuevo contexto “líquido” lleno de incertidumbres, hasta que reconstruyamos los conceptos de estas dos categorías básicas (tiempo y espacio) para cualquier forma de sociedad.
En esta línea de interpretación, una de las grandes descripciones sobre esta nueva era tecnologizada la realiza el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien en Amor líquido (2005) habla sobre una sociedad que se mueve a gran velocidad a través de individuos “líquidos”; es decir, personas sin vínculos duraderos que tienen la necesidad de desarrollarlos y establecen modos de contacto efímeros basados en la conexión. Internet, desde la óptica de Bauman, implica un ejercicio de conexión y desconexión continua, en un entramado de relaciones virtuales que tienen facilidad de acceso y salida. Cualquier semejanza con la Matrix cinematográfica no es mera coincidencia.
En el pasaje del mundo sólido a la fase líquida de la modernidad plasmada por Bauman hay una lucha entre el poder globalizador de Internet, basado en la conexión y las problemáticas locales de cada individuo o comunidad. Es evidente que Internet es un medio global, pero la mayoría de los investigadores destaca que sus prácticas adquieren significado en el marco local. Los sitios de mayor tráfico en Europa y EE.UU son buscadores como Google, Yahoo o Windows Live, que son la puerta de acceso a la navegación de intereses individuales y colectivos, grandes compartimentos de contenido multiformato (YouTube). Son espacios de informaciones locales (diarios digitales) y espacios para comprar y vender productos (e-Bay) cuya utilidad solo adquiere significación en el intercambio de productos y servicios de alcance local. Muchos hablan del reino de la “glocalidad”, es decir, sitios globales por su alcance pero con foco local para capturar la atención de una audiencia específica.
La revolución de Internet no se limita exclusivamente al ciberespacio. En la “sociedad en Red” convergen la Web (el gran generador de un cambio de paradigma que permite, al menos en los papeles, vencer las barreras espacio-temporales de las personas que habitan el planeta), la globalización, y la crisis de las instituciones en un nuevo contexto relacional que podríamos denominar “individualismo conectado”. En este contexto de la sociedad contemporánea, las personas viven en redes y no en grupos. Los grupos asumen que todos los participantes se conocen y confían entre sí, mientras la esencia de las redes es un conjunto de interacciones e intercambio de información. Por supuesto, esto no quiere decir que los grupos no existan, sino que la vida del individuo no se puede reducir ni a un grupo concreto, ni a un lugar determinado, muchas veces es la mezcla de ambos modos de interacción.
Las nuevas posibilidades que ofrecen los sistemas tecnológicos de interacción online no son el motivo de la transformación en las formas de conectarnos. Las tecnologías más bien se desarrollan como respuesta a las necesidades que tenemos de interactuar con los otros. Así, las formas de organización social y la tecnología que usamos se influyen mutuamente y van dando forma a la vida social contemporánea.
Las relaciones que creamos no pertenecen a un lugar específico, sino que son a la vez locales y globales, producto del desarrollo de las tecnologías de comunicación. En general, las comunidades tradicionales basadas en una unidad concreta pierden importancia a cambio de las relaciones que mantenemos con personas que están físicamente en diferentes espacios, y así participamos en múltiples redes sociales. Las características de la vida moderna, cada vez más privatizada e individualizada, se reflejan en nuestras maneras de generar relaciones que son más selectivas y voluntarias que en el pasado. Aunque nuestros contactos son globales, es decir, dispersos en diferentes áreas, nosotros seguimos conectándonos desde un lugar, sea este nuestra casa o trabajo, lo cual quiere decir que hemos globalizado nuestra red relacional teniendo como referencia siempre un contexto local.
Las nuevas tecnologías de la información están cambiando la manera en que nos conectamos, ya que no necesariamente tenemos que estar en un lugar para comunicarnos con otros. De hecho el contexto físico se vuelve menos importante. Las conexiones son entre personas y no entre lugares, así la tecnología proporciona un cambio: conectar a las personas estén donde estén. Las personas se vuelven portátiles, pueden ser localizadas para interacción a través de la tecnología en cualquier lugar. De este modo, la comunicación de persona a persona se vuelve central y apoya la desfragmentación de los grupos y las comunidades convirtiéndolas en “líquidas”. Las personas se pueden “conectar” y “desconectar” a las estructuras sociales que aunque siguen definiendo los comportamientos sociales, lo hacen con mucha más flexibilidad y libertad que en el pasado. Son los nuevos “tiempos líquidos” de los que habla Bauman, donde las nuevas tecnologías posibilitan la flexibilidad y fragmentación de las relaciones sociales. Por lo tanto, la transición hacia un mundo personalizado proporciona el individualismo conectado donde cada persona cambia rápidamente entre lazos y redes. Es la persona quien define cómo operar para obtener información, apoyo o colaborar en algún proyecto. Nos hacemos más flexibles a la hora de interactuar en diferentes espacios.
Cada vez somos más conscientes de cómo las nuevas tecnologías de la información están cambiando las tradicionales formas de comunicarnos y de relacionarnos con el entorno social inmediato. De hecho en la “sociedad red” o también denominada “sociedad de la información” surgen nuevos conceptos como el de “comunidad virtual” o “cibercultura” asociados con nuevos comportamientos sociales que generan las plataformas de comunicación online. Como consecuencia de ello, las tradicionales categorías analíticas utilizadas por la sociología para estudiar los nuevos sistemas de interacción social generados en la sociedad de la información se están quedando obsoletas.
En definitiva, la movilidad virtual que se practica en las últimas décadas y que ya forma parte de nuestra vida cotidiana nos exige un cambio de idea acerca de la influencia que tienen las nuevas tecnologías y, a la vez, nos llevan a asumir que la dicotomía online/offline es un mito. La comunicación mediada por ordenador ofrece flexibilidad y autonomía, y en ningún caso sustituye la comunicación cara a cara sino que la suplementa y amplía. Las relaciones online muchas veces rellenan huecos vacíos de nuestras vidas. La proximidad ya no importa, las comunidades y los equipos son más dispersos en el tiempo y en el espacio.

martes, 11 de febrero de 2014

El mundo líquido de Zygmunt Bauman, que nos ahoga

Un auditorio a rebosar. De lujo. Un público variopinto, en el que predominan los hombres trajeados y las mujeres muy puestas. Y enfrente, un anciano menudo, de pelo blanco y aspecto frágil, pero capaz de remover al auditorio en pleno por dentro. Algunos comprenden su discurso, lo mal que vamos, y lo apoyan, incluso han venido con sus libros por si hay ocasión de que los firme. Otros no, otros mueven la cabeza, negando, cuando el anciano habla de la igualdad, del absurdo crecimiento, de la insolidaridad y la falta de ética. No dicen nada, pero se les nota nerviosos en el asiento. Estoy en la conferencia que Zygmunt Bauman, el sociólogo polaco, ha ofrecido en la Fundación Rafael del Pino. Es uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, autor de más de 50 libros y más de un centenar de ensayos. Premio Príncipe de Asturias en 2010. Un cerebro privilegiado.
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Zygmunt Bauman, en la Fundación Rafael del Pino. |Foto: Fundación Rafael del Pino.

El último de sus libros tiene un título que lo dice todo siendo una pregunta: ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? En cuanto sale a escena, no tarda en dar su respuesta, porque comienza haciendo un retrato patético de este mundo: "Vale sí, hay mil millones menos de pobres que hace unas décadas, pero no podemos dejar de ver la diferencia en los países desarrollados entre los ricos y los que no lo son no deja de aumentar". Zygmunt nos dice a la cara que, además, lo peor es que esa situación nos importa un bledo: "Somos indiferentes a los pobres porque hemos ahogado el impulso natural a ayudar al otro, las normas éticas están en crisis total porque lo que prima ahora es la competencia".
¿Y cómo hemos llegado a esta situación? Para Bauman es "el sedimento de decisiones pasadas", del mismo modo que las tomemos ahora lo será para nuestros nietos y bisnietos, "si seguimos escudados en que no hay otra alternativa".
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Foto: Rosa M. Tristán.

Todo lo que dice lo voy apuntando. Para contarlo después.
Si mala es la situación, asegura, lo peor es que la soportemos sin hacer nada porque se fundamenta en tres creencias que se han hecho fuertes, y que hay que desterrar. "La primera es creer que cualquier problema social se soluciona aumentando el PIB. Y si no crece, cunde el pánico, todo va mal, y nos olvidamos de que hay otras formas de resolverlos, como es distribuyendo la riqueza de otra forma" (detecto movimientos en algunos asientos). Un ejemplo, recuerda, es lo que ocurrió cuando se descubrió petróleo en el Mar del Norte en los dos países beneficiados: Gran Bretaña bajó los impuesto a los ricos, pensando que aumentaría la riqueza general; Noruega lo invirtió en servicios sociales públicos, en educación, en sanidad... El resultado es evidente. "Hoy se nos olvida que el Estado de bienestar no es invento de las izquierdas, sino de un liberal, tras la II Guerra Mundial", señala. Pero acabamos con él.
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Foto: Rosa M. Tristán.

Bauman nos recuerda que el aumento del PIB "no distribuye la riqueza de forma equitativa, como se ve en Estados Unidos, donde desde 2007 el 93% de esa riqueza ha quedado en manos del 1% de la población porque crecer no cura el mal, sino que lo agrava, pero esa creencia hace que no se proteste". Para el sociólogo, además, no es una desigualdad natural, ni voluntaria, por mucho que algunos lo crean así.
COMPRAR "TRANQUILIZANTES DE DESHECHOS HUMANOS"
"La segunda es creer que la búsqueda de la felicidad está en las tiendas", continúa, "y no contamos con otros caminos para encontrarla, como es el orgullo del trabajo bien hecho, de contribuir a la sociedad, de colaborar con otros para crear, del esfuerzo productivo, no del consumo". Sin embargo, lo que ocurre, según sus palabras, es que "estamos capitalizando los sentimientos humanos, incluso la amistad o el amor" porque "ahora amar a alguien no es pasar más tiempo con esa persona, cada día estamos más 'enchufados' al trabajo, pasamos menos tiempo con la familia, y para compensar la culpa, compramos regalos valiosos. Las compras son tranquilizantes a deshechos humanos, a sentimientos de culpabilidad".
Llegamos a este punto, Zygmunt recapitula y recuerda que sólo estas dos creencias son ya imposibles: "Tanto el aumento del PIB como entender que 'la felicidad es el consumo' parten de que los recursos del planeta son infinitos y no es así. Ya gastamos un 50% más de lo que se puede".
La tercera creencia falsa es creer en las bondades del individualismo. "Desde 1970 se ha liberalizado el trabajo, las ventajas de los convenios colectivos desaparecieron y también la solidaridad entre los trabajadores. Ahora solo hay competencia: el compañero es el enemigo en potencia ante el riesgo de un despido" (cómo me suena eso). "Encima nos venden el estar en paro como un fracaso personal. Es mi culpa, mi incapacidad. Así pasa hoy con los jóvenes (¿se refería a España?), que quedan excluidos de la sociedad, marginados por no poder acceder a un empleo".
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Bauman. La foto salió 'líquida'. Foto: Rosa M. Tristán.

Finalmente llegamos a su concepto innovador de "modernidad líquida". A un momento en la historia diferente en el que Estado y poder no están juntos, como en el pasado. El Poder, con mayúsculas, "se diluye, se mueve en el espacio sin que nadie lo controle, cuando la política sigue anclada en como era en el siglo XIX". "Es -señala- un poder extraterritorial, el de las empresas, que emigra de un país a otro". Y añade que antes los empresarios dependían de sus obreros pero "ahora ha desaparecido esa dependencia mutua de forma unilateral. El empresario siempre se puede ir a otro lugar a agrandar su fortuna, y la gente se siente humillada, indefensa. La desigualdad ha cambiado el rostro, pero existe", denuncia. Y a continuación acusa: "En la sociedad líquida, no hay sentimiento de responsabilidad empresarial. Los que tienen más recursos tienen más movilidad, mientras miles de personas, que no encuentran trabajo en España (ahora sí especifica), están atrapadas, no pueden irse. Y en ese abandono tienen dos mundos: el real y el virtual. En el ON LINE se conectan con fotos, no con seres humanos. Es fácil hacer relaciones, y romperlas en el mundo 'on line'. Y eso lo hace atractivo".
A estos argumentos responderá luego su colega español Víctor Pérez Díaz con un discurso mucho más deslabazado, con tecnicismos, pero hablando de cómo la sociedad debe establecer "sistemas de vigilancia de los poderes desde abajo, una vigilancia por una comunidad política virtual", y de los mercados emergentes (China, India....), y del necesario crecimimiento: "Los mercados y las política liberales aportan recursos, sirven de reguladores, pero bajo el control social". Ninguna referencia a cómo seguir creciendo indefinidamente en un planeta tan pequeño como éste.
Pérez Díaz hace también hincapié en que el sistema falla en el sur de Europa por "malos políticos y malos hábitos sociales, una educación de baja calidad, poca tendencia a innovar, baja participación..." No por el sistema en sí: "Los que creemos en la democracia pensamos que es el único camino si hay una masa crítica de vigilantes sociales, efectiva, que lucha contra la corrupción".
Pero a Bauman esa vigilancia virtual no le convence: "Facebook es esa red donde puedes tener 100.000 amigos, cuando yo en 88 años no he tenido más de 500. Pero triunfa porque la gente se siente sola, abandonada, y porque no son proletariado, sino precariado. Y las redes dan la sensación de no estar tan solo, de formar parte de algo". En el fondo, dice, "estamos en las puerta de la revolución cultural", frase que sirve de colofón.
Después los aplausos, el afán de parte del público por acercarse para que firme algún ejemplar de un libro que traen en el bolsillo. Y él anciano se agacha, en posturas imposibles, para atenderlos, incluso escribiendo en el suelo mientras sus asistentes intentan arrastrarlo fuera de la sala.
A la salida hay barullo, comentarios. Delante de mí, dos de los trajeados intercambian impresiones: "Eso de la igualdad es muy peligroso. Imagina, la uniformidad. Todos vestidos iguales". Sin palabras.

Este artículo se publicó originalmente en el blog de la autora, Laboratorio para Sapiens.