miércoles, 31 de julio de 2013

El Llanero Solitario cumple 80 Años y vuelve a cabalgar

Víctor Rey 

El Llanero Solitario ha sido uno de los personajes favoritos de mi infancia. Recuerdo que con mi hermano mayor llegábamos corriendo del colegio a instalarnos frente al aparato de radio para escuchar las aventuras del Enmascarado y su amigo Toro.  Con el fondo de la Obertura de Guillermo Tell y el galope de su caballo Plata soñábamos y nos imaginábamos cabalgando por las praderas de Texas. Con los compañeros del colegio comentábamos en los tiempos de los recreos esas aventuras y jugábamos a ser el Llanero Solitario y su amigo Toro. También tema de conversación eran las lecturas que hacíamos de las revistas de historietas que cada quince días adquiríamos en los kioscos de nuestro barrio.
El 30 de enero de 1933, en la estación de radio WXYZ de Detroit, Michigan, se estrena el primer episodio de “El Llanero Solitario”. Atrapó  a los oyentes desde el primer momento, en total se emitieron 2.956 episodios
Cuenta la leyenda que El Llanero Solitario era realmente un Texas Ranger llamado John Reid, único sobreviviente de una emboscada del forajido  Butch Cavendish y su banda. El indio Toro lo encuentra y lo cura. Reid jura  ayudar a combatir la injusticia,Toro lo acompaña a lo largo de todas sus aventuras.
Siempre bajo un antifaz negro y  montado en su caballo Silver, se enfrenta sin temor a sus adversarios; no dispara a matar con sus balas de plata, sino que los desarma  para imponer la ley y el orden en el viejo oeste americano.
A lo largo de las transmisiones radiofónicas, “El Llanero Solitario” fue interpretado por varios actores: Juan L. Barrett, George Seaton, Earle Graser y Brace Beemer. John Todd  hacia de Toro.
Lo que más atraía era escuchar a través de la radio la voz del locutor que decía: “En los primeros días del Oeste de Estados Unidos, un hombre enmascarado y un indio cabalgan las llanuras, en busca de la verdad y la justicia.  Vuelve con nosotros ahora para aquellos emocionantes días de antaño, cuando a partir del pasado vienen los cascos atronadores de Plata, gran caballo, ¡El Llanero solitario cabalga de nuevo!”. Centenares de adultos, jóvenes y niños lo escuchaban extasiados.
El 15 de septiembre de 1949 se estrena la serie para tv “El Llanero solitario” con episodios de alrededor de 24 minutos de duración en blanco y negro hasta 1956. En este año cambiarían a color hasta el final  de la serie el 6 de junio de 1957. En total se emitieron 221 episodios.
Protagonizada por Clayton Moore y el actor de las Primeras Naciones de Canadá, el Mohawk indio Jay Silverheels, tuvo un gran éxito convirtiendo al Llanero Solitario en un icono de la cultura estadounidense.
La popularidad de ambos seriales (radiofónico y televisivo) dio lugar a través del tiempo a comics, filmes, libros, música grabada, videojuego  y se espera el lanzamiento de un Lego en 2013.
A 80 años de su estreno, “El Llanero Solitario” regresó en julio  del 2013 de la mano del director Gore Verbinski, protagonizada por Johnny Depp, Armie Hammer  y  Tom Wilkinson.
La película recupera los elementos clásicos del personaje, desde su sombrero blanco a su antifaz, pasando por su caballo Silver, su conocida melodía orquestal, la Obertura de Guillermo Tell, de Rossini y su inseparable compañero, el indio Tonto (Toro en español) que en la piel de Johnny Depp pasa a ocupar un primer plano. Una de las cosas que destaca de este film es el humor, algo novedoso en las películas de este estilo.
Su director Gore Verbinski comentó en un entrevista que lo que hizo fue: “Construir la historia desde el punto de vista de Tonto, es como si Don Quijote fuera narrado por Sancho Panza.” También confesó ser un aficionado a los western.
Tras la máscara del llanero Solitario se encuentra el actor Armie Hammer, que se encarga de hacer evolucionar a su personaje desde un hombre de ciudad que rechaza las armas hasta un “cowboy” que decide imponer la ley por su cuenta.
Esperamos que el Llanero Solitario con su compañero Toro y sus caballos Plata y Pinto, sigan cabalgando por muchos años más por las praderas de Texas, de otros films, de otras historietas y de otras imaginaciones para deleites de grandes y chicos.

lunes, 29 de julio de 2013

El peligro de absolutizar lo finito

Jaume Triginé

En un estilo literario, un punto sarcástico, el filósofo F. Savater escribe en un ensayo sobre los diez mandamientos: «No sé si Dios habrá muerto como dijo F. Nietzsche y han repetido tantos otros después de él. Pero es innegable que los ídolos gozan de una excelente salud. Vivimos en un mundo en el que, multiplicados por las comunicaciones y la imagen, su presencia es casi abrumadora. Tenemos ídolos en el fútbol, la pantalla, la canción, el dinero, el triunfo social o la belleza».
Los ídolos, entendidos como personas o cosas amadas o admiradas con exaltación, desde el origen de los tiempos han gozado y continúan gozando, en nuestro complejo presente, de buena salud. Son aquellas cosas que pueden llegar a distraernos de las cuestiones fundamentales de la existencia, lo que incluye la dimensión trascendente y espiritual de la persona, o a ocupar su lugar.
Los ídolos de la postmodernidad son responsables, en muy buena parte, del estado de alienación de multitud de personas. Son un apoyo del sistema político, social y financiero para desviar la atención de las cuestiones sustantivas. Son parte del pan y circo mediático. Están tan integrados en nuestro contexto social que convivimos con ellos sin percibir su peligrosidad. Así, mientras Dios rescata a las personas de sus esclavitudes personales y sociales y les conduce a la libertad, los ídolos pretenden lo contrario: arrebatarnos la libertad y sumirnos en nuevas o viejas esclavitudes.
Prácticamente todo puede devenir ídolo. No sólo personas, también cosas, conceptos, instituciones… El dinero que debería servirnos para atender nuestras necesidades y al que terminamos sirviendo por obra y gracia de los mercados de los que, de algún modo, casi todos participamos. La técnica que nos ha proporcionado espectaculares avances y a la que terminamos sometiéndonos, no siempre necesariamente. El estado que debería servirnos a fin de regular unas relaciones interpersonales basadas en la justicia, la equidad, la solidaridad… y al que nos sometemos de mayor o menor grado. La pregunta  que se deriva es inquietante: ¿Quién no ha dado, alguna vez, culto a los ídolos?
El decálogo establece con claridad que Dios es uno y único. El primer mandamiento nos advierte sobre el hecho de que tener otros dioses, producto de la fantasía o de dependencias psicológicas, acabará afectando nuestra esencialidad y mermando nuestra finita libertad. Cuestiones de todo orden pueden desviarnos de nuestro principal objetivo creyente de encarnar el proyecto que representa ser hijos de Dios y hermanos de nuestro prójimo.
Y así ha ocurrido a lo largo de la historia del hombre. Un Dios en cuyo nombre se emprendieron las cruzadas, se creó la Inquisición, se cristianizó todo un continente bajo la cruz y la espada (más por la acción de la espada que de la cruz), se declaran guerras, se tortura y cometen asesinatos, se discrimina y excluye la diferencia… es un ídolo.
Cuando algo, persona o cosa, que no es Dios (el propio cuerpo, la familia, el trabajo, los bienes económicos, las actividades sociales, incluso las actividades eclesiales…) se constituye en ídolo (es amado o admirado con exaltación y lo absolutizamos) y en razón de ser, prácticamente exclusiva, de nuestro vivir, entramos en conflicto con nosotros mismos y con los demás. Nos hallamos, por lo tanto, frente a una cuestión de sentido, de equilibrios personales y sociales y de prioridades.
Es difícil, en nuestro contexto occidental, mantener los equilibrios: hay cristianos adictos al trabajo que no disponen de tiempo para sí mismos, para su familia, para la comunidad o para la iglesia; del mismo modo como hay cristianos dedicados a tal cantidad de actividades eclesiales que no tienen tiempo para el compromiso social, la propia familia ni para ellos mismos. Es imprescindible no absolutizar las facetas de la temporalidad ni crearnos ídolos que vengan a alterar la homeostasis de una necesaria vida equilibrada.
El primer mandamiento nos orienta hacia un matiz de nuestra esencialidad como es la libertad. En palabras del teólogo y pastor alemán G. Theissen «un Dios que no guía hacia la libertad, es un dios falso». Por ello, el mandamiento nos orienta también en la dirección de aprender a gestionar correctamente nuestro tiempo, como expresión práctica de la libertad de hacer o dejar de hacer determinadas acciones.
Atender a los otros dioses o ídolos comporta dependencia psicológica, en algunos casos adicción y reducción de nuestra libertad. A. Grün, monje benedictino de la abadía de Münstersch-warzach señala: «Si Dios no constituye el centro de nuestra vida, otros dioses nos acapararán. Si Dios constituye el centro de mi vida, también yo alcanzo el centro de mí mismo. Dios garantiza la auténtica libertad, los ídolos tienden a esclavizar a los hombres. Si dejas que Dios exista en tu vida, esta queda ordenada viéndote libre de todos los ídolos que pretenden esclavizarte».
No tener otros dioses ajenos o ídolos, aparte del Dios revelado, es una forma de asegurar que el espacio de nuestras necesidades de trascendencia no será ocupado por algunos de los innumerables diosecillos de la cotidianeidad. Es lograr aquella unidad interior, en la esfera profunda de la intimidad personal, resultado de no tener mente, sentimientos y voluntad divididos, que es lo que sucede cuando estamos excesivamente pendientes de las muchas vanidades o ídolos de este mundo, en lenguaje del libro del Eclesiastés. Resuenan las palabras del Maestro de Nazaret: «No podéis servir a dos señores».

domingo, 28 de julio de 2013


¿Es Jesús Dios?

Jesús complejos


¿Alguna vez has conocido a alguien que es el centro de atención adondequiera que vaya? Alguna característica misteriosa e indefinible lo distingue de todos los demás. Bueno, así fue hace dos mil años con Jesucristo.  Pero no fue sólo la personalidad de Jesús que cautivó a las personas que lo oyeron. Los testigos de sus palabras y su vida nos cuentan que Jesús de Nazaret era distinto a todos los hombres.
Las únicas credenciales de Jesús fueron él mismo. Nunca escribió un libro, lideró un ejército, ocupó un cargo político ni fue dueño de ninguna propiedad. Solía viajar dentro de las cien millas alrededor de su pueblo, atrayendo a multitudes que se asombraban con sus palabras provocadoras y actos asombrosos.
Sin embargo, la grandeza de Jesús fue obvia para todos los que lo conocieron y oyeron. Y mientras que la mayoría de los grandes personajes finalmente se desvanecen en los libros de historia, Jesús sigue siendo el tema de miles de libros y de controversias mediáticas sin paralelo. Gran parte de esas controversias giran en torno a las afirmaciones radicales que hizo Jesús sobre sí mismo – afirmaciones que asombraron tanto a sus seguidores como a sus adversarios.
Fueron principalmente las afirmaciones únicas de Jesús que causaron que fuera visto como una amenaza tanto por las autoridades romanas como por la jerarquía judía. Si bien era un forastero sin credenciales ni base de poder político, en sólo tres años, Jesús cambió el mundo para los siguientes veinte siglos. Otros líderes morales y religiosos han causado un impacto – pero ninguno como ese desconocido hijo de carpintero de Nazaret.
¿Qué tenía Jesucristo que marcó la diferencia? ¿Fue meramente un gran hombre, o fue algo más?
Estas preguntas llegan al fondo de quién fue Jesús realmente. Algunos creen que él fue meramente un gran maestro moral; otros creen que simplemente fue el líder de la mayor religión del mundo. Pero muchos creen algo más grande. Los cristianos creen que Dios realmente nos ha visitado en forma humana. Y ellos creen en las pruebas que lo respalda.
Después de estudiar cuidadosamente la vida y las palabras de Jesús, un antiguo catedrático de Cambridge y escéptico, C.S. Lewis, llegó a una conclusión inesperada sobre Jesús que cambió el rumbo de su vida. Entonces, ¿quién es el verdadero Jesús? Muchos contestarán que Jesús fue un gran maestro moral. Al estudiar más profundamente a la persona más controvertida del mundo, empezamos por preguntarnos: ¿Jesús podría haber sido meramente un gran maestro moral?

viernes, 26 de julio de 2013

Espiritualidad y Salud Integral

Víctor Rey 

Por espiritualidad entiendo la búsqueda antigua y perenne del ser humano de la conexión con algo mayor y más fidedigno que nuestro ego: con nuestra propia alma, con los demás, con los mundos de la historia y de la naturaleza, con el aliento indivisible del espíritu, con el misterio de la vida.” (Richard Wolman)

“Salud es un estado de completo bienestar físico, mental, social y en armonía con el medio ambiente y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.” (Preámbulo de la Constitución de la OMS, 1948)

Con el tiempo hemos llegado a reconocer que las causas de la enfermedad en el mundo son tanto socioeconómicas y espirituales como biomédicas.  La mayoría de las veces, la cuestión de la salud está supeditada a situaciones relacionadas con la justicia, la paz, la integridad de la creación y la espiritualidad.
También es un hecho reconocido que la principal causa de enfermedad en el mundo actual es la pobreza, resultado final de la opresión, la explotación y la guerra.  Las campañas de vacunación, los métodos tradicionales no resuelven de manera significativa los problemas que plantea la enfermedad debida a la pobreza.  Las religiones están llamadas a considerar esta situación como una cuestión de justicia que debe plantearse en los centros de poder a nivel local, nacional, regional y mundial.  Al mismo tiempo, esto es una llamada al compromiso para lograr una distribución más equitativa de los recursos disponibles en materia de salud, tanto en el plano nacional como internacional.
Al luchar por la justicia y los derechos humanos en el mundo, las personas que profesan una religión han descubierto nuevas señales del poder de curación de Dios y, confiando en Él, han aprendido a superar la desesperación y el miedo a la muerte.
Los conflictos armados y otras formas de violencia política han sido las principales causas de muerte en este último tiempo. El terrorismo  de Estado, ejercido a través de torturas, encarcelamientos, así como otras violaciones de los derechos humanos, han destruido la integridad física, mental y espiritual de personas en el mundo.  La amenaza de exterminio nuclear pesa sobre todo el orbe, eliminando toda esperanza de vida.
Ningún medicamento puede aliviar la enfermedad personal y social que surge como producto del clima militarista que azota al mundo.  Ante esta situación, las personas que tiene una vivencia espiritual deben recordar la bienaventuranza de ser artífices de la paz.
En el mundo de hoy, existe una buena cantidad de enfermedades causadas por los propios seres humanos. Por ignorancia, avidez o falta de control personal, hacemos, individual y colectivamente, cosas que ocasionan daños físicos, mentales, espirituales y ecológicos que no pueden ser reparados por la tecnología médica.  Los estilos de vida y los valores individuales perturban cada día más las relaciones sociales y la vida comunitaria.
En su gran mayoría las diversas espiritualidades llaman a defender y proteger la integridad de la creación, interesándose por el cuerpo humano, así como por las condiciones ambientales necesarias para conservar la vida.
Hoy la ciencia médica comienza a afirmar que las creencias y los sentimientos son los instrumentos y fuerzas que permiten la curación. Incluso en medio de la pobreza muchas personas gozan de buena salud, mientras que entre los ricos existen muchos con enfermedades crónicas.  ¿Por qué?  Esto es debido a que lo más importante para la salud es la dimensión espiritual.  Cuando optamos por la dimensión espiritual de la vida elegimos la vida abundante, la vida plena, la vida integral. La culpa, el odio, el resentimiento, el miedo y el sin sentido son los factores que más influyen en la disminución de la capacidad del sistema de inmunización del cuerpo, en tanto que las relaciones de amor, de paz, de justicia, de solidaridad en comunidad son las que más aumentan esa capacidad y también la resiliencia.
Quienes tienen una armonía amorosa con Dios, consigo mismo, su prójimo y el medio ambiente, no solo sobrellevan mejor la tragedia o el sufrimiento, sino que salen fortalecidos de esas pruebas.
Hace un tiempo leí un informe realizado por la Universidad de Missouri, donde examinó los resultados de tres encuestas en las que se preguntaron a budistas, católicos, judíos, musulmanes y protestantes sobre sus personalidades, niveles de espiritualidad y su salud física y mental. Entre las personas de las cinco religiones, se asoció un mayor grado de espiritualidad con una mejor salud mental, específicamente con niveles más bajos de neurosis (que implica inestabilidad emocional, estados de ansiedad, tensión y preocupación, así como tendencia a sentimientos de culpabilidad), y una mayor extraversión, en la que la atención y la energía se enfocan en el ambiente y las relaciones sociales.
Según las conclusiones del estudio, la espiritualidad podría ayudar a la salud mental de las personas al reducir el grado de egocentrismo, desarrollar el sentido de pertenencia a un todo más amplio y una mayor conciencia de unidad y conexión con el resto del universo. Los investigadores también resaltan que la salud mental de las personas que se recuperan de distintas condiciones como el cáncer, accidentes cerebrovasculares y lesiones de la médula espinal parecen estar muy relacionada con creencias espirituales positivas. Y concluyen que las creencias espirituales podrían ser una forma efectiva de enfrentar y manejar el estrés. Cualquiera que sea la religión, si se siente apoyado por ella, le ayudará a enfrentar mejor los problemas de la vida.
Esta es la razón por la cual el maestro de espiritualidad Anselm Grun en su libro, La salud como tarea Espiritual nos dice: “Muchas personas presienten que la salud es mucho más que una sustitución de piezas desgastadas y que no se puede garantizar con unas recetas médicas, porque supone una relación correcta del individuo consigo mismo, con los demás, con la creación y con su autor, Dios.”

El Consumo Compulsivo y los Problemas Personales.


 
La adicción al consumo, la compra irreflexiva o la falta de control
 
pueden llegar a crear problemas personales.
 
 
Según un estudio europeo hecho público recientemente, una tercera
 
parte de los consumidores adultos euro-peos tiene problemas de
 
descontrol en la compra o en el gasto. Este estudio realizado en
 
cuatro regiones europeas, entre ellas en la Comunidad Castellano-
 
Manchega española, aclara que, a pesar de que la mayoría de los
 
consumidores adultos europeos (66-78%) tienen un nivel aceptable de
 
autocontrol en la compra y el gasto, una tercera parte (33-22 %)
 
presenta un nivel alto de adicción al consumo irreflexivo o
 
innecesario.
 
 
El estudio revela que el porcentaje de adicción consumísta es
 
ligeramente superior en las mujeres (34 %) que en los hombres (32 %).
 
Igualmente, y dentro dei grupo de adictos el 55% (18% del total)
 
presenta una adicción leve o moderada y el 45 % (15 % del total) una
 
adicción importante. El 3% llega niveles que pueden considerarse
 
patológicos.
 
 
Entre las principales causas de la adicción al consu-mo el estudio
 
destaca las siguientes:
 
 
1. Preexistencia de un tipo de personalidad característico, que se
 
denomina como 'caprichoso'. Este término, entendido en sentido
 
coloquial, se correspondiera con un carácter con fuertes tendencias
 
hedonistas dirigidas hacia el consumo. Este rasgo, junto con la
 
compulsividad y un nivel relativamente alto de ansiedad en relación
 
con la compra, configuran el perfil psicológico del adicto.
 
 
2. La insatisfacción personal y la falta de alicientes o estímulos
 
vitales distintos del consumo. Este sentimiento, típico del adicto al
 
consumo, se relacionaría más con una sensación de tedio o
 
aburrimiento que en un estado propiamente depresivo. La depresión
 
solo parece estar relacionada con la adicción al consumo en un número
 
muy reducido de casos, aunque quizá sean los de mayor gravedad.
 
 
3. Un alto grado de credulidad, falta de actitud crítica y
 
vulnerabilidad hacia los mensajes publicitarios, junto con una mayor
 
exposición a los medios de comunicación en los que estos mensajes son
 
más frecuentes. Como el estudio ha reflejado, los adictos reconocen
 
ver mucha televisión en un porcentaje que duplica los no adictos.
 
La mayor aceptación de cierto tipo de valores e ideas consumistas,
 
tales como la creencia de que el prestigio personal, el status y la
 
consideración social dependen de las cosas que se pueden comprar.
 
 
Otro tipo de factores que se relacionarían con la adicción al consumo
 
en los adultos, aunque en forma menos importante que los anteriores,
 
son la baja autoestima, el mayor deseo de estimulación social o de
 
atracción por los lugares donde hay muchas personas y la inseguridad
 
respecto al propio atractivo físico.
 
 
 
LAS MUJERES GANAN A LOS HOMBRES
 
 
 
El estudio pone de manifiesto que las mujeres han resultado ser, de
 
forma altamente significativa, mucho más adictas a estímulos de
 
consumo. Esto aparece en todas las cuestiones relacionadas con la
 
atracción por las tiendas y comercios, ver escaparates, acompañar a
 
otras personas a hacer sus compras, ir a grandes almacenes aunque no
 
se tenga nada que comprar etc. También ha resultado evidente que las
 
mujeres utilizan más la compra para afrontar situaciones de tristeza,
 
abatimiento o depresión. Sin embargo no hay diferencias
 
significativas entre hombres y mujeres respecto a la compra
 
impulsiva, ni en cuanto al autocontrol o el desajuste en el gasto.
 
 
Tampoco en las otras respuestas relacionadas indirectamente con el
 
comportamiento de compra (aceptación de valores consumistas,
 
desconfianza hacia la publicidad etc) se han encontrado diferencias
 
significativas entre hombre y mujeres.
 
 
 
LOS JOVENES: POBLACIÓN DE RIESGO
 
 
 
La población joven se puede decir que constituye uno de los sectores
 
más proclives a la práctica de la adicción consumista. El estudio
 
destaca algunas de las causas de esta preocupante tendencia:
 
 
1. Preexistencia de rasgos psicológicos específicos que combinan el
 
ser "caprichoso" con la impulsividad, la habilidad y un nivel alto de
 
ansiedad en relación con la compra.
 
 
2. La insatisfacción personal, la sensación de tedio o aburrimiento y
 
la falta de alicientes no consumistas que en los jóvenes es muy
 
frecuente.
 
 
3. La mayor aceptación de valores consumistas y la vulnerabilidad
 
psico-lógica hacia los mensajes que relacio-nan el consumo con la
 
felicidad, el éxito social y el prestigio personal.
 
 
4. La atracción por los por los estímulos de consumo como pasar el
 
tiempo en hipermercados y grandes centros comerciales, ver anuncios,
 
mirar escaparates, entrar en comercios aunque solo sea a mirar, etc
 
son actividades que por sí mismas no pueden considerarse consumo,
 
pero que en los jóvenes provocan un efecto muy intenso de incitación
 
a la compra y predisponen a la adicción al consumo.
 
 
5. El bajo nivel de autoestima y la desconfianza hacia las propias
 
aptitudes o habilidades.
 
 
 
LOS JOVENES POR DELANTE DE LOS ADULTOS
 
 
 
De los datos, resulta un porcentaje del 46 % de adictos al consumo
 
(englobando en este término los que tienen una atracción intensa por
 
los estímulos de compra y los que carecen de autocontrol en el
 
consumo y en el gasto) y un 540/p de no adictos. La diferencia entre
 
hombres y mujeres es más acusada que en los adultos, puesto que el
 
porcen-taje de adicción es el 53% en el caso de las mujeres y el 39 %
 
en el caso de los hombres jóvenes.
 
 
Dentro del grupo de adictos presentarían una adicción leve o moderada
 
el 44% (el 20% del total) y un nivel importante el 56 % (26 %
 
respecto del total). Aproximadamente el 80 % de los jóvenes tiene un
 
nivel de adicción al consumo que se puede considerar patológico.
 
 
RECOMENDACIONES
 
 
A partir de lo dicho el estudio propone varias recomendaciones a
 
seguir:
 
 
1. Es necesario que la sociedad entera (Instituciones. asociaciones
 
de consumidores, padres y educadores) tomen conciencia de la
 
importancia de los problemas personales y sociales que derivan de la
 
adicción al con-sumo, esto es la compra compulsiva, la falta de auto-
 
control y responsabilidad en el consumo y en el gasto.
 
 
2. Realización de campañas especificas de sensibilización y
 
prevención.
 
 
3. Intensificar la educación de los niños y jóvenes como consumidores
 
responsables y autocontrolados.
 
 
4. Hacer llegar a los padres las recomendaciones adecuadas respecto a
 
la educación de SUS hijos como consumidores responsables.
 
 
5. Fomentar las actividades de ocio no consumista de niños y jóvenes.
 
 
6. Limitación de todo tipo de publicidad o de ofertas comerciales que
 
estimulen la compra a crédito, enmascarando los auténticos efectos
 
que estas compras representarán para el consumidor.
 
 
7. Ofrecer asesoramiento y ayuda psicológica, creación de grupos de
 
autoayuda y de la figura del "tutor voluntario" para los adictos al
 
consumo. Posibilidad de autolimitación previa en la compra a crédito.
 
 
publicado por Consumidores Éticos y Usuarios (CECU)
 
Madrid, España.

jueves, 25 de julio de 2013

Credo de Martin Luther King

C r e d o
 
Hoy, en la noche del mundo y en la esperanza de la
Buena Noticia, yo afirmo con audacia mi fe en el
porvenir de la humanidad.
 
Yo rechazo la creencia de que en las circunstancias
actuales los hombres queden incapacitados para hacer
una tierra mejor.
 
Yo rechazo la creencia de que el ser humano sea un
hilo de paja transportado por la corriente de la vida,
sin tener la posibilidad de influir mínimamente en el
curso de los acontecimientos.
 
Yo rechazo la opinión de quienes pretenden que el
hombre esté prisionero a tal punto de la noche sin
estrellas de la guerra y del racismo, que la aurora
luminosa de la paz y de la fraternidad no pueda nunca
llegar a ser una realidad.
 
Yo rechazo la predicción según la cual los pueblos
descenderán uno tras otro en el torbellino del
militarismo, hacia el infierno de la destrucción
termonuclear.
 
Yo creo que la verdad y el amor sin condiciones
tendrán efectivamente la última palabra. La vida,
aunque provisoriamente derrotada, es siempre mas
fuerte que la muerte.
 
Yo creo firmemente que, aún en medio de las bombas que
estallan y los cañones que truenan, permanece la
esperanza de un mañana luminoso.
 
Oso creer que un día todos los habitantes de la tierra
podrán recibir tres comidas por día para la vida de su
cuerpo, la educación y la cultura para la salud de su
espíritu, la igualdad y la libertad para la vida de
sus corazones.
 
Yo creo igualmente que un día toda la humanidad
reconocerá en Dios la fuente de su amor. Creo que la
bondad salvadora y pacífica un día llegará a ser la
ley. El lobo y el cordero podrán reposar juntos, todo
hombre podrá sentarse bajo su higuera, en su viña y
nadie tendrá motivo para tener miedo.
 
Creo firmemente que triunfaremos.

jueves, 18 de julio de 2013

Ernesto Cardenal: "Pidamos a Dios que se haga su revolución en la tierra como en el cielo"

Víctor Rey




“El Reino es otro nombre para la revolución absoluta”  (Leonardo Boff)
“Somos soldados derrotados de una causa invencible”  (Pedro Casaldáliga)
Hace unos años atrás vino a Chile Ernesto Cardenal para recibir un premio por su obra de parte de la ex Presidenta Michelle Bachelet.  Aprovechó esta oportunidad para dar un recital de poesía y también para contar acerca de su vida y de la Revolución Nicaraguense.   Cuando entro al salón para su charla lo recibieron con bandera rojas y  gritos de “Cardenal, amigo el pueblo está contigo”. Cuando comenzó a recitar, y también a hablar sobre la Revolución Nicaraguense y a hacer críticas a los dirigentes actuales, los gritos pasaron a ser silbidos y palabras de disconformidad.  Pocos días después viajaba a Costa Rica, y en el aeropuerto de Santiago me encontré con Ernesto cardenal y su secretaria. Conversamos un poco acerca de su recital en Chile, de la revolución nicaragüense, le pedí un autógrafo y también una fotografía a lo que accedió gentilmente.  En esa ocasión me habló de sus memorias y en especial del tomo tercero donde relata el ascenso y la caída de la revolución.
Acabo de terminar de leer el libro de Ernesto Cardenal: “La Revolución Pérdida”, donde se cuenta, a manera de memorias, el ascenso del sandinismo, la derrota y luego la traición a la revolución.  Esto coincide con los 34 años del triunfo de la Revolución Sandinista este 19 de julio.  No he podido quedar tranquilo después de esta lectura. Una de las cosas que más me ha tocado es comprobar la cantidad de personas que murieron durante y después de la revolución, y en la mayoría de estas muertes han sido de jóvenes.
La de Ernesto Cardenal es una vida dedicada a la lucha por la equidad y a la vez contemplativa y combativa, signada por grandes personajes y acontecimientos, y por la revolución sandinista, que él espera no haya sido en vano.
A sus 88 años, Ernesto Cardenal no cesa en su compromiso con el trabajo de transformación social a través de la cultura y la educación, aspectos que considera básicos en la evolución de los pueblos. ‘La revolución perdida” es el último libro de su trilogía de memorias, y el título engaña a primera vista, pues no se trata, como pareciera, de una elegía al fracaso de la revolución. Al contrario, el autor narra los pormenores del proceso de alfabetización, concientización y apertura sociocultural que condujeron, como él describe, a la revolución sandinista, y, por ende, al triunfo sobre una dictadura, la de los Somoza (1937-1949) que aplastaba al pueblo nicaragüense desde hacía más de cuatro décadas.
El autor manifiesta que la revolución en sí fue un logro importantísimo, que dejó una herencia bella e irremplazable de mejoras sociales, y ve en la injerencia de los EEUU, el embargo económico, el bloqueo y la presión ejercida por ese país en Nicaragua la razón de la pérdida de las elecciones. A su vez, dice, el hecho de haberse perdido esas elecciones produjo una debacle moral en los dirigentes, que los llevó a la corrupción. Cardenal se explica este proceso acotando que ‘la revolución está hecha por seres humanos’.
Al mismo tiempo, manifiesta que no se deben perder las esperanzas de lograr un mundo mejor, donde el bienestar no sea el privilegio de unos pocos. Su visión actual de la revolución por venir se basa en los movimientos anti-globalización, la libertad de expresión y la comunión acelerada de ideas que permite internet, así como los movimientos ecologistas.
‘Nací poeta’, relata Cardenal, “y esa fue mi primera vocación”’. Luego experimentaría una conversión religiosa que lo llevó a la vida contemplativa en un monasterio trapense, y, por último, dice haber reconocido que la voluntad de Dios es también la transformación del mundo. Para el escritor, las tres vocaciones son una sola.
¿Es posible ser poeta en un mundo globalizado, en el que el capitalismo ha aplastado muchas de las luchas por la equidad social? El poeta Cardenal dice en su recital que sí, que no sólo es posible, sino necesario, ya que la poesía siempre ha servido para mejorar la sociedad. Ya en los profetas bíblicos ve Cardenal una denuncia poética de las injusticias de la época, y la anunciación de un mundo nuevo. ‘Creo que el poeta debe seguir el ejemplo de los profetas bíblicos’, comenta.
‘La revolución es evolución acelerada’, define el autor. Según él, se dan movimientos revolucionarios en todas las artes y las ciencias, y también en los sistemas sociales. Cardenal ve la revolución como un proceso de transformación que no necesariamente debe ser violento. ‘La lucha armada se ve justificada’, explica citando a Pablo VI, cuando una dictadura es prolongada y evidente. Pero, aclara, ‘las mejores revoluciones son pacíficas, democráticas, libres y sin imposición alguna’. Venezuela, Cuba y, por qué no, Nicaragua.
¿Cómo se imagina el poeta la revolución por venir? En sus viajes por Venezuela, Cardenal observó que se está produciendo un cambio social importante en ese país, donde se está concretando, entre otras medidas, la alfabetización de más de un millón de personas, se están brindando servicios médicos a la población de escasos recursos, y los indígenas están participando del gobierno. Menciona así mismo, al Movimiento Zapatista del Subcomandante Marcos en Chiapas, sin dejar de lado a Cuba, que, según él, mantiene su sistema socialista ‘a pesar del bloqueo más largo de la historia’.
El libro de Cardenal es un jugoso relato sin desperdicio alguno de la experiencia de este poeta antes, durante y después de la revolución nicaragüense, que destila humor, amor por su país y por el ser humano, valentía, una esperanza inquebrantable, y también la tristeza de comprobar que toda obra humana es imperfecta. Pero por lo perfectible de estos logros es por lo que Cardenal sigue abogando desde su monasterio íntimo e individual.
A pesar de lo difícil que pueda ser creer en un cambio luminoso a estas alturas, con tantas revoluciones fracasadas, y sin nuevos modelos de transformación, el alma del poeta dispara el arma de su palabra para ayudarnos a seguir creyendo que un mundo mejor está por venir. Como él mismo refiere, ‘no podemos saber qué formas tendrán las próximas revoluciones, porque las revoluciones siempre fueron algo nuevo’.  Es esta la razón por la cual su libro termina con esta hermosa frase: “Toda revolución nos acerca a ese Reino, aun una revolución perdida.  Habrá más revoluciones.  Pidamos a Dios que se haga su revolución en la tierra como en el cielo.”

martes, 16 de julio de 2013

A 100 años del nacimiento de Paul Ricoeur


La constitución narrativa de la identidad personal

PAUL RICOEUR, está considerado como el más alto representante vivo de la fenomenología y es uno de los más importantes y célebres filósofos de nuestra época.


 ·        Sus trabajos han contribuido a difundir universalmente el término hermenéutica. Sus escritos cubren un campo muy amplio de temas, desde la historia de la filosofía y la fenomenología, la crítica literaria, metafísica, ética, religión, lingüística y semiótica, ciencias humanas, psicoanálisis, marxismo, y el tema del bien y del mal y conflictos de interpretación.
 ·        RICOEUR postula  que el estructuralismo y la hermenéutica pueden ser combinados complementariamente para analizar el lenguaje, significado y simbolismo cultural. Atribuye al lenguaje la base ontológica de la comprensión.
 o       La hermenéutica, referida a descifrar e interpretar textos, concepto que se aplica a los estudios bíblicos, integrar una serie de ciencias, filológicas, lingüística, histórica, etc. Al igual que hace Heidegger (quien retoma el concepto hermenéutica de Dilthey para aplicarlo a su propia investigación).
o       El estructuralismo se refiere a la lingüística de Sosseaur, que utiliza los elementos de un sistema gramatical y sus posibles combinaciones.
o       La fenomenología se basa en un concepto filosófico existencial. Considera el significado particular de algo en la interpretación activa e intencional y consciente del sujeto que experimenta algo. Trascender es “ser-e-el-mundo”, es decir en relación directa de familiaridad con las cosas y proyectándose en el mundo.
 Basándonos en estas premisas podemos ahora analizar el texto de la entrevista del Simposio Identidad y Cultura, (Santiago de Compostela):
 1. - Dice que ya no existe un discurso dominante en la filosofía, la moral, la política o la religión porque ese es precisamente el signo de la postmodernidad.
2. -El papel de la lengua: “Una lengua es un instrumento autoreflexivo y de autoconocimiento, pero que no se afirma en oposición a otras lenguas, sino precisamente en convivencia con ellas. La convivencia entre idiomas ha sido habitual a lo largo de los siglos y rechaza que el concepto de nación pueda definirse  por el criterio lingüístico. Es más, considera “mortífero” que se usen las lenguas como instrumento para definir una identidad. Insiste en que nuestra época esta caracterizada por la pluralidad.
Reconoce la afirmación clásica que cada lengua forja una identidad cultural pero entendiéndose que la identidad está ligada a lo exterior, a lo extraño.
 La lengua funciona como un mecanismo de comunicación interna entre sus habitantes pero también como una manifestación al exterior de una comunidad.
El hecho fundamental no es la identidad sino la pluralidad humana.
La globalización no va a aplastar las identidades locales, pero el reto para los próximos años será encontrar un equilibrio entre globalización y regionalización.
...Cada lengua tiene una función distinta...cultural, política, económica...El caso de España es precisamente la demostración que cada identidad lingüística responde a un problema distinto de convivencia. Puede existir perfectamente un conjunto aunque  dentro de él convivan sistemas distintos de comunicación.”

sábado, 13 de julio de 2013

"Evangelizadores" o la manía de algunos por "predicar" su estilo de vida


por Noelia Zunino / Ilustración: Marcelo Escobar -La Tercera

TODO les sirve. Que alguien diga que se va una semana de vacaciones, que otro se ofrezca para hacer los tragos, que un tercero diga que pone su casa para un asado, que se esté hablando de la política mundial o de la inmortalidad del cangrejo. Da lo mismo. Siempre encuentran el minuto para intentar, una vez más, convencer a alguien de que el único camino posible es seguir sus buenos pasos, que sea parte del estilo de vida que ellos adoptaron y que, por supuesto, no sólo les cambió la vida, sino que fue -obvio- para mejor.
Estamos hablando del ex fumador redimido, que cuando usted apenas está sacando un cigarro, lo mira con ojos de reprobación y niega con la cabeza. O de ese otro que lo invita a correr a las cinco de la mañana porque desde que él descubrió que correr a esa hora es sinónimo de vida sana, tonificación y energía, encuentra que usted y su chorreante empanada de queso van directo al despeñadero. Y del casado que habla, habla y habla de las maravillas del matrimonio y siempre le pregunta al soltero del grupo cuándo se van a unir al club de los casados. 
Ellos son los evangelizadores de su propio estilo de vida. El personaje de Flanders de Los Simpson en carne y hueso. Esas personas que tienen una perseverancia a toda prueba  que no aceptan un “no” ni una táctica evasiva, porque su objetivo es jamás dar tregua a ese afán de convencer al del lado de que haga lo mismo que hace él o ella.
¿Pero por qué...? Se pregunta uno. “Porque no se dan cuenta”, responde la ciencia. De hecho, de acuerdo a los especialistas, es un proceso inconsciente. Los “evangelizadores” de su estilo de vida creen que lo suyo es un interés genuino por el bienestar del resto; los investigadores, en cambio, dicen que el objetivo no es ayudar a los demás: su prédica, en realidad, está enfocada en ellos mismos.
Elliot Aronson, destacado sicólogo de la Universidad de California, en Santa Cruz, ha estudiado por más de 50 años este tipo de comportamiento. En su libro El animal social explica que cuando las personas hacen algo, van a tratar, si es posible, de convencer a otros (y así a sí mismos) de que lo que hizo era algo lógico y razonable.  “Cuando las personas tratan de convencer a los demás de adoptar su estilo de vida, en efecto, están tratando de convencerse a sí mismos de que tomaron la decisión correcta”, explica a Tendencias. 
En búsqueda de la certidumbre
Es decir, al tratar de convencer al resto se autojustifican. Por eso “predican” con el convencimiento de que lo que hicieron lo hicieron bien y es necesario difundirlo. Pero, en el fondo, lo que están haciendo es intentar hacerle el quite a la incertidumbre del qué harán si su estilo de vida o decisión no es lo que esperaban, creían o imaginaban. Algo muy propio del ser humano y que, sin darnos cuenta, lo practicamos bastante más de lo que creemos.
Y este afán de predicar para autoconvencerse de que lo hecho bien hecho está, es más evidente cuando las personas creen que su estilo de vida o la decisión que tomaron perdurará en el tiempo. Así concluyó un estudio de  Kristin Laurin, de la Escuela de Negocios de la U. de Stanford, que estudió cómo “evangelizan” solteros y casados: ambos grupos pensaban que su estado civil era lo mejor para todos, especialmente en aquellos que creían que estarían solteros o casados por mucho tiempo. 
“Cualquier incertidumbre acerca de nuestras decisiones, algo que nos puede pasar a menudo, hace que necesitemos tranquilizarnos de que hicimos una buena elección. Creer que otros pueden actuar igual que nosotros nos da esa seguridad”, dice Laurin a Tendencias. En definitiva, lo que estos “evangelizadores” intentan de forma inconsciente es conseguir aliados para tener la certeza de que la elección que hicieron, y que será permanente, fue la mejor de todas. 
Según comenta a Tendencias Daniel Kruger, sicólogo social de la Universidad de Michigan, se sabe que cuanto más intentan las personas persuadir a otros, sobre todo cuando son insistentes, es más probable que se crean su “prédica” ellos mismos. 
“Evangelizan para que el otro los valide. Si el otro lo hace, entonces hicieron lo correcto y era una certeza. Estas certezas nos tranquilizan y la incertidumbre, en cambio,  nos hace sufrir como seres humanos. Si lo que piensa no es válido, se quedan sin base racional y sin saber cómo actuar. Se cae en la incertidumbre. El evangelizador sostiene su mundo desde lo que cree, no desde lo que vive”, dice Raúl Carvajal, sicólogo de la Clínica Santa María. 
La teoría detrás de la prédica
El motor principal que impulsa a estas personas se puede explicar por el concepto sicológico denominado Disonancia Cognitiva. 
Acuñado por  el sicólogo estadounidense Leon Festinger a finales de la década de los 50, este concepto se refiere al estado de tensión que sentimos cuando dos pensamientos se contraponen o cuando hay elementos en nuestra forma de pensar que son contradictorios a nuestras actitudes. Nos produce tensión, angustia, porque esas diferencias pueden tirar por la borda nuestras creencias y, por tanto, la certeza. 
Adriana Palacios, sicóloga social de la U. del Desarrollo, ejemplifica esto con los casados. Si una persona está contenta de estar casada, pero también echa de menos su vida de soltera, siente tensión. “Para disminuir ese estado de disconformidad, se fortalecen las ideas de matrimonio y se le habla al resto para disminuir la disconformidad. Lo que predican es consciente, pero la explicación de por qué la hacen es inconsciente”, explica. 
Aronson, cuyo mentor fue Festinger, dice que ese concepto es el motor que impulsa la “evangelización”. Según su investigación, la disonancia es más poderosa cuando el autoconcepto se ve amenazado. En otras palabras: la mayoría de las personas se considera inteligente, competente y moral. Por eso, cuando se toma una decisión que puede ser evaluada por otros como un acto tonto, incompetente o inmoral, se experimenta una intensa disonancia cognitiva. “Tratar de convertir a otros a su creencia o estilo de vida es una manera de convencerse de que hizo lo correcto, pero también algo inteligente y competente”, concluye.

viernes, 12 de julio de 2013

El sentimiento de culpa: Entenderlo para eliminarlo


Las raíces de la culpa pueden rastrearse hasta la infancia; sobre todo si la persona tuvo que lidiar con padres o profesores que les hacían sentir culpables por cualquier cosa que hiciese mal. La frase: “deberías avergonzarte lo que acabas de hacer”, probablemente le suene familiar a más de uno.

Obviamente, todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente orgullosos pero mirar al pasado constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía innecesario que no nos reporta nada positivo. El sentimiento de culpa simplemente nos encierra en un círculo masoquista que se hace cada vez más estrecho.

En muchas ocasiones el sentimiento de culpa llega a ser tan fuerte que provoca signos físicos como la sensación de presión en el pecho, el dolor de estómago, un fuerte dolor de cabeza y sensación de peso en los hombros. A esto se le suman los pensamientos recurrentes de auto reproche, agresividad hacia uno mismo y un fuerte desasosiego.

En la base del sentimiento de culpa se entrelazan disímiles formas de relacionarse con el yo. Por ejemplo, la mayoría de las personas que experimentan constantemente el sentimiento de culpa tienen una baja autoestima y no se creen merecedores del amor o de las gratificaciones que le brinda la vida por lo que aprovechan el más mínimo error para auto castigarse. En el otro extremo, se encuentran las personas perfeccionistas para las cuales cualquier error es una buena excusa para auto reprocharse y criticarse constantemente.

Estas personas tienen en común un pensamiento rígido y polarizado. Es decir, aprecian el mundo en blanco y negro: las cosas o son buenas o son malas, o están bien o están mal. No saben apreciar la infinidad de tonalidades que existen entre estos dos colores porque su forma de pensar es demasiado estricta y estereotipada. Por ende, son prácticamente incapaces de analizar los aspectos positivos y negativos de una situación ya que tienden a mover la balanza en un solo sentido.

Otro aspecto esencial para comprender la culpa es la ruptura que ésta representa en nuestro sistema de valores. En otras palabras, experimentamos sentimientos de culpa cuando hacemos algo que se aleja de los valores que hemos asumido como justos y positivos. Sentimos culpa cuando nuestro comportamiento no cumple con nuestros cánones y, por ende, nos recriminamos.

No obstante, debe puntualizarse que la culpa se manifiesta de diversas formas:

- Quienes se sienten culpables de todo lo ocurrido, incluso si no es su responsabilidad.

- Quienes culpabilizan a los demás de todo lo ocurrido para liberarse de la cuota de responsabilidad individual.

- Quienes ponen la responsabilidad en las circunstancias pensando que nadie tiene la culpa de nada sino que son las situaciones del medio las que determinan los comportamientos.

Evidentemente, cualquiera de estas expresiones de la culpa son igualmente negativas y dañinas para la persona ya que las responsabilidades se difuminan y seremos incapaces de tomar las riendas de nuestra vida.

Obviamente, en muchas ocasiones (sobre todo cuando éstas desbordan nuestros recursos psicológicos), nos vemos sumergidos en la culpa. El problema en sí no radica en no sentir la culpa (porque sobre esto no podemos accionar) sino en manejar estos sentimientos y afrontarlos desde una perspectiva positiva. Para lograrlo es esencial que asumamos algunos pasos:

1. Abandonar el pensamiento polarizado y asumir una postura más flexible. Para esto el mejor ejercicio es pensar en los aspectos positivos y negativos que encierra cada situación a la cual nos enfrentamos cotidianamente. Apreciando las diversas facetas de las situaciones y comportamientos podremos percatarnos que la vida no es en blanco y negro sino llena de matices.

2. Hallar las causas de los sentimientos de culpa desarrollando un diálogo interior. Este diálogo interior (siempre que sea sincero) nos develará algunas ideas irracionales de causa y efecto. Por ejemplo, la madre experimenta sentimientos de culpa porque estaba en el trabajo mientras el hijo sufría un accidente doméstico bajo la supervisión de la cuidadora. La lógica nos indica que ella no tenía forma de presuponer o evitar el accidente y que necesita trabajar para poder mantener la familia, por ende los sentimientos de culpa son totalmente infundados. En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades asumiendo aquella cuota que nos corresponde, pero no más allá.

3. Planificar el futuro. Aún si asumimos nuestra responsabilidad en una situación y cometimos un error, lo más productivo es mirar al futuro y pensar en cómo podemos subsanar el daño. La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento.

Finalmente, quisiera terminar las reflexiones con una frase de la sabiduría popular que hace referencia directa a la preocupación y que podría aplicarse a los sentimientos de culpa. Obviamente es extrema, pero ejemplifica el sentir con el cual en algunas ocasiones deberíamos asumir los hechos que se escapan de nuestro control:

¿Tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…

¿No tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…

Herbert Marcuse, un filósofo para hoy

Víctor Rey 

“Leer a Marcuse es acceder a la imaginación crítica”
R. Laureillard
En el año 1973, cuando comencé mis estudios de filosofía en la Universidad de Concepción en el sur de Chile, circulaba entre un grupo de amigos dos libros que de algún modo eran considerados heterodoxos entre el pensamiento oficial del marxismo de ese tiempo, estos eran: “El Hombre Unidimensional” y “Eros y Civilización”.  Conversábamos acerca de las revueltas estudiantiles en las universidades europeas y sobre todo del “Mayo Francés de 1968”, y la influencia de su pensamiento en esos movimientos.  También se hablaba del “poder estudiantil”y de la fuerza que tenía en Europa y en Estados Unidos. Por supuesto que nos sentimos atraídos por estos sucesos y por estos libros. ¿Qué era el “poder estudiantil”?  Era el nombre que le daban los jóvenes norteamericanos al movimiento que empujaba a los adolescentes de todas las universidades del mundo a impugnar en sus propios fundamentos la sociedad que los rodeaba. ¿Qué tenían en común? Por lo menos dos cosas:  eran jóvenes y rechazaban la sociedad de sus mayores. ¿Qué deseaban?  Actuar de manera que la universidad no fuera más el bastión del conservadurismo, sino el foco de un nuevo radicalismo revolucionario. Tenían pocos años para cambiar el mundo: no se es estudiante por mucho tiempo. Estaban apurados.
Para comprender la virulencia de este rechazo, es necesario conocer a un autor que gran parte de los estudiantes más politizados reivindicaban para sí: el filósofo germanonorteamericano Herbert Marcuse.
¿Quién fue Herbert Marcuse? Un hombre de un metro ochenta centímetros, satírico. En California, donde vivió, fue conocido en primer lugar por su amor a la naturaleza y a los animales (fue miembro del zoológico de San Diego), por su horror al ruido, por su felicidad matrimonial (estuvo casado con su esposa Inge por 41 años), por su conocimientos de los idiomas (hablaba correctamente el alemán, su lengua natal, el inglés, su lengua de adopción, el francés y el ruso, comprendía el italiano y el español).
Nacido en Berlín en 1898, y muerto en Estados Unidos en 1979, Herbert Marcuse perteneció a la inteligencia centroeuropea que sufrió, en carne propia o muy de cerca, los trastornos configuradores de la historia europea primero, y la historia mundial después. De familia judía, vivió a sus veinte años la gran esperanza y el ulterior desengaño del fracaso de la revolución alemana. Especialista en Hegel, reconoce posteriormente en su obra a dos maestros con los cuales mantuvo siempre una provechosa discusión intelectual: Marx y Freud. Después de unos años de quietud y trabajo -Marcuse abandonó la política activa tras el asesinato, en 1919, de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht-, en 1933 la subida al poder de Hitler lo fuerza a dejar su país y a establecerse, por poco tiempo, en Suiza y en Francia. Después de algunas estancias como “profesor visitante” en universidades norteamericanas, fija su residencia en los Estados Unidos, donde ocupó varias cátedras. Trabajó en el Instituto Ruso de Columbia y en el Centro de Investigación de Estudios sobre Rusia de Harvard, donde enseñó ciencias políticas y también filosofía política en la Universidad de California. El enfrentamiento con la sociedad industrial norteamericana acabó de configurar sus intereses intelectuales, iniciados temáticamente –aparte de los estudios sobre Hegel- con una colaboración al libro que se publicó en 1936 bajo la dirección de Max Horkheimer y con la intervención también de Theodor W. Adorno, titulado “Estudios sobre la autoridad y la familia”. El tema central era el de la no-libertad en los hombres y las sociedades, especialmente en la sociedad industrial avanzada.
El discurso de Marcuse es, pues, coherente con su biografía y con la historia. Probablemente por esta misma razón, fue apasionado y polémico, incisivo y provocativo. El público lector tiene la posibilidad de descubrir que la obra de Marcuse le aporta una gran cantidad de sugerencias y planteamientos que, más que específicamente nuevos, resultan profundamente adecuados al momento histórico que estamos viviendo.
El núcleo central de la obra de Marcuse quedó constituido por la meditación sobre el pensamiento de sus tres grandes maestros- Hegel, Marx y Freud-, representada por los cuatro grandes libros de su época americana:  “Razón y Revolución” (1941), que lleva el subtítulo “Hegel y la aparición de la teoría social”, donde se configuran por vez primera, en un cuadro orgánico, las bases del pensamiento del autor; “Eros y Civilización” (1955), cuyo subtítulo es “Investigación filosófica sobre Freud”, su libro más original y creador y, a la vez con toda probabilidad, el más hondamente arraigado en Marx entre todos sus libros; “El Marxismo Soviético” (1958), crítica de la civilización totalitaria soviética y denuncia de la traición al pensamiento de Marx; y, finalmente, “El Hombre Unidimensional” (1964), con su subtítulo suficientemente esclarecedor: “Estudios sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada”.
Marcuse comenzó sus estudios universitarios de filosofía en Berlín y se licenció en la Universidad de Friburgo, en 1921.  En Friburgo conoció a Heidegger, quien por un tiempo influyó sobre él, guiándolo a través de las corrientes de la época (neokantismo de Marburgo, fenomenología de Husserl, Dilthey, Simmel, etc.), hacia su orientación particular, o sea, las primeras formulaciones del existencialismo.  Pronto, sin embargo, Marcuse se desprendió de la influencia de Heidegger y se sintió tentado por la problemática sociológica según el planteamiento de Max Weber.  Pero la obra que más influyó en su pensamiento inicial –y no solamente sobre él, sino en toda una generación- fue “Historia y conciencia de clase” (1923) de George Lukács, que le indujo a trabajar sobre la base de la tradición hegeliana-marxista y, más específicamente, sobre el pensamiento de Hegel, que se convirtió en “su” filósofo.
La obra de Marcuse es cuestionable, porqué en su esencia y por voluntad es una obra abierta, una sugerencia y un estímulo – más que una doctrina- que reclama el diálogo y la discusión, la imaginación y la libertad en la lucha contra el establishment y el sistema, contra la burocracia y el dogma, y contra la civilización represiva.  El discurso de Marcuse habla a favor de la libertad y de la felicidad, y hace falta no confundir la crítica intelectual que se le dirige desde el mismo punto de vista con la crítica cuyo objetivo es precisamente, perpetuar el sistema represivo contra el cual se alzó Marcuse.
Pensador reactivo, o sea, que obedece casi siempre a estímulos externos, Marcuse cuenta, entre sus contribuciones originales, la de haber sabido complementar -enlazándolos estrechamente– los pensamientos de Marx  y de Freud como no lo habían logrado otros pensadores amigos suyos de la “Escuela Filosófica de Frankfurt”, y el haber sabido también presentarlos de forma sugestiva en sus aspectos a la vez más auténticos y actuales, o sea, por la vertiente más revolucionaria y –si así se prefiere- más creadoramente libre de su espíritu.

jueves, 11 de julio de 2013

El Totalitarismo según Hanna Arendt

Eduardo Jorge Amoletto

Hanna Arendt (n. 1906 ) es una escritora alemana de ascendencia hebrea. Fue discípula del filósofo Karl Jaspers, con quien estudió en Heidelberg. Emigró a los EE.UU. en 1941 y se nacionalizó norteamericana en 1950. Profesora en varias universidades americanas, en sus obras ha planteado una renovación de las tesis humanistas clásicas, vinculándolas con el panorama histórico del hombre actual, con una actitud de escepticismo y hasta de pesimismo.
Sus principales obras son:- "The origins of totalitarianism" (1951)- "The human condition" (1958)- "Between past and future" (1961)- "On revolution" (1963)- "Eichmann in Jerusalem: a report on the banality of evil" (1963)Es fácil inferir de su trayectoria existencial la gravitación que tiene en su pensamiento sobre totalitarismo la experiencia nazi, de la que fue testigo y víctima.
Para H.Arendt, el totalitarismo es un modo de dominación nuevo, diferente de las antiguas formas de tiranía y despotismo. El totalitarismo moderno no se limita a destruir las capacidades políticas de los hombres; destruye también los grupos e instituciones que entretejen las relaciones privadas de los hombres, enajenándolos del mundo y de su propio yo.
Los hombres se convierten así en "haces de reacción intercambiables", por obra de una dinámica combinación de ideología y terror.
La ideología totalitaria se presenta a sí misma como una explicación certera y total del curso de la historia y del sentido de la vida. Construye una visión del mundo ficticia pero lógicamente coherente, y deriva de ella directivas de acción cuya legitimidad se fundamenta en esa misma lógica interna.
Como esa lógica ideológica coactiva tiene sólo tenues contactos con la realidad, termina dejando en una oscura ambigüedad al contenido ideológico mismo, lo que genera un movimiento arbitrario y permanente de las directivas de acción, de los procedimientos y de las instituciones del régimen totalitario.
El terror, por su parte, es el instrumento realizador del mundo ficticio de la ideología, y la confirmación de su lógica deformada. En la fase de implantación del régimen, el terror golpea a sus enemigos reales. Luego, ya implantado, golpea a sus enemigos "objetivos", según la orientación político-ideológica del gobierno, aunque no tengan posibilidad alguna de obstaculizar su marcha. En su última fase, golpea a víctimas elegidas completamente al azar.
Se instaura así el "terror total", convertido en herramienta permanente de gobierno, y en definitiva, en la esencia misma del totalitarismo.
La acción combinada de la ideología y el terror se realiza por medio de una organización compleja, afectada por una típica "falta de estructura", caracterizada por una multiplicidad y superposición de instancias e incumbencias. Los principales actores de esa organización son: la administración estatal, la organización del partido único y la policía secreta.
La administración estatal, o burocracia, es la más estable. Está principalmente dedicada a la continuidad de la vida social corriente, a la que se le agregan algunas actividades derivadas de las nuevas directivas ideológicas.
Las formaciones jerárquicas del partido único, acentuadamente elitistas, cultivan una fe ciega en la ideología y la difunden permanentemente. Son las encargadas de realizar la sincronización ideológica de todo tipo de grupos sociales. También se encargan de la "politización" de todas las actividades, aun de las más aparentemente alejadas, como el deporte y el ocio.
La policía secreta, por su parte, convierte a la sociedad entera en un "panoptikon", en un sistema de espionaje omnipresente, en el que todos se sienten vigilados, sin saber con exactitud cuándo ni con qué criterios.
La "falta de estructura", la multiplicidad de órganos y superposición de funciones, no es casual ni producto de una incapacidad organizativa. Es una situación funcionalmente acorde con la imprevisibilidad, que es un rasgo de dominación del totalitarismo.
Esa imprevisibilidad genera el espacio necesario para la voluntad del dictador, cabeza de todo el sistema, que hace fluctuar el centro del poder entre las diversas estructuras jerárquicas. El jefe supremo es el único depositario, el único intérprete de la ideología. El decide quien es el próximo enemigo "objetivo".
Para Hanna Arendt, la personalización del centro del poder es un rasgo crucial de los regímenes totalitarios.